viernes, 29 de enero de 2010

Rock, ideas y circo ambulante

La troupe de Teatro Mágico se propone desembarcar pronto en Buenos Aires.

TEATRO › MÁGICO ES LA BANDA QUE ABRIÓ EL FORO SOCIAL

El colectivo fundado por los hermanos Fernando y Gustavo Anitelli, que incluye payasos y malabaristas, está a la avanzada de una red de músicos que estimulan las descargas gratuitas y se financian con las presentaciones en vivo.

Por Facundo García
Desde Canoas

No es casualidad que la banda encargada de abrir la primera noche de conciertos del Foro Social Mundial haya sido Teatro Mágico. A medio camino entre el rock y el circo ambulante, este grupo encarna la avanzada de una red de músicos que procura salir de la lógica impuesta por las discográficas estimulando las descargas gratuitas y financiándose principalmente a través de los recitales. Además, su caso se destaca por derecho propio, porque la insólita tropa de payasos y malabaristas ha vendido doscientos mil discos en seis años y convoca un promedio de tres mil personas por presentación. En plena caminata por las calles gaúchas, Página/12 se encuentra con Fernando y Gustavo Anitelli, los hermanos que desde sus roles de vocalista y productor plantan la bandera de un movimiento en plena expansión.

Vienen envalentonados por su presentación en Porto Alegre. Fue una de sus actuaciones típicas, con color, identidad carnavalera y una fusión de hip hop, reggae, rock y géneros locales, diseñada para ofrecer –según sus propias palabras– “un reflejo de la música brasileña”. Por eso insisten en organizar un picado contra los argentinos, aunque ante la indecisión de la escuadra visitante –cuyo evidente hippismo pronostica la derrota– se vuelcan a la conversación. Fernando es el guía: “Cuando era chico siempre quise ser superhéroe y me ilusionaba imaginando que de grande tendría mi propio traje. Luego descubrí la figura del payaso, que es más potente, porque es un ser siempre dispuesto. Si le pedís a un payaso que camine sobre una cuerda, nunca va a decirte que no puede, sino que va a intentarlo, y tal vez hasta te saque una sonrisa. Con esa actitud es que encaramos los shows”. Todos los que suben a escena cargan ese tono irreverente y casi se diría que Teatro Mágico crea una burbuja donde la subversión de las jerarquías se multiplica en cada gesto. “Y todos lo entendieron fácilmente, porque ellos también se vienen disfrazados”, acota Gustavo.

–¿Cuál es su opinión sobre los músicos que están en contra de bajarse música por la web?

Fernando Anitelli: –Hay demasiados colegas con miedo. Creen que sus obras no pueden ser libres porque temen no poder ganarse el sustento. Claro que eso descansa sobre el error gigante de creer que la radio y la TV alguna vez van a valorarlos y a difundir sus temas. Mentira. La experiencia nos demuestra que ocurre en uno de cada mil casos. Hoy, las emisoras y los canales reciben dinero de los gigantes de la industria cultural para que pasen estrictamente lo que ellas venden. Si el sistema comunicacional del nazismo se basaba en repetir una mentira un millón de veces hasta convertirla en verdad, lo que ocurre hoy es que nos difunden un millón de veces sonidos de mierda y nos quieren convencer de que eso es música. Seamos francos: en ese sistema, los independientes no tienen lugar. Así que nosotros vemos con buenos ojos que los artistas peleen por tener una vida digna, pero a cambio de eso no vamos a caer en los planes de las multinacionales ni a ponernos en contra de otros trabajadores. Preferimos recuperar una metodología que existe desde tiempos ancestrales en el arte, y que consiste en ganar dinero con las presentaciones en vivo.

–Pero, ¿no resultó muy cuesta arriba armar un circuito propio desde cero? Los problemas de distribución y logística en un país como Brasil deben ser colosales.

Gustavo Anitelli: –El arranque fue dificilísimo. Conseguir locales cuando los dueños sólo estaban pensando en dinero fue una pesadilla. A la vez, fue afortunado, porque eso nos obligó a armar nuestro propio circuito de escuelas y universidades. Ahora los mismos que nos negaban los salones grandes nos llaman para hacer negocios y hasta la Sony ha intentado seducirnos. Nuestro gran acierto fue invertir el mayor esfuerzo en la relación con el público. La gente es la que nos dice qué le parece lo que hacemos y no los gerentes. Tenemos que responder a quienes vienen a vernos y nos escuchan. Ahí está el ciento por ciento del compromiso.

F. A.: –Cuando empezamos a proyectarnos a nivel nacional, el mayor obstáculo estaba justamente en la distribución. Después de darle vueltas al asunto, nos dimos cuenta de que podíamos resolverlo a través de las librerías. Un día a los libreros se les despertó la curiosidad y nos preguntaron si no pertenecíamos a un sello. Les respondimos que sí y entonces nació Zé Horacio Records. Horacio es nuestro viejo y lo pusimos a trabajar con nosotros, armando los CD en la piecita que tenemos detrás de la cocina. Hasta ahora va bien, lo único que tenemos que recordarle continuamente es que cuando alguien le viene a comprar un CD no se ponga a hablar de más. Porque tiene salidas como “no sabe lo simpático que es mi hijo” o “los dos me ayudan mucho en la casa”. ¡Es un bajón!

Teatro Mágico vive de gira. “Cuando necesitamos movernos, lo primero que hacemos es establecer contacto con los fans. Ellos son los que nos recomiendan dónde ir y qué tipo de espectáculo llevar. Ahora mismo estamos evaluando la posibilidad de visitar Buenos Aires”, relata Fernando. Estar en conversación cotidiana con la comunidad de seguidores brinda otras ventajas menos evidentes. Componer, sin ir más lejos, se vuelve una actividad menos solitaria. “Hace poco quería escribir una canción y pedí por Twitter que me contaran qué objetos perdían con frecuencia –recuerda el hombre de los trajes colorinches–. Me hablaron de llaveros, de corbatas, de paraguas. Luego pasamos a cosas intangibles. Aparecieron la dignidad, el orgullo, el amor. Armé una lista que se volvió letra de una canción y me puse a meterle la música en tiempo real, transmitiendo en streaming. Era impresionante, porque me llegaban observaciones muy útiles, como adónde se me estaba cayendo la melodía o en qué zona estaba necesitando un puente melódico. El resultado fue ‘O que se perde enquanto os olhos piscam!’ (Lo que se pierde en cuanto los ojos pestañean), y si le encuentran mérito, es mérito de todos."

Fuente: Página 12

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