BACKSTAGE
Con "Karabalí, ensueño Lecuona", un show especial dedicado a homenajear al maestro cubano Ernesto Lecuona, en el teatro Margarita Xirgu, el grupo celebra sus veinte años sobre el escenario.
Por: Sandra Commisso
No todos los días se cumplen veinte años de transitar escenarios. Por eso Los Amados lo están festejando con un show muy especial, Karabalí, ensueño Lecuona, dedicado íntegramente a homenajear al maestro cubano Ernesto Lecuona (1895-1963), autor de Siboney y otros clásicos, en el teatro Margarita Xirgu.
Como corresponde a una estrella, Alejandro Viola, que además de ser el líder del grupo es el director del espectáculo (el inefable y eterno Chino Amado), tiene su propio camarín. Es el primero en llegar, dos horas antes de cada función, y supervisa estrictamente que nadie se demore. Muy obedientes todos, enseguida se van sumando: Lisandro Fiks (Tito Richard Junquera), que también se ocupa de los arreglos y la dirección musical; Fernando Costa (Pocholo Santamaría en la percusión), Oscar Durán (el maestro Cristino Alberó, con su requinto), Hernán Sánchez (en el escenario es Angel y su trompeta), Analía Rosenberg (la pequeña Raquelita Jarsinski, que se luce en el piano), David y Rubén Rodríguez (los hermanos Black y Mambo Méndez, en percusión y voces) y la nueva cantante invitada, Daniela Horovitz (exuberante Rosa Bernal).Las chicas comparten camarín y los muchachos se las arreglan todos juntos en un gran camarín en el subsuelo.
Nunca faltan el mate y las facturas (somos todos muy dulces y golosos, confiesan) para amenizar el largo proceso de maquillaje y vestuario. Antes que nada, hacen prueba de sonido y luces en el escenario. "Siempre hay algún cuadro nuevo, cosas que se agregan o para corregir, así que ensayamos mucho", cuenta Viola. Fuera de escena, el Chino deja de lado el romance y se pone estricto con sus músicos. Como en todo grupo, hay algunos más disciplinados, como Analía, y otros, como los Rodríguez y Fiks, que no paran de hacer chistes. "Son revoltosos", diría el Chino.
Después llega la hora del maquillaje, con ese estilo kitsch que los caracteriza, los jopos exagerados estilo años '50, a tono con los trajes, todos diseñados especialmente para cada show. La nueva integrante del grupo, Daniela, recibió clases especiales de maquillaje y cada uno va armando su personaje. Mientras repasan los comentarios que reciben del público, colegas y amigos, la asistente de escenario, Daniela Martín, se ocupa de retocar, coser y arreglar detalles de último momento en el vestuario.
Antes y después de cada función siempre hay sorpresas. Una de las últimas fue la presencia del sobrino nieto de Ernesto Lecuona, Rafael. El señor vive en Texas, pero visita seguido el país porque está casado con una argentina. "Le habían comentado del espectáculo y cuando llegó a Buenos Aires se vino directamente al teatro. Terminó arriba del escenario, bailando con nosotros", contó Viola. "Estaba muy emocionado y nos dijo que don Ernesto hubiera estado muy feliz, porque tenía un gran sentido del humor".
Todos los domingos, después de la función, el grupo y los técnicos cenan juntos, casi como en un ritual. A dos meses del estreno, los sábados suelen colgar el cartelito de "No hay más localidades", lo que los llevó a agregar más shows hasta julio.
No todos los días se cumplen veinte años de transitar escenarios. Por eso Los Amados lo están festejando con un show muy especial, Karabalí, ensueño Lecuona, dedicado íntegramente a homenajear al maestro cubano Ernesto Lecuona (1895-1963), autor de Siboney y otros clásicos, en el teatro Margarita Xirgu.
Como corresponde a una estrella, Alejandro Viola, que además de ser el líder del grupo es el director del espectáculo (el inefable y eterno Chino Amado), tiene su propio camarín. Es el primero en llegar, dos horas antes de cada función, y supervisa estrictamente que nadie se demore. Muy obedientes todos, enseguida se van sumando: Lisandro Fiks (Tito Richard Junquera), que también se ocupa de los arreglos y la dirección musical; Fernando Costa (Pocholo Santamaría en la percusión), Oscar Durán (el maestro Cristino Alberó, con su requinto), Hernán Sánchez (en el escenario es Angel y su trompeta), Analía Rosenberg (la pequeña Raquelita Jarsinski, que se luce en el piano), David y Rubén Rodríguez (los hermanos Black y Mambo Méndez, en percusión y voces) y la nueva cantante invitada, Daniela Horovitz (exuberante Rosa Bernal).Las chicas comparten camarín y los muchachos se las arreglan todos juntos en un gran camarín en el subsuelo.
Nunca faltan el mate y las facturas (somos todos muy dulces y golosos, confiesan) para amenizar el largo proceso de maquillaje y vestuario. Antes que nada, hacen prueba de sonido y luces en el escenario. "Siempre hay algún cuadro nuevo, cosas que se agregan o para corregir, así que ensayamos mucho", cuenta Viola. Fuera de escena, el Chino deja de lado el romance y se pone estricto con sus músicos. Como en todo grupo, hay algunos más disciplinados, como Analía, y otros, como los Rodríguez y Fiks, que no paran de hacer chistes. "Son revoltosos", diría el Chino.
Después llega la hora del maquillaje, con ese estilo kitsch que los caracteriza, los jopos exagerados estilo años '50, a tono con los trajes, todos diseñados especialmente para cada show. La nueva integrante del grupo, Daniela, recibió clases especiales de maquillaje y cada uno va armando su personaje. Mientras repasan los comentarios que reciben del público, colegas y amigos, la asistente de escenario, Daniela Martín, se ocupa de retocar, coser y arreglar detalles de último momento en el vestuario.
Antes y después de cada función siempre hay sorpresas. Una de las últimas fue la presencia del sobrino nieto de Ernesto Lecuona, Rafael. El señor vive en Texas, pero visita seguido el país porque está casado con una argentina. "Le habían comentado del espectáculo y cuando llegó a Buenos Aires se vino directamente al teatro. Terminó arriba del escenario, bailando con nosotros", contó Viola. "Estaba muy emocionado y nos dijo que don Ernesto hubiera estado muy feliz, porque tenía un gran sentido del humor".
Todos los domingos, después de la función, el grupo y los técnicos cenan juntos, casi como en un ritual. A dos meses del estreno, los sábados suelen colgar el cartelito de "No hay más localidades", lo que los llevó a agregar más shows hasta julio.
Fuente: Clarín
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