Obra musical con dramaturgia de Samanta Lewin, y música de Eduardo Pelitti, con dirección de Noelia Balbo y Samanta Lewin
Tal vez habría que buscar en su dramaturgia el porque no conmueve la obra musical Solsticio, de Samanta Lewin (libro) y Eduardo Pelitti (música), dirigida por Lewin y Noelia Balbo.
La historia de amores truncos, en la que el destino hace valer su poder, no brinda ni claros lineamientos, ni una sólida estructura, para que el resto de los componentes escénicos se desenvuelvan acertadamente.
La historia, se fragmenta de tal manera que se provocan enormes huecos arguméntales, en los cuales quedan en el camino líneas de acción, y se observan personajes con escaso desarrollo. Le han otorgado tanto peso a un solo conflicto, a los protagonistas centrales de la historia, que los mismos se vuelven uní-dimensiónales, restándole matices; excepción hecha a cierto pasajes del personajes interpretado por Germán Tripel.
Por otra parte, se ha marcado de tal manera el sino trágico, que los momentos en el cual se busca distender el drama mediante el humor, pasan totalmente desapercibidos.
Esta fractura y esquematismo argumental se traslada a la escena, en que las actuaciones se observan lineales, y el dispositivo escénico rígido.
Demás estar en aclarar las muy buenas condiciones vocales del terceto protagonista (Germán Tripel. Ángel Hernández y Celeste Bono), pero por lo antedicho, a sus trabajos actorales se los nota recargados en extremo, impidiendo que afloren sutilezas. El resto del elenco, de inclaudicable entrega, no se aparta de lo antedicho sobre los protagonistas.
El espacio escénico se encuentra dividido en tres sectores bien definidos, lo que lleva a volverse muy estructurado y previsible el desarrollo de las escenas. Dado la estrechez de cada zona, esta implementación espacial, también conspira con la idea de tiempo y distancia que plantea la obra. Es muy bonito, en su concepción plástica, el espacio ocupado por el destino.
El buen vestuario marca cierto aire de atemporalidad y fantasía.
La música de Eduardo Pelitti ahonda en el halo trágico, y gana en intensidad cuando florece su costado más lírico.
El diseño de luces es más feliz en crear climas en la zona en que se mueve el destino, que en otros parajes de la escena.
Solsticio, pierde fuerza en lo errático de su propuesta.
Gabriel Peralta
Fuente: Crítica Teatral
El Cubo – Zelaya 3053 – Tel: 4963-2568
Viernes y sábados 23hs
Localidades: $ 35.-
Tal vez habría que buscar en su dramaturgia el porque no conmueve la obra musical Solsticio, de Samanta Lewin (libro) y Eduardo Pelitti (música), dirigida por Lewin y Noelia Balbo.
La historia de amores truncos, en la que el destino hace valer su poder, no brinda ni claros lineamientos, ni una sólida estructura, para que el resto de los componentes escénicos se desenvuelvan acertadamente.
La historia, se fragmenta de tal manera que se provocan enormes huecos arguméntales, en los cuales quedan en el camino líneas de acción, y se observan personajes con escaso desarrollo. Le han otorgado tanto peso a un solo conflicto, a los protagonistas centrales de la historia, que los mismos se vuelven uní-dimensiónales, restándole matices; excepción hecha a cierto pasajes del personajes interpretado por Germán Tripel.
Por otra parte, se ha marcado de tal manera el sino trágico, que los momentos en el cual se busca distender el drama mediante el humor, pasan totalmente desapercibidos.
Esta fractura y esquematismo argumental se traslada a la escena, en que las actuaciones se observan lineales, y el dispositivo escénico rígido.
Demás estar en aclarar las muy buenas condiciones vocales del terceto protagonista (Germán Tripel. Ángel Hernández y Celeste Bono), pero por lo antedicho, a sus trabajos actorales se los nota recargados en extremo, impidiendo que afloren sutilezas. El resto del elenco, de inclaudicable entrega, no se aparta de lo antedicho sobre los protagonistas.
El espacio escénico se encuentra dividido en tres sectores bien definidos, lo que lleva a volverse muy estructurado y previsible el desarrollo de las escenas. Dado la estrechez de cada zona, esta implementación espacial, también conspira con la idea de tiempo y distancia que plantea la obra. Es muy bonito, en su concepción plástica, el espacio ocupado por el destino.
El buen vestuario marca cierto aire de atemporalidad y fantasía.
La música de Eduardo Pelitti ahonda en el halo trágico, y gana en intensidad cuando florece su costado más lírico.
El diseño de luces es más feliz en crear climas en la zona en que se mueve el destino, que en otros parajes de la escena.
Solsticio, pierde fuerza en lo errático de su propuesta.
Gabriel Peralta
Fuente: Crítica Teatral
El Cubo – Zelaya 3053 – Tel: 4963-2568
Viernes y sábados 23hs
Localidades: $ 35.-
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