sábado, 18 de julio de 2009

De la nueva escena montevideana

El joven dramaturgo escribió Mi muñequita... hace 10 años y fue un éxito no bien se estrenó Foto: Silvana Miyashiki

Mi muñequita -la farsa-, en Espacio Callejón

Con 26 años, Gabriel Calderón llega al circuito porteño con una obra vertiginosa

Durante cuatro años la escena montevideana impuso una marca dentro del teatro joven uruguayo: Mi muñequita -la farsa- , un espectáculo de Gabriel Calderón, que acaba de estrenarse en Buenos Aires, con dirección de Azucena Lavín y un elenco integrado por Moyra Agrelo, Mariana Cabrol, Eugenia Straccali, Santiago Weller, Rafael Lavín y Enzo Ordeig.

Calderón, de 26 años, llega al Espacio Callejón con mucha inquietud. La puesta que realizó con actores de su país, de la que él también participó como intérprete, tiene un ritmo vertiginoso, nació como un proyecto entre amigos y se transformó en un éxito a poco de estrenada. Actualmente ya no se representa en Montevideo, aunque sí sale mucho de gira. Se ha visto en Panamá, Costa Rica, El Salvador, España (en Barcelona y Cádiz, y participó de la Plataforma Vazca en San Sebastián) y Perú, está programada en octubre para el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) y el año próximo viajará a París.

Mi muñequita -la farsa- muestra la historia de una niña que crece en un contexto familiar violento. De manera descarnada, el autor cuestiona los valores de un grupo, en apariencia bien constituido, pero cuyo trasfondo está signado por la degradación.

La pieza fue escrita por Gabriel Calderón cuando tenía 17 años, y la intención era participar con ella en los Encuentros de Teatro Joven que organiza la municipalidad de Montevideo. En principio, el proyecto no interesó al grupo y la pieza quedó relegada hasta que, unos años después, decidió ponerla en escena. El espectáculo comenzó a hacer funciones en el Teatro Circular, en la trasnoche de los sábados. Y, para sorpresa de todos, no sólo se transformó en suceso de público, sino que además abrió en la cartelera de la ciudad esa franja horaria para que otras compañías mostraran sus experiencias.

"Todo se fue dando como un regalo -cuenta Calderón-. Eramos estudiantes, estábamos en una sala importante y venía gente. No lo podíamos creer. Tuvimos, además, nominaciones a premios nacionales e invitaciones del exterior. En cuatro años nunca dejó de venir gente a ver el trabajo. Creo que logramos agarrar a un sector joven que no iba al teatro y que, a través de nuestro espectáculo, descubrió que eso podía ser interesante. Ahora lo han adoptado como una salida: es barata y puede ser genial."

Además, gestor

Funcionario en el área de cultura del gobierno nacional, Calderón es uno de los pocos que obtuvieron el cargo de subdirector de Cultura a los 23 años. Su experiencia como gestor, a nivel teatral, está dando muy buenos resultados.

Pero también en el campo privado tiene sus proyectos. Forma parte de la Compañía Complot. No es un grupo de actores o bailarines, sino de directores. "El objetivo es apoyarnos entre nosotros para que cada uno lleve su proyecto a escena. Gestionamos apoyos entre todos y los dividimos, seguimos los procesos de trabajo y antes de un estreno vemos la experiencia y la analizamos a fondo."

Como creador, sus búsquedas no paran. Le obsesiona desarrollar un teatro que renueve la escena montevideana, que movilice a los espectadores y, aunque está siendo invitado a dirigir o trabajar en otros países, él asegura que prefiere ir a trabajar afuera, pero siempre volver a su país. "Quiero hacer lo que hago mucho tiempo -explica-. Vivir en Uruguay y hacer todo el teatro que quiero. Uruguay tiene mucho para ofrecer. Es un país del que nadie espera nada. Los turistas que llegan a Montevideo desde Brasil o desde Buenos Aires se sorprenden. Es más abarcable que Buenos Aires y más tranquila que Brasil. Pasan cosas muy lentamente, pero son muy disfrutables. Eso hay que defenderlo."

Para agendar

Mi muñequita -la farsa-, de Gabriel Calderón.

Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Los sábados, a las 23. Entradas, 25 pesos.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

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