TEATRO : "BUENOS AIRES IN TRANSLATION", EN NUEVA YORK
asón Zinoman THE NEW YORK TIMES Y CLARIN
Women Dreamt Horses (Mujeres soñaron caballos) de Daniel Veronese, es una de las cuatro obras del festival Buenos Aires in Translation (Buenos Aires en Traducción) que se desarrollará en el P.S.122 de Nueva York hasta el domingo. Una mujer de aspecto frágil (April Sweeney) abre la boca para hablar y vomita, ensuciándose de arriba abajo. Los otros cinco personajes con ropa informal que están en escena la miran inexpresivamente mientras se recompone y vuelve a vomitar. Después de correr al baño, se lava la boca, vuelve y repite el mismo repugnante proceso unas doce veces.
Este tipo de exceso absurdo debería preparar al espectador para el resto del festival, que incluye tres familias disfuncionales, dos relaciones incestuosas, múltiples asesinatos, una chica retardada con los pechos al aire, hermanas que forcejean, hermanos que se pegan trompadas, algunas llaves de cabeza y al menos dos personajes que pierden el almuerzo.
Se despliega una variedad de estilos, que van de lo burlesco (Panic, Pánico) al ensueño melodramático (Women Dreamt Horses), de un drama multimedia en donde el pasado se inmiscuye una y otra vez en el presente (Ex-Antwone) a un cuento de hadas futurista (A Kingdom, a Country or a Wasteland, in the Snow, Un reino, país o baldío, en la nieve). Estas obras tienen en común una visión del mundo oscura y a menudo violenta expresada en una puesta agresiva, cruda y con fuerte acento en lo físico. Jean Graham-Jones tradujo las cuatro piezas, y su verboso trabajo en ocasiones puede sonar fuera de tono. Uno tiene la sensación de que los directores a menudo tratan de superar las barreras del idioma y la cultura con puestas desenfrenadas. La idea sería: no se necesita un traductor para explicar el vómito.
Women Dreamt Horses es una obra cáustica sobre tres hermanos y la fracasada empresa familiar, que se desarrolla durante una cena que termina mal. En manos del director Jay Schreib, se convierte en una noche de box. Y los agresivos (y agredidos) actores no juegan a boxear con su propia sombra precisamente. Sus golpes dan en el blanco. Bettina (Zishan Ugurlu) abofetea tantas veces la cabeza calva de su marido, Roger (Jorge Alberto Rubio), que suena como un aplauso, y este le devuelve el favor con una embestida de toro que le debe haber cortado la respiración.
A Kingdom, a Country or a Wasteland, in the Snow, de Lola Arias, drama pos-apocalíptico so bre un terrible secreto familiar, también empieza con una sesión de lucha cuerpo a cuerpo. Las hermanas Lisa (Andrea Moro Winslow) y Luba (Hayli Henderson), que viven en un fría tierra baldía con sus padres, se lanzan por el aire una a la otra por todo el escenario con desenfreno. La rivalidad entre ellas sube de tono cuando, mientras cazan conejos, encuentran a un huérfano a quien ambas ven como posible marido. Este acontecimiento preocupa al padre (James Lloyd Reynolds) cuya cara de culpa indica que sabe algo sobre el huérfano. Arias introduce imágenes de fetos y débiles mentales que se ahogan para prepararnos para los horrores que vendrán.
Ex-Antwone, el sueño fragmentado de una obra de Federico León, a quien en el programa se califica de protegido de esa leyenda del teatro experimental que es Robert Wilson, transcurre en el presente, pero apenas. Antwone, interpretado caprichosamente por Miguel Govea, parece no poder deshacerse de sus sueños, que irrumpen contínuamente durante el día mientras está con su novia, Stella (interpretada con ingenua calidez por Liz Dahmen), que constituye su único consuelo en la vida. Ninguno de estos dos personajes cobra vida en la misma medida que la mujer que aparece en la pantalla del televisor que cuelga sobre ellos, la madre de Antwone (Corrine Egerly), regañona y paranoica.
La pieza quizá más decepcionante fue Panic de Rafael Spregelburd, una tediosa farsa de dos horas producida con el Theater of a Two-Headed Calf (y dirigida por Brooke O'Harra), sobre una familia inculta que revuelve toda la casa buscando la llave de una caja fuerte que perteneció al patriarca que acaba de morir. Comienza como una prometedora parodia de una película de terror, con violines y austera iluminación de rigor, pero rápidamente amplía su mira a prácticamente cualquier cosa en pos de la extravagancia. Podría haber una sátira mordaz sobre los valores familiares burgueses pero, si la hay, se ha perdido en la traducción.
Traducción: Elisa Carnelli
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