domingo, 24 de mayo de 1998

ENTREVISTA CON EL DRAMATURGO ROBERTO COSSA Escribir teatro es antinatural

Sus obras tienen absoluta vigencia. El Viejo Criado se muestra tan actual como en su estreno, hace 18 años. Yepeto llega al cine dirigida por Calcagno. Y La Nona será una comedia musical.

OLGA COSENTINO

A 18 años del estreno de El viejo criado, la obra regresa y deslumbra por su actualidad. A 11 del de Yepeto, la historia nacida para el escenario está siendo trasladada al cine por Eduardo Calcagno. A 22 del de La nona, Ernesto Acher eligió ese texto para convertirlo en una comedia musical. Y, aunque Roberto Cossa es un autor que sigue escribiendo teatro (el año pasado estrenó Tiempos difíciles en el ciclo Teatro Nuestro), el interés por reponer sus textos no conoce fronteras. Algunas de sus obras conocieron versiones internacionales y fueron traducidas al inglés, francés, portugués, italiano y alemán.El viejo criado se estrenó en el 80 con su propia dirección.


¿Qué coincidencias y qué discrepancias le inspira esta elogiada versión actual dirigida por Villanueva Cosse?

La primera diferencia es el espacio. Para mí, el ámbito era un pequeño café. Ahora, el escenario permite trabajar como si la acción ocurriera en la confitería Ideal. El Alvear es un gran teatro, con más de 800 butacas, y facilita un trabajo escenográfico fascinante como el de Tito Egurza. Mi versión era más estática y ésta tiene más movimiento.¿No envejecen los mitos porteños aludidos en sus obras?Por una parte, en la condición del mito está el haber muerto joven -como Gardel, como Evita, como el Che- y haberse transformado en modelos, en referentes culturales que encarnan valores y que despiertan afectos. En ese sentido, creo que la sociedad hoy no puede reemplazarlos, no tiene nuevos modelos. Es cierto que cuando se ensayaba El viejo criado tuve dudas acerca de su vigencia. Pero me bastó ver uno o dos ensayos. La verdad es que prefiero no ver los ensayos de mis obras.


¿Por miedo a verse traicionado?

Porque creo que hay que dejar hacer. Es imposible pretender custodiar la fidelidad a un texto que pasa a un escenario. Y ni hablar si se hace en distintos idiomas, ­qué te vas a meter! La única versión ajena que vi fue La nona, de Lavelli, en París, pero tenía el reaseguro de que el director es argentino. Pero el dramaturgo no es, por naturaleza, un literato respetado. Ahora le dieron el premio Nobel a Dario Fo y ahí cambió un poco...

¿Le duele, lo enoja que se corten sus frases o se cambien palabras?

Ya lo asumí. No me quejo. No niego que alguna vez me disgustó que me cambiaran algo, pero tiene que ver con que escribir teatro es antinatural.¿Antinatural?Bueno, si alguien me dice que le gusta escribir, jamás le aconsejaría que escribiera teatro. Quien escribe teatro no es un escritor puro, es alguien que viene, conscientemente o no, de la actuación. MoliŠre, Shakespeare, también empezaron siendo actores, aunque después mostraron su genio como autores.

El dramaturgo escribe para sí mismo, como Dario Fo. Su palabra pasa por su cuerpo.Pero la mayor parte de las veces terminan haciéndola suya otros actores.Y eso, a pesar de todo, me gusta. Hace de la dramaturgia una cosa viva. Los directores y los actores toman el texto como una partitura básica sobre la que se pueden introducir modificaciones. Una obra teatral anda por ahí para que alguien la tome y haga con ella otra cosa. En cambio a un editor, por ejemplo, no se le ocurriría decir, sobre un poeta o un novelista: Ah, esta frase o este verso no me gusta, lo tacho. Sin embargo, una buena novela de hoy puede quedar definitivamente olvidada dentro de 100 años, mientras que una obra de teatro puede ser redescubierta y llevada a escena de aquí a mucho tiempo.Sus obras reflejan una mirada aguda sobre nuestra identidad.

¿Esa identidad tuvo cambios sustanciales respecto de sus comienzos como autor?

El gran cambio, para mí, es la derrota del socialismo como sistema de pensamiento para explicar la sociedad. Aunque creo que el socialismo sigue vivo. Quienes fracasaron fueron los socialistas. La idea de una sociedad solidaria sigue siendo la única alternativa de futuro. La otra opción es la destrucción. Por eso me da bronca cuando, frente al fracaso de aquellos ideales muchos parecen ponerse contentos. Yo lo acepto, pero con dolor, con desconcierto. Y me sigo preguntando: ¿Se podrá hacer alguna vez?


Fuente: Clarín

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