A los 80 años
Maurice Béjart, fallecido el 22 de noviembre de 2007, en Lausana (Suiza) a los 80 años de edad, logró seducir al público con decenas de coreografías mestizas de vocación universal, durante una carrera cuya ambición era hacer de la danza "el arte del siglo XX". Su estado de salud obligó en los últimos años al más popular de los coreógrafos franceses a limitar su actividad al Béjart Ballet Lausanne, que dirigía desde hace 20 años, tras haber reinado en el Ballet del Siglo XX de Bruselas durante un cuarto de siglo. "Yo saqué la danza de los teatros de ópera para implantarla en el Palacio de Deportes, en los Juegos Olímpicos y en el Festival de Aviñón", solía decir, orgulloso de haber dado a conocer ese arte a un amplio público. Con sus ojos de un azul intenso, su empaque de coloso y su barba puntiaguda, Maurice Béjart, que se convirtió al islam en 1973, enarbolaba una actitud mística que impregna toda su obra.
Se sentía investido de una misión casi mesiánica y revolucionó el espectáculo vivo ya en su primera creación, "Sinfonía para un hombre solo" (1955). Una revolución "más sociológica que artística", señala el coreógrafo Jean-Claude Gallotta, puesto que Béjart conserva la técnica clásica, pero cambia el espíritu de la danza, que pasa a ser sagrada y sensual. La faldita de bailarina se transforma en leotardo, el pantalón vaquero irrumpe en el escenario, el poder del cuerpo se afirma. Los intérpretes, verdaderos seres de carne y hueso, adquieren vida y dan libre curso a su sensibilidad. Sus creaciones dieron la vuelta al mundo, pero la carrera de Bejart se construyó a partir de Bélgica, donde dirigió su elenco durante 27 años, y luego en Suiza, desde 1987 hasta hoy. Nacido el 1 de enero de 1927 en Marsella (sur de Francia) Maurice Berger (su verdadero nombre) era hijo del filósofo Gaston Berger. En homenaje a Moliére, adoptó el apellido de la esposa de éste, Armande Béjart.
Tras obtener una licencia en filosofía, abandonó los estudios para consagrarse a la danza, que había descubierto a los 14 años de edad por consejo médico "para fortificar su cuerpo flacucho". Recibió una formación clásica en Londres y París, y firmó su primera coreografía en 1952, para una película sueca "El pájaro de fuego", de la que fue el primer intérprete. Denunciando rápidamente un arte "separado de las masas", Maurice Béjart innovó con "Sinfonía para un hombre solo" (1955), con la música vanguardista de Pierre Henry y Pierre Schaeffer.
Ante la resistencia de los círculos tradicionales del mundo del ballet francés, decidió trasladarse a Bruselas, donde su "Consagración de la primavera" fue acogida triunfalmente en el Teatro Real de La Moneda. Un año después, fundó el Ballet del siglo XX: sus coreografías, montadas a un ritmo acelerado en la capital belga para dar luego la vuelta al mundo, tienen un éxito rotundo. A raíz de una desavenencia con el director de La Moneda, Gerard Mortier, Maurice Béjart prosiguió su carrera en Suiza, donde creó en 1987 el Béjart Ballet Lausanne. En total, creó unas 140 coreografías, que expresan su gusto por los viajes y el mestizaje. Sus creaciones mezclan los géneros (cine, teatro, ópera) los estilos y las culturas. Deseoso de transmitir su arte, creó escuelas en Bruselas, Dakar y Lausana, en las que se formaron algunos de los mejores bailarines contemporáneos. Paralelamente, publicó novelas, obras de teatro y libros de recuerdos.
Foto: La bitácora de la bailarina
Fuente: Revista Caras
Maurice Béjart, fallecido el 22 de noviembre de 2007, en Lausana (Suiza) a los 80 años de edad, logró seducir al público con decenas de coreografías mestizas de vocación universal, durante una carrera cuya ambición era hacer de la danza "el arte del siglo XX". Su estado de salud obligó en los últimos años al más popular de los coreógrafos franceses a limitar su actividad al Béjart Ballet Lausanne, que dirigía desde hace 20 años, tras haber reinado en el Ballet del Siglo XX de Bruselas durante un cuarto de siglo. "Yo saqué la danza de los teatros de ópera para implantarla en el Palacio de Deportes, en los Juegos Olímpicos y en el Festival de Aviñón", solía decir, orgulloso de haber dado a conocer ese arte a un amplio público. Con sus ojos de un azul intenso, su empaque de coloso y su barba puntiaguda, Maurice Béjart, que se convirtió al islam en 1973, enarbolaba una actitud mística que impregna toda su obra.
Se sentía investido de una misión casi mesiánica y revolucionó el espectáculo vivo ya en su primera creación, "Sinfonía para un hombre solo" (1955). Una revolución "más sociológica que artística", señala el coreógrafo Jean-Claude Gallotta, puesto que Béjart conserva la técnica clásica, pero cambia el espíritu de la danza, que pasa a ser sagrada y sensual. La faldita de bailarina se transforma en leotardo, el pantalón vaquero irrumpe en el escenario, el poder del cuerpo se afirma. Los intérpretes, verdaderos seres de carne y hueso, adquieren vida y dan libre curso a su sensibilidad. Sus creaciones dieron la vuelta al mundo, pero la carrera de Bejart se construyó a partir de Bélgica, donde dirigió su elenco durante 27 años, y luego en Suiza, desde 1987 hasta hoy. Nacido el 1 de enero de 1927 en Marsella (sur de Francia) Maurice Berger (su verdadero nombre) era hijo del filósofo Gaston Berger. En homenaje a Moliére, adoptó el apellido de la esposa de éste, Armande Béjart.
Tras obtener una licencia en filosofía, abandonó los estudios para consagrarse a la danza, que había descubierto a los 14 años de edad por consejo médico "para fortificar su cuerpo flacucho". Recibió una formación clásica en Londres y París, y firmó su primera coreografía en 1952, para una película sueca "El pájaro de fuego", de la que fue el primer intérprete. Denunciando rápidamente un arte "separado de las masas", Maurice Béjart innovó con "Sinfonía para un hombre solo" (1955), con la música vanguardista de Pierre Henry y Pierre Schaeffer.
Ante la resistencia de los círculos tradicionales del mundo del ballet francés, decidió trasladarse a Bruselas, donde su "Consagración de la primavera" fue acogida triunfalmente en el Teatro Real de La Moneda. Un año después, fundó el Ballet del siglo XX: sus coreografías, montadas a un ritmo acelerado en la capital belga para dar luego la vuelta al mundo, tienen un éxito rotundo. A raíz de una desavenencia con el director de La Moneda, Gerard Mortier, Maurice Béjart prosiguió su carrera en Suiza, donde creó en 1987 el Béjart Ballet Lausanne. En total, creó unas 140 coreografías, que expresan su gusto por los viajes y el mestizaje. Sus creaciones mezclan los géneros (cine, teatro, ópera) los estilos y las culturas. Deseoso de transmitir su arte, creó escuelas en Bruselas, Dakar y Lausana, en las que se formaron algunos de los mejores bailarines contemporáneos. Paralelamente, publicó novelas, obras de teatro y libros de recuerdos.
Foto: La bitácora de la bailarina
Fuente: Revista Caras
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