"El Culebrón", de Fabián Andicoechea, sobre textos de Roberto Fontanarrosa, por el Grupo de Teatro La Gotera.
Elenco: Marcelo Demarchi, Liliana Iglesias, Marcelo Arena, Edgardo Desimone, Sergio Peretti, Claudio Cogo. Vestuario: Julieta Sargentoni. Puesta de luces: Paco Suárez, Claudio Cogo. Escenografía: Paco Suárez. Dirección: Fabián Andicoechea. Centro Cultural Viejo Almacén El Obrero, 13 y 71. Sábados 21 hs.
Esteban (Desimone) mantiene una relación edípica con su anciana madre (Arena), por quien daría la vida sin mosquear. La susodicha está perdiendo la vista (pero no las mañas), y deberá ser sometida a una costosísima operación en la Tierra del Sol Naciente. El joven tiene que conseguir la friolera de dos millones de dólares de donde sea y como sea.
Por su parte, Amapola (Iglesias) se convierte intempestivamente en una apetecible viudita millonaria, al accidentarse su marido, Itsvan (Demarchi), a quien dan por muerto. Amapola carga con otra cruz: su hermana menor, la caprichosa Irene (Arena), adolescente bulímica con tendencias suicidas, que le hace la vida imposible.
Esteban decide arrastrarle el ala a Amapola, al solo efecto de agenciarse el dinero para la operación de su mamá, única dueña de su amor incondicional. Pero no le será tan fácil: Irene lo desenmascara como un casafortunas, y el misterioso y polifacético Hombre del Traje Marrón (Cogo) se encargará de embarrarle la cancha.
Tal el planteo de "El Culebrón", divertida adaptación teatral de "La gansada" de Roberto Fontanarrosa, que se mofa de un género popular por antonomasia: la telenovela, con algunas referencias al radioteatro y a la fotonovela, sus legítimos precursores. No falta ningún ingrediente; situaciones forzadas, personajes absurdos, desenlace inverosímil que complace a todos por igual, y un final feliz, como corresponde.
Un destacable acierto de la puesta de Andicoechea es la selección de los antológicos temas musicales que ilustran las distintas escenas.
Los personajes -a cual más disparatado- son graciosas caricaturas, que por momentos parecen dibujitos animados. El sastre-oftalmólogo y la Irene de Arena: desopilantes.
El vestuario aporta su indispensable toque kitsch a la caracterización.
Fuente: El Día
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