Pornodrama II - Un esquimal
Sobre propuesta original de Javier Magistris
Dirección: Alejandro Casavalle
Actúan: Carolina Refusta, Pedro Di Salvia, Juan Pablo Carrasco y Lizzy Pane.
Funciones: jueves a las 22, viernes a las 23 y sábados a las 21 y 23:30, en Teatro Belisario, Corrientes 1624.
Teléfono: 4373-3465.
Entradas: Jueves: $ 15. Viernes y sábados: $ 25
Anabella Castro Avelleyra
El cuerpo está en el centro de nuestra sociedad. Cuerpo objeto: se exhibe desde los más diversos escaparates. Tapas de revistas que monopolizan puestos de diarios, programas de televisión, desfiles, cine, Internet. Cuerpos que se muestran pero no se tocan.
Por el contrario, el cuerpo como espacio en el que se genera la experiencia, sobre el que se actúa y con el que se siente; el cuerpo como carta con la que interactuamos con los demás, irónicamente, parece estar cada vez más ausente. Msn, mensajes de texto, hay un borramiento del cuerpo en la relación con el otro. Una ausencia que hace que el mismo se sobrevalúe de un modo extraño: nuestro cuerpo pasa a convertirse también en ese cuerpo objeto a ser admirado y ya no un cuerpo fáctico sobre el cual se talla la experiencia.
La pornografía ha sido, por lo general, un consumo oculto, disfrutado a escondidas. Solo o acompañado, el porno es aquello con lo que “se hace algo después”. En la oscuridad de un cine o en la privacidad de una habitación, hasta el momento el porno había sido un consumo más íntimo que social, más privado que público.
A pesar de que la propuesta abre un abanico de interesantísimos planteos (sobre la cultura del porno, el tipo de consumo que se hace de la misma, el lugar del cuerpo en nuestra sociedad, la dinámica de las relaciones de pareja), el resultado deja un gusto agridulce, la sensación de que la obra se quedara a mitad de camino. El límite de lo posible en teatro se empuja hacia el infinito, y esa ruptura de lo establecido es una de las victorias del pornodrama. Así como la apuesta de poner al público en un lugar en el que nunca antes se había encontrado: ¿quién se expone más, quien mira o quien es mirado? Pero más allá de estas rupturas: interesantes, valientes, definitivas, parece que fuera poco más lo que este pornodrama tiene para ofrecer.
Tal vez sea eso lo que Un esquimal nos quiere mostrar: en esta obra los cuerpos se comieron a los personajes como nos puede estar pasando en la vida, donde tal vez los cuerpos acaben devorándose a las personas. Lo que cabe rescatar es que al menos -aunque tal vez automatizada o ciegamente- por los cuerpos que nos presenta esta obra, a diferencia de los que nos exhiben los medios, pasa, se graba y se construye la experiencia.
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