TEATRO : ENTREVISTA A EDUARDO "TATO" PAVLOVSKY
A los 73 años, protagoniza la obra "Variaciones Meyerhold", dirigido por su hijo Martín, en el Centro Cultural de la Cooperación, Hay, además, otros dos textos de su autoría en cartel en Buenos Aires y otra obra en Madrid, Y se están por estrenar dos más. Aquí, se defiende de quienes lo acusan de hacer teatro político.
Laura Gentile
Un día la segunda esposa de Eduardo "Tato" Pavlovsky, la escritora Susana Torres Molina, le dio un consejo a la actual, Susana Evans: "Nunca permitas que deje de hacer teatro". Y al parecer viene cumpliendo el consejo al pie de la letra.
"Yo creo que, si no te miento desde el año 1961, es difícil que yo haya dejado un año de hacer teatro", asegura el propio Pavlovsky, sentado en un sillón de su amplia, luminosa y austera casa del barrio de Belgrano.
A los 73 años, edad en la que muchos se jubilan, Pavlovsky continúa atendiendo pacientes en sus grupos de psicodrama, protagoniza la obra Variaciones Meyerhold en el Centro Cultural de la Cooperación, tiene en cartel dos obras de su autoría en Buenos Aires y otra en Madrid y está por estrenar dos más.
Todo impulsado por una pasión irreductible. Y también por una considerable autoexigencia: "Si yo no leo dos horas por día —dice— siento que soy un vago, aunque atienda dos grupos de 14 personas cada uno".
Alguna vez dijiste que en tu familia ser exitoso era una obligación...
Es cierto. Es una familia de médicos muy prestigiosa con una ideología que se ha extendido no solamente a los Pavlovsky, sino también a los que son "de Pavlovsky". La idea es que el tipo normal fracasó. Debo decir que yo he tenido una gran madre que me estimuló como loca para que yo fuera bueno en algo.
¿Y cómo te estimulaba?
De todas maneras. Primero, con el estudio de medicina. Papá, en cambio, me estimulaba en lo deportivo, me tomaba el tiempo en natación con un cronómetro, para que fuera campeón. Cuando empecé con el psicoanálisis se desorientaron. Pero después se dieron cuenta de que progresaba también en la profesión, entonces ¡látigo! En el teatro al principio les parecía medio chanta, un médico-actor. Después, cuando mi nombre empezó a aparecer con cierto nivel de prestigio, empezaron los dos a ponerse contentos. Pero yo pienso que muchas figuras de mi familia que no pudieron triunfar y fueron tipos normales se sienten, me parece, fracasados.
Pero eso es feo.
¡Espantoso!, lo que pasa es que conmigo funcionó. Yo también soy feliz con mi realización, con poder haber escrito tantos libros, tener una profesión de la que todavía vivo.
También dijiste en algún momento que lamentablemente esa ideología la tenés incorporada.
Sí, también la tengo, y me río. Por ejemplo yo le digo la misma frase a mi hijo menor, Federico, que es un muy buen psiquiatra, y a Martín, que es buen músico: "¡No seas cagón, vos sos Pavlovsky!"
Justamente es Martín, músico y actor, quien lo dirige en la obra Variaciones Meyerhold, que Tato protagoniza cada viernes en el Centro Cultural de la Cooperación, junto a su mujer Susana Evans.
Vsevolod Meyerhold fue uno de los grandes innovadores del teatro ruso del siglo XX. Defensor de la imaginación creadora en oposición al teatro lineal marcado por el realismo social de la Revolución (a la que él, por otra parte, adhería), Meyerhold fue perseguido por Stalin, apresado, torturado y asesinado en 1940.
En la obra Pavlovsky encarna al ruso y celebra la imaginación creadora como motor revolucionario. Y aunque intenta trazar un paralelismo entre aquella represión y la ocurrida en la última dictadura argentina, cabría preguntarse ¿cuáles son hoy, en plena democracia, los métodos de control de la imaginación creadora?
"Me parece que la imaginación creadora está dada para un sector de la población —responde Pavlovsky—, las necesidades básicas en general son tan acuciantes que desgraciadamente un sector de niños que no tiene educación, salud, ya está neurológicamente destruido".
¿Lograr que toda una generación se muestre escéptica con lo político es otra forma de control?
Hay una nueva generación de autores, que es muy buena, que si hablás de política parece que les hablaras no sé de qué. A mí me han dicho "eso lo leo en el diario", como respuesta a lo que hago. Yo creo que el teatro debe ser libre. Pero ¿qué pasa?, tomemos a tres autores "viejos", por así decirlo: Roberto Cossa, el recordado Chacho Dragún y yo. Hemos sido atravesados por una serie de dictaduras que evidentemente nos marcaron. Es difícil que todo lo que te ha pasado por el cuerpo no se trasmita. Cuando encuentro autores jóvenes a los que no les interesa nada lo político, yo entiendo que es otra vida existencial.
¿Si ustedes estuvieron atravesados por lo político, los dramaturgos jóvenes estarían atravesados por la nada?
Por ejemplo, Beckett escribía sobre la nada, el vacío. Pero eso en el teatro. El militó políticamente contra los alemanes. Vos decís lo de la nada y es cierto, pero para mí el hecho de escribir ya es importante. El acto de escribir es un acto de expresarse. Y eso es importante. ¿Por qué? Porque convoca gente, porque el teatro en sí es un fenómeno que te permite salir del autismo, creás en grupo. El fenómeno creativo grupal tiene muchos cimientos de cambio.
¿Por qué?
A mí el teatro me cambió. Me dio elementos de una creatividad impresionante para mi profesión de médico psicoanalista. Me capacitó y me dio los fundamentos de la imaginación como capacidad terapéutica. De golpe descubrí en grupos de psicodrama de chicos, que los que eran capaces de desarrollar más la imaginación lograban mayores efectos terapéuticos. Y eso me lo dio las clases de teatro que tomé con Pedro Asquini y Alejandra Boero, en los 60.
Médico psicoanalista, hace décadas que Pavlovsky atiende pacientes en grupos de psicodrama. Allí trabajan contra la propia autocensura.
¿En tus grupos notás que la gente tiene miedo a ser lo que es?
Sí. De acuerdo a determinadas estructuras familiares quizás el super yo es un dictador en la vida de uno, es un crítico que no te permite hacer nada y quedás bloqueado. Lo que uno trata es de desbloquear esas cosas a través de dramatizaciones. La gente no sabe que tiene una capacidad creativa bastante mayor de que la imagina. Nosotros tratamos de buscar que tengan conciencia de ese potencial. El problema es que hay miedo a la creatividad.
¿Miedo?
Así como tenés miedo a la locura, hay miedo a la creatividad desbordante, a esa musa, esa fuerza, esa pasión que da la creatividad.
¿Por qué?
Porque te descoloca de tu yo neurótico y te vas a otros territorios. Es un miedo al cambio. El tipo creativo se va a otro territorio. El tipo inhibido juega con su familia, papá, mamá, el nene y ahí está. Pero cuando crea y se hace cargo de su potencial cambia incluso los vínculos, se une a otra gente creativa que le da deseos. Y eso a veces da miedo.
Fuente: Clarín
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