miércoles, 10 de febrero de 2010

De inédito a indispensable: la huella de Macedonio Fernández

Falleció hace 58 años

El escritor se propuso generar una contraliteratura que parodie a los grandes géneros de la escritura. Además de varias obras póstumas, dejó como principal legado un cúmulo de ideas vanguardistas que desperdigó en tertulias y reuniones de café.

De Macedonio Fernández se sabe poco y se dice mucho. El escritor, al que muchos ligaron al inicio del modernismo en Argentina, carente de extensas biografías que pinten de cuerpo entero su vida de exponente de las letras, se configuró -a contramano de tantos otros grandes de la literatura- a través de anécdotas de sus charlas de café, sus múltiples y humanistas intereses, sus participaciones en mitines de vanguardia. Quizás esta peculiaridad se haya dado porque la mayor parte de sus textos se conocieron de manera póstuma: dejó papeles sueltos y colaboraciones dispersas que, gracias a la prolija labor de su hijo, fueron años después publicadas.
De profesión abogado, ejerció durante veinte años y fue compañero de Enrique Larreta y del padre de Jorge Luis Borges. Después, llevó una vida ociosa y modesta. Macedonio mantuvo correspondencia largamente con los escritores William James y con Ramón Gómez de la Serna.

Su objetivo dentro de la literatura era claro, concreto y novedoso: proponer un ejemplo de contraliteratura basado en el desmontaje y la parodia de los grandes géneros. Soñaba, sobre todo, con romper los lugares comunes y la solemnidad a través del humor, combinando sus intereses esotéricos con la psicología.

Original y excéntrico se convirtió en una leyenda. Sus amigos de la época lo erigieron como un “gran conversador” y un “agudo humorista”. Los testimonios de quienes compartieron su mesa de café, la tertulia literaria o su pieza de pensión, todos conspicuos escritores, músicos, intelectuales, etcétera, dieron convergentes versiones de su diálogo inteligente, creativo, estimulante y de brillante humor.

Fue un profundo amigo de Jorge Luis Borges, que prologó uno de sus libros rescatando “su inteligencia proverbial. Macedonio prefería el tono de consulta modesta antes que el dictamen pontificador. Su tono habitual era el del ánimo perplejo. Lo caracterizaba la veneración de Cervantes, una cierta divinidad, para él. Detestaba todo aparato erudito, que entendía como una manera de eludir el pensamiento personal. De esta manera su actividad mental era incesante. Vivía desinteresado de las críticas ajenas, de confirmaciones o refutaciones exteriores. Con desparpajo y no cuestionada generosidad, atribuía su propia inteligencia a todos los hombres”, describía.

Macedonio nació un 1º de junio 1874 y murió un 10 de febrero de 1952.

Fuente: Hoy

No hay comentarios: