martes, 2 de febrero de 2010

Lisandro Rodríguez

Demoliendo paredes Actor, director y dramaturgo, hizo modificaciones en un PH donde vivía y lo convirtió en sala teatral. Estudió con Agustín Alezzo, y ahora ofrece "Díptico".
Por: Juan José Santillán

Fue muy casual mi llegada al teatro. Nací en Quilmes, en un momento me vine a trabajar a Buenos Aires y el primo de un compañero del laburo estudiaba teatro con Agustín Alezzo -explica Lisandro Rodríguez-. En ese momento, yo no tenía la menor idea de quién era. Me anoté y finalmente estudié cuatro años en su estudio El Duende".

De ese modo, algo que era muy ajeno empezó a sonarle de otra manera a Rodríguez. Y entró con tal furia al metier teatral que en un momento decidió demoler algunas paredes del PH donde vivía y armó su primera sala teatral: La Casa del Hombre Elefante.

Rodríguez tiene 29 años, es actor, director y dramaturgo. Se formó, luego de su experiencia con Alezzo, en la carrera de dramaturgia de la EMAD. Fue uno de los creadores del Proyecto Suiza, un ciclo de performances que se realizaron en las madrugadas de los sábados durante dos años. Se difundía boca a boca y por allí pasaron jóvenes actores que se presentaban luego de trabajar en otras obras. Algunos incluso montaron escenas de espectáculos que luego estrenaron en la cartelera porteña.

Pero la dueña del PH no le renovó el contrato y Lisandro Rodríguez se mudó a Palermo. Allí inició su segunda experiencia con una sala: Elefante Club de teatro, que apadrinó Julio Chávez, quien, además, dirigirá un texto de Santiago Loza en un ciclo de monólogos que se desarrollará este año. La nueva "sala" es una ex ferretería. En ese espacio, Rodríguez presenta actualmente Díptico, obra que dirige y escribió junto a Loza.

Más allá de tu deseo, ¿qué aportó Alezzo a tu inquietud por el teatro que te llevó, incluso, a romper tu casa para armar una sala?

Me metió de lleno en el medio teatral. Encendió mi pasión por el estudio, por leer una obra o discutir sobre teatro. También me brindó ciertos valores arraigados a eso. Pero la escuela de Agustín no te impulsa a producir. No hay muestras de fin de año. Y eso justamente me llevó a producir por mi cuenta y tener un espacio propio. Todavía me junto con los compañeros del taller con Alezzo para trabajar y con algunos somos socios en la sala. Pero esa experiencia en el Estudio El Duende está cruzada por un montón de otras cosas.

¿Por qué decidiste volcarte desde la actuación a la escritura?

Siempre me interesó producir mis propios materiales, y a partir de eso empecé a interiorizarme y me anoté en la EMAD. Para ingresar escribí mi primera obra, Felicidad doméstica. Para mí fue fundamental esa experiencia porque me enseñó a armar buenos grupos de trabajo. En la EMAD, por ejemplo, conocí a Santiago Loza.

Con respecto al Proyecto Suiza, ¿pensás que ese ciclo de performances tuvieron una irreverencia con respecto al espacio donde se concibe un espectáculo teatral que no es común, incluso, en la escena alternativa?

Puede ser. Pero me es difícil hablar de una "realidad del teatro". Creo que ahora no se termina de decodificar qué significa romper con lo establecido en el medio teatral. A veces se piensa que es plantear algo novedoso, que denuncia tal cosa o muestra tal otra, pero no se tiene en cuenta dónde se hace, cómo se lleva a cabo y quién lo ve. Lo que estoy aprendiendo es que la denuncia más fuerte es tratar de buscar nuevos motores propios para poder expresar. Poder hacer teatro en las condiciones que uno quiere, más allá del resultado, también dice algo. Yo hago la sala en mi casa para producir y no dependo de otra cosa que de mis ganas. No tengo que ir con una carpeta a que juzgue el dueño de un teatro del off. La gente que viene a ver Díptico, o cualquier otro trabajo que hacemos en la sala, puede o no gustarle, pero hay algo que no puede discutir.

¿Qué sería lo indiscutible?

El lanzarse y hacer las cosas pese a todo. Eso es hacer algo diferente, correrse del canon y la moda teatral en Buenos Aires. Y también correrse del modo en que se produce teatro "alternativo" hoy en día con los agentes de prensa y todo lo que hay que pagarles. Todo esto es para mí una posición política de alguna forma. Me junto con gente que quiera pertenecer al espacio que creamos y que respete sus reglas.

¿Esta forma de funcionamiento tiene un techo?

Sí, pero también creo en los procesos. Esta sala en Palermo no es igual a la anterior. No sé qué va a pasar ahora.

¿Qué comunica a "Sencilla" y "Ella merece lo mejor", las obras que componen tu espectáculo "Díptico"?

A la primera la escribí con Santiago Loza, y a Ella merece lo mejor la escribí en la EMAD. Ambas comparten el imaginario de las mucamas. En la primera, se juntan dos y pelean por un banco de plaza. La otra es sobre un matrimonio que tiene una mucama. Este personaje se repite en los dos textos, aunque las historias no tienen nada que ver.

¿Son obras concebidas para tu espacio o pensás sacarlas a otros teatros?

A otra sala, no. Pero quisiera llevarla a Quilmes. Por ejemplo, hacerla en el jardín de la casa de mis viejos.

Fuente: Clarín

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