domingo, 12 de julio de 2009

Propuesta básicamente actoral

Destacables trabajos de Lorena Vega, Celina Font y Sebastián Mogordoy con dirección de Bernardo Cappa

Amor a tiros. Dramaturgista: Laura Névole. Dirección: Bernardo Cappa. Intérpretes: Celina Font, Sebastián Mogordoy, Lorena Vega. Escenografía: Norberto Laino. Vestuario: Paola Delgado. Diseño de luces: Claudio del Bianco. Asistente de escenografía: Christian García. Ayudante de escenario: Gastón Santos. Asistente de dirección: Maia Lancioni. En El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960; 4862-0655. Funciones: sábados, a las 21, y domingos, a las 19 (hoy y mañana, suspendidas). Duración: 60 minutos.

Nuestra opinión: muy buena

Tres agentes de la policía participan de un operativo pero, extrañamente, ese operativo no será el eje de esta nueva producción que dirige Bernardo Cappa. Lo más atractivo del proyecto es el entramado de relaciones que se ha creado entre los personajes y cómo, a partir de la confrontación de sus conductas, se va develando quiénes son, cuáles son sus aspiraciones y, sobre todo, que expectativas tienen en relación con los otros. La historia está en ellos mismos, en esos interiores convulsionados que dejan escapar mientras accionan.

Amor a tiros asoma como una experiencia de creación grupal guiada por el director y con construcciones sumamente potentes de los personajes. Lo que finalmente resulta muy atractivo para los espectadores quienes, ubicados muy cerca de la acción, se ven todo el tiempo involucrados en ese submundo policíaco: oscuro, denigrante por momentos y exasperado siempre. La relación amorosa que allí se explicita está cargada de pasión pero, a su vez, la violencia con la que se expresa no hace más que tornarla imposible.

Impecables

Celina Font, Sebastián Mogordoy y Lorena Vega desarrollan tres trabajos actorales impecables y hacen que la trama del espectáculo se engrandezca. Es cierto que la historia es pequeña, pero, gracias al juego de los tres intérpretes -muy bien conducido por Cappa-, el mundo por el que transitan se torna potente e inquietante.

La escenografía de Norberto Laino y el diseño de luces de Claudio del Bianco resultan, en este caso, aportes fundamentales en la definición de un ambiente sombrío en el que la acción aparecerá contenida, hasta que los personajes terminarán haciéndola estallar, no sin una buena cuota de humor, en más de una oportunidad.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

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