lunes, 22 de febrero de 2010

Pactar con el diablo para jugar con la muerte

Christian Boltanski: "Personnes”

¿Hay forma de vencer la muerte? No, pero nadie escapa a la tentación de la inmortalidad, ese estado a cuya comprensión sólo puede aproximarse a través del arte, aunque nunca, jamas, lograrlo.

Por Cristina Civale

"Personnes” en francés es un término con doble sentido. Puede traducirse como personas pero también como nadie. Así decidió llamar el prestigioso artista francés, Christian Boltanski (París 1944), al montaje de su última obra que pudo visitarse hasta la semana pasada en el Grand Palais de París. Una montaña del tamaño de tres pisos de ropa usada se ubicaba debajo de una grúa que bajaba cada cierto tiempo y mordía algunos pocos abrigos y vestidos para devolverlos después a su punto de partida. Eso era todo.

Pero no es esta particular instalación, una más de las tantas que sellan la originalidad de su obra y su obsesión con la muerte y la memoria, lo que lo hace noticia en estos días. Boltanski estableció un particular pacto con un fervoroso coleccionista. Tipo excéntrico, según quienes lo frecuentan, obsesionado con la muerte y la trascendencia, estableció un pacto con un millonario jugador que vive en Tasmania.

Boltanski afirmó, cuando aceptó la oferta, que “el coleccionista quería comprarme algo. Pero a mí lo que me atraía de él era precisamente su lado de jugador y eso que dice que no pierde nunca”. Con esta información propuso el acuerdo y permite actualmente que una cámara lo grabe continuamente. Esto viene sucediendo desde el primer día de este año. Lo que se graba en tiempo real se emite en directo en una gruta de Tasmania. El millonario –cuyo nombre se desconoce- ingresa una cantidad pequeña, fija y mensual, de por vida en una cuenta bancaria hasta que Boltanski muera. El monto total es un secreto.

"Teniendo en cuenta lo que valdría una grabación así en el mercado del arte, la obra quedará amortizada en ocho años –explicó Boltanski cuando hizo conocer el acuerdo-. Si muero antes, él gana dinero. Si muero después, gano yo. Si muero a los ocho años, quedamos empatados. Pero si es verdad que él nunca pierde, yo debería morir antes. Y si hago esto es porque pienso que debemos hablar de la muerte, retarla.” Sobre esta reflexión montó su obra en el Grand Palaís, esa inmensa grúa que se comía la ropa que él mismo había amontonado, permitiendo que la máquina tuviese una especie de vida propia.

“Para mí la muerte es una idea de Dios o del azar y así actuaba mi grúa. Cuando uno llega a mi edad, todo se convierte un poco en un campo minado, uno puede ver cómo unos amigos caen y otros no. La máquina que inventé es desagradable. Todo lo que sucedió allí con ella fue desagradable. No sé cómo la gente aguantó mirándola más de diez minutos”, confesó. Lo cierto es que Personne fue un éxito absoluto y por su grúa antropófaga pasaron más de cien mil espectadores.

Su taller, en las afueras de París, es un poco como él: difícil de catalogar. Boltanski trabaja solo, rodeado de ejemplares de diarios, guías de teléfonos llenas de nombres de personas que ya no existen o colecciones de fotografías viejas de personas desconocidas. Dice que usa tanto la fotografía en un intento de “salvar la pequeña memoria, no la gran memoria de las guerras ni la historia”. Aunque también reconoce su fracaso de antemano: “La vida no se puede atrapar”. Está obsesionado en luchar contra la muerte pero de un modo nada lúgubre. “Yo soy muy optimista –afirma-. Simplemente, creo que hay pocas cuestiones existenciales importantes: la muerte es una. Todo el mundo sabe que va a morir, así que es mejor habituarse”.

Boltanski no acudió a ninguna escuela, es de formación autodidacta. Comenzó su trabajo durante su adolescencia, pintando a partir de los 14 años. Entre 1969 y 1971 se dedicó a reconstruir su infancia a partir de fotografías. Su obra está sellada como si fuese un archivo y se desliza como una memoria, su memoria, que va más allá de lo explícitamente presente. Las ropas usadas generalmente en sus instalaciones así como las fotografías de los que ya no están, son recurrentes en su trabajo como marca de lo ausente.

Boltnanski tiene ideas muy precisas sobre su trabajo, cuando habla de él es contundente y preciso: “Estoy totalmente seguro –afirmó hace poco durante una entrevista realizada para el Grand Palaís con motivo de Personne- que un artista no debe tener más de una idea en su vida; un buen artista, para mí, repite siempre las mismas cosas de manera diferente. Yo soy un artista, y lo que hago es arte, pero para mí la reacción del espectador debe ir más allá del hecho de que está frente a una obra de arte. Debe olvidar que está frente a una obra de arte y tiene que tener emociones que están más próximas a la vida”.

Así sus meditaciones estéticas sobre la muerte pueden interpretarse como esfuerzos para aprovechar mejor el tránsito por este mundo. Así lo explica: “Pienso que, lamentablemente, el arte no cambia la vida y tampoco el arte no es obligatoriamente algo que cambie la política. El arte puede permitir a la gente comprenderse mejor o comprender mejor las situaciones. Para mí la obra de arte es como un texto escrito donde el artista subraya una palabra, y esta gente va a mirar mejor después, va a entender mejor algo. Por ejemplo, hablo del recuerdo y de la muerte, y de los despojos de alguien que está muerto.

Todos tenemos la experiencia con los padres o los abuelos que han muerto, y de haber encontrado un objeto, una ropa, y nos emocionamos, porque todavía había un pliegue en la ropa, un olor, ésta es una experiencia general, común. Trato de hacer sentir esto. Cuando muestro esto, el espectador va a acordarse de esta sensación que estaba en su mente, pero que era tan pequeña. Va a comprender mejor esta sensación de haber olido el olor de alguien que se murió, la huella. En ese momento va a comprender mejor esa sensación de la persona que se ha ido, ese recuerdo, esa nostalgia. El arte, entonces, puede permitir ver la realidad de otra manera; no la cambia, pero sí permite comprenderla mejor. Pero, desgraciadamente, no es con el arte con lo que uno va a hacer una revolución. El arte tan sólo permite comprender algunas cosas y eso no es poco”.

Fuente: Asterisco

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