miércoles, 17 de febrero de 2010

Pecaminosa transposición

Rafael Spregelburd. En un principio se había propuesto escribir siete obras para que pudieran ser representadas una cada día de la semana

La ‘Heptalogia de Hieronymus Bosch’

No es la extensión lo que da unidad a las obras que componen la “Heptalogía de Hieronymus Bosch” de Rafael Spregelburd. Tampoco fueron escritas de la misma manera: algunas nacieron de su pluma y otras terminaron de tomar forma en el escenario. ¿Qué es entonces? Tal vez el hecho de que desarrolle una teoría actoral a partir de la crisis de representación.

Por Celia Dosio

La terquedad, última obra de la Heptalogía de Hieronymus Bosch de Rafael Spregelburd, con una trama situada en Valencia durante la Guerra Civil Española, fue estrenada en Frankfurt hablada en alemán. Así termina, tan extravagante como comenzó, el proyecto de escribir siete piezas teatrales a partir de la famosa Tabla de Hieronymus Bosch sobre los pecados capitales. A casi diez años de la primera edición, aquella de Adriana Hidalgo conteniendo las tres primeras obras, Atuel lanza la Heptalogía de Hieronymus Bosch completa en cuatro tomos.

Los años que llevó su elaboración, en ciudades y lenguas diversas, la cantidad de premios recibidos, la variedad de actores y compañías involucrados, desafiando fronteras y límites de la representación, nos señalan la dificultad de hablar de la Heptalogía... No atinamos a describir la totalidad, importancia y alcances de la saga. Tal vez no se ha insistido lo suficiente pero el escritor más prolífico, ambicioso e influyente de su generación no es narrador o poeta, es dramaturgo y se llama Rafael Spregelburd. Tiene una obra sólida, vasta y atractiva, aunque todavía no ha cumplido cuarenta años.

Pecaminosa transposición. En un principio, Spregelburd se había propuesto escribir siete obras cortas con la fantasía de que pudieran ser representadas una cada día de la semana. La inapetencia y La extravagancia, las dos primeras, funcionan de esta manera. Ya en la elaboración de La modestia el proyecto mutó, las obras comenzaron a tener otra extensión, otra dinámica. ¿Qué es lo que da unidad a estos textos? No es la extensión. Tampoco fueron escritas de la misma manera: algunas son obras de escritorio, otras tomaron su forma en el escenario. El autor identifica que la diferencia se da en que pertenecen a una saga: “Hay algo en la totalidad que balbucea en lenguas impronunciables por encima de las cabezas de los personajes: este espíritu ‘moral’, este diccionario perdido, este movimiento en círculo alrededor de la misma obra global, son todas maneras de traducción de aquel espíritu de Bosch que tanto me impresiona de su Tablero de los siete pecados capitales y de las cuatro postrimerías.” Esa rueda de pecados habilita una necesaria reflexión sobre el mal. Entendiendo que cada pecado capital, desviado en la lectura de Spregelburd, consiste en el exceso de una actividad natural. Estos “nuevos” pecados capitales hablan también de la coyuntura en que fueron creados, los años de la Argentina que van del final del menemismo al actual gobierno de Cristina. En este sentido, no resulta extraño que se hayan incluido en la edición de Atuel las columnas escritas por Spregelburd para este mismo diario. Textos que, leídos en continuidad con sus obras, bien podrían formar parte de las mismas. El autor pasa de la estrategia discursiva del “no sé” al compromiso político y estético afín a sus piezas, señalando, dudando y jugando con los equívocos de lo real. Algo que Jorge Dubatti identifica como “la visión crítica social y política spregelburdiana” donde “el espectador ríe a carcajadas porque ve en la poética teatral un desenmascaramiento de la percepción irónica.”

Pero hay más, porque la Heptalogía... desarrolla también una teoría actoral a partir de la crisis de representación, algo que luego se aplica en lecturas de la realidad. “El personaje –aclara Spregelburd– no es un remedo de persona, una ‘personita’, sino una fuerza poética en un mundo hipotético y ficcional.” Así, en La estupidez, cinco actores interpretan vertiginosamente veinticuatro personajes. Y concluye “que el actor no gaste energía en parecerse a algo que no es. Su fuerza poética única y singular es la mejor garantía de eficacia teatral.

Un salto al vacío

Andrea Garrote*

Con Rafael ya teníamos un par de obras montadas y varios viajes cuando empezó con la idea de la Heptalogía de Hieronymus Bosch. A mí me pareció un proyecto ambicioso y enorme, pero él lo contaba con tranquila seguridad y sin prisa alguna. En ese momento, yo quería hacer un espectáculo de monólogos. A los tres días apareció La extravagancia. Imaginen qué enorme regalo para una actriz.

Esta experiencia fue el salto al vacío que propone todo monólogo y con tres personajes de composición que debían ser graciosos pero no paródicos, que pudieran contener la emocionalidad oculta hasta el final de la obra. Luego, casi sin pausa, vino Rafael con las primeras escenas de La modestia. Es una de las obras que más he disfrutado. Su dispositivo estructural nos daba a los actores la posibilidad de explorar dos lenguajes de actuación de manera simultánea. Es una obra exquisita, así como La estupidez es genial y monumental.

Las obras de Rafael proponen una reflexión profunda y amplia sobre el hombre, su moral, sus modos de relación y al día de hoy, cito o recuerdo frases y situaciones de esas obras que me despertaron, me enseñaron como lo hace la experiencia directa. No tengo más que orgullo y agradecimiento por ser parte de esta experiencia, sabiamente intercalada con otras, que se hizo concreta con cariño y dedicación.

*Actriz.

Fuente: Perfil

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