A los 30 años, la directora, actriz y poeta cultiva el teatro experimental, con el que construye una carrera internacional.
Laura Gentile
Su nombre viene sonando con fuerza en el circuito del llamado teatro alternativo. A los 30 años, Lola Arias —directora de teatro, poeta y actriz— ya montó obras propias en Madrid, Londres, Nueva York y Varsovia.
Sus obras de teatro se basan principalmente en el cruce de géneros: una obra, por ejemplo, puede ser un cruce entre un concierto y un álbum de biografías. Y evidencian un exhaustivo trabajo de lenguaje, que incluye invenciones de palabras o el extrañamiento entre textos poéticos y una manera poco afectada de decirlos.
Por estos días se puede ver en el Centro Cultural Rojas una trilogía formada por Striptease, Sueño con revólver y El amor es un francotirador. Trilogía que, en breve llevará a Austria, invitada al prestigioso festival Steiricher Herbst.
Formada en los talleres, también alternativos, de Ricardo Bartís y Pompeyo Audivert, ella reconoce ir un paso más allá de sus maestros.
"Creo que en ellos hay una revisión de ciertas formas de teatro y modos de actuación con respecto a sus antecesores, pero permanecen otras ideas —afirma—. La diferencia que veo con mi trabajo es que, de alguna manera, espero crear mi propio universo, mi propio imaginario y un trabajo con la escritura más obsesivo".
En cuanto a la puesta Lola asegura que le interesa trabajar con ciertos problemas de representación, "con cosas medio border".
La extraña y casi perversa (para los actores que deben seguirlo) elección de un bebé como protagonista de una de estas obras (Striptease) sería un buen ejemplo de su interés por trabajar en lugares fronterizos, entre lo ficcional y lo real. "Zonas más inestables —describe ella misma—, donde vos sabés que lo que está pasando es de verdad. ¿Viste esa típica frase que siempre se repite y que se vuelve vacía: 'En el teatro cada representación es distinta'? Bueno, con lo del bebé, por ejemplo, es realmente así. A veces se le da por gatear a toda velocidad, o se le da por dormir".
El objetivo: generar nuevas formas de mirar.
¿Pero a vos te interesa también contar historias?
Sí, las historias que se cuentan es algo que me interesa mucho. El tema es encontrar la forma. Por ejemplo, cuando alguien canta una canción en una obra, aparece algo de lo real, no podés actuar una canción, algo sucede, algo acontece, la música no se representa, sucede.
El objetivo —insiste— es provocar nuevas formas de mirar. "Y de ser parte de esa experiencia —agrega Lola—, porque el teatro es una experiencia, no es lo mismo que leer un libro o ver un cuadro. Tu cuerpo está ahí, convive con el otro cuerpo. A mí me interesa reforzar eso que tiene de experiencia, de único, de fugaz, de encuentro".
Hablando de experiencias fugaces, con el director suizo Stefan —a quien conoció cuando él vino en el 2001 a trabajar con Vivi Tellas en uno de los primeros biodramas (Sentate)— realizó una instalación en San Pablo llamada Chacara paraíso, que reunía policías, ex policías, familiares de policías. "Va a tener una segunda parte en Alemania con policía alemanes", adelanta Lola. Y ya tienen pensado un segundo trabajo con niños en situación de encierro en Suiza que se llamará Aiport kids. Viajará en julio para empezar a trabajar y la estrenarán el año próximo.
Sin embargo esta dimensión internacional de su trabajo comienza a perfilarse para Lola como una única opción. "No sé cuántas obras más voy a poder hacer en la Argentina —afirma apesadumbrada—. Es importante decir que la Trilogía se hizo sin que los actores ganen un centavo. Recibí $4.000 de Proteatro, una suma pequeña para una obra con 17 artistas, escenografía, proyecciones... En realidad, la estoy financiando con lo que gané en San Pablo. Cuando viajás te das cuenta que es un delirio cómo trabajamos acá. En cualquier otro país el gobierno apoya a sus artistas, acá los aniquila".-
Fuente: Clarín
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