IV FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO MERCOSUR 2003: "FELIX. MARIA. DE 2 A 4"
La pieza que dirige Beatriz Catani transcurre, durante dos horas, por la ciudad de Córdoba.
Durante toda la semana, a las 14, se lleva a cabo la obra Félix. María. De 2 a 4, con dirección y dramaturgia de la teatrista platense Beatriz Catani, dentro de la sección Arte Público del IV Festival Internacional de Teatro Mercosur 2003. Catani es dramaturga, directora y docente teatral. Entre los títulos que dirigió se encuentran Los 8 de julio (en el ciclo Biodramas del Teatro Sarmiento), Ojos de ciervo rumanos, Perspectiva Siberia, La desdicha y Las presidentas. En esta oportunidad propone un espectáculo itinerante, que problematiza el espacio escénico. Se trata de un trabajo realizado en el marco del taller de experimentación escénica auspiciado por la Fundación Antorchas, que se representó dos veces en La Plata en mayo de este año y ahora está en Córdoba. "La premisa era trabajar en los bordes entre la ficción y la realidad", explicó a Clarín la directora, quien siempre apuesta a la renovación de procedimientos y a crear lenguajes nuevos. "Una posibilidad para lograrlo es abandonar la sala", señala. De eso se trata Félix. María. De 2 a 4: un teatro fuera de la sala, que no sucede en un solo espacio físico.
Doce espectadores es el limitadísimo cupo que admite este espectáculo. Cecilia Coleff e Iván Esquerré son los actores que interpretan a los personajes principales, secundados por actores de roles secundarios (un taxista, un médico, entre otros). Actores y público se encuentran en el Centro Cultural Alta Córdoba y juntos comienzan un itinerario que se extiende por dos horas y que obliga a los espectadores a seguirlos, con rumbo incierto, por las calles de la ciudad. El público debe sintonizar la radio (elemento obligatorio para la función) en la frecuencia que se le indica y caminar tras Félix y María.
La pareja transita en tiempo real por lugares cotidianos: una esquina, una peña, un hotel, un hospital y el público escucha los diálogos a través del sistema de audio de frecuencia modulada. El punto de partida del recorrido por distintas locaciones es un locutorio —frente al Centro Cultural—, al que entra Félix, mientras los espectadores observan su conducta. Ingresa a una cabina y habla por teléfono. Los doce "intrusos" escuchan absolutamente todo lo que los actores conversan y, primero tímidamente, luego con mayor confianza, van involucrándose en la historia. Félix ve a María y cruza a su encuentro. La pareja decide movilizarse en taxi y hay que seguirlos. Entonces el desconcertado público sube a taxis cómplices del espectáculo y se embarca en la aventura que lo llevará, incluso, hasta la habitación de un hotel alojamiento.
Hay una historia que se cuenta: los encuentros y desencuentros de una pareja de jóvenes. Hay actores espontáneos que se suman involuntariamente a la propuesta cuando, por ejemplo, Félix le pregunta a un transeúnte la hora. Entra en juego también lo accidental: en una de las funciones, la policía intervino llamada por vecinos que notaron sonidos muy fuertes. También hay un desenlace para ese relato. Pero la historia es sencilla, porque los procedimientos para contarla concentran la mayor riqueza de esta propuesta.
"Es una producción compleja para llevar a cabo. Hay que establecer contactos con cada locación, organizar los traslados de la gente. Es costosa", explica Catani. "La gente sigue una historia ficcional, pero además recibe los estímulos de la realidad en cada lugar. Se da una zona confusa o borrosa que es la que más me interesa; pensar qué de lo que sucede es realidad o ficción: es difícil de determinar. Porque hay hechos de la realidad que intervienen en la obra, por una pregunta o un hecho azaroso. O cuando el mismo público es mirado como actor por los que está desprevenidamente afuera", agrega.
¿Por qué la necesidad de poner en conflicto ficción y realidad?
Me interesaba que el espectáculo sucediera en un tiempo real y con desplazamientos reales. Además, a la realidad se la puede percibir a partir de la existencia de un lenguaje. Y lo que no existe en lo real es precisamente un lenguaje. Todo sucede y es, pero sin algo que lo organice. Al recortar una porción de la realidad con un organizador, lo real empieza a poder ser percibido y uno empieza a ponerle un sentido. Pero no soy militante del trabajo realista. Tomo esto como parte de una experiencia para ver cómo se puede generar lenguaje en la realidad.
¿Quién no puso la oreja alguna vez para escuchar una conversación ajena? En Félix. María. De 2 a 4, el público es invitado a explorar la ciudad y meterse sin culpas en una historia pequeña. En el recorrido, viaja en taxi y en colectivo, es convidado con una taza de café y hasta con comida regional. Y cuando la función termina, no sabe si su parte fue la de un espectador o la de un actor.
María Ana Rago
Fuente: Clarín
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