sábado, 29 de agosto de 2009

La eterna furia de la tragedia de Eurípides

Cristina Banegas, Tina Serrano y un elenco algo heterogéneo Foto: LA NACION / Marcelo Omar Gómez

Cristina Banegas interpreta magistralmente a Medea, en una puesta basada en atractivas composiciones de imágenes corporales

Medea , de Eurípides, en versión de Cristina Banegas y Lucila Pagliai. Intérpretes: Cristina Banegas, Daniel Fanego, Tina Serrano, Héctor Bidonde, Analía Couceyro, Sandro Nunziata, Omar Fantini, Martín Kahan, Luciano Ruíz, Valentino Alonso, Susana Brussa, Coni Marino, Verónica Santángelo, Pochi Ducasse y Armenia Martínez. Música: Carmen Baliero. Luces: Leandra Rodríguez. Vestuario: Mini Zuccheri. Escenografía: Juan José Cambre. Dirección: Pompeyo Audivert. En el Teatro San Martín. Duración: 100 minutos.
Nuestra opinión: muy buena

Medea traicionó por amor a Jasón. Medea mató por amor a Jasón. Y ahora, abandonada y humillada por el nuevo casamiento del hombre amado, Medea elucubra su venganza que parece no tener límites y la llevan hasta la locura de matar a sus propios hijos. Veinticinco siglos transcurrieron desde que Eurípides escribió esta tragedia y aún hoy en día el conflicto sigue manteniendo la fuerza que siempre la distinguió, gracias a una versión que privilegia la fluidez de los diálogos.

No es lo único, la puesta cuenta con la escenografía de Juan José Cambre, que supo reproducir con pocos elementos los usos griegos de la representación; Leandra Rodríguez aportó una iluminación con mucha presencia arquitectónica y Mini Zuccheri, sin tratar de reproducir los diseños originales, logró una interesante combinación temporal. Pompeyo Audivert completó la hechura estética con una puesta que contempla una muy atractiva composición de imágenes corporales.

El resto fue la actuación. Y en este sentido hay diferentes estilos que afectan la integración total, porque frente al conmovedor trabajo de Tina Serrano, como la nodriza; la sólida prestancia de Héctor Bidonde, en la piel del rey Creonte, con una composición bien matizada; la expresiva composición de Daniel Fanego, como Jasón, al principio un poco rígido y luego más distendido, y el correcto desempeño de Omar Fantini, se enfrenta la actuación distanciada y carente de toda emoción de Analía Couceyro, como el corifeo. Tal vez es una marcación del director, como así también el comportamiento del coro, de Sandro Nunziata y de Martín Kahan, que se los ve sin fuerza y sin convicción.

Finalmente, la actuación de Cristina Banegas que lleva el peso de un texto difícil al que maneja sin dificultad, con potencia, con una articulación cristalina y un sobresaliente caudal de voz que resuena con pasión. Con este trabajo, Cristina Banegas puede recoger la corona de gran trágica y llevarla con el honor de haberla merecido.

Susana Freire

Fuente: La Nación

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