miércoles, 24 de junio de 2009

Gardel está vivo

Narran las frías crónicas que el 24 de junio de 1935, en un accidente de aviación en la ciudad de Medellín, el impulsor del tango canción y el cantor por excelencia pasaba a la inmortalidad y se convertía en el mayor mito de la música popular argentina.

Dicen hasta el hartazgo que cada día canta mejor. Pero es mentira. En principio porque su voz de alondras, esa brisa divina, ese brío galante, es inmejorable. En todo caso nosotros estaremos aprendiendo a escucharlo cada vez mejor. Pero por sobre todo porque con Gardel -paradójicamente errado ícono de la melancolía-, el sentido del tiempo no existe. Desde su pinta inalterable, mágica y hasta misteriosamente fantasmagórica hasta sus prodigiosas y adelantadas técnicas de canto; desde su visión vanguardista para recoger sonidos tradicionales y crear algo nuevo hasta la osadía aventurera de llevar esos paisajes a todo el mundo. Inventor, promotor de sí mismo, reo, distinguido, adelantado y clásico. Carlos Gardel rompió con todos los moldes y creó el propio. Es tan inmenso su mito que cuesta tomar dimensión de su real valor artístico y genial. Porque son esas grabaciones, registros indelebles, gemas de pasta, perlas crujiendo sobre el surco, las que derriban incluso a su propio mito, redoblando la puesta y superándose: el Mudo, el Morocho del Abasto, Carlitos el Zorzal Criollo o como quieran llamarle asentó en ellas una voz sin tiempo, de otros tiempos y de todos los tiempos.

Por eso no importa si nació en Tolouse, Tacuarembó o Tokio. Por eso no importa si cayó su avión en Colombia un 24 de junio de 1935 o como realmente saben los que saben, está vivo, felizmente gordo y libre de las severas dietas que coqueto se autoimpuso, silbando por las calles del Once o Floresta, con un jogging gastado pero su sonrisa inalterable. No importan los detalles anecdóticos, meros trámites del tiempo, cuando en Gardel se respiran inmensas bocanadas de eternidad. ¿Y de qué otra cosa se trata el arte, en definitiva, si no de alcanzar la trascendencia, la gloriosa eternidad? Por eso el mito, el ícono pintado en el micro o la estampita para el turista holandés son apenas un indicio de que estas tierras acunaron a uno de los grandes artistas del siglo pasado. Gardel fue y es eso: un artista genial e incomparable. Y además, con todo lo que sabemos que significa, Gardel es Gardel.


La historia oficial

La historia del Morocho del Abasto comenzó un 11 de diciembre de 1890 en una casa de la Villa Toulouse, la ciudad gris de los arcos rosa en el departamento de Haute-Garonne, hijo de Bertha Gardes, muchacha soltera de 25 años, de padre desconocido y bajo el nombre de Charles Romuald Gardés.
Tres años después, doña Bertha se afincó en Buenos Aires con su oficio de planchadora y ocupó una vieja casa de la calle Uruguay 162, donde una pequeña de 12 años vecina del lugar comenzó a llamarlo el francesito. Se llamaba Pierina Dealessi.

Musicalmente se inició con un cuarteto integrado por Gardel, Razzano, Martino y Salinas y la primera grabación que realizó en sistema acústico se hizo en la Casa Tagini de esta capital en enero de 1913, donde el mudo ejecutó la guitarra y cantó Sos mi tirador plateado y Yo sé qué hacer.
Ya como dúo fue en 1924 cuando Gardel-Razzano se presentan en vivo en el desaparecido estudio de la radio Splendid con temas que quedaron inmortalizados en el recuerdo popular como La garçonnière y Como agoniza la flor. En los sucesivos años y coincidentemente con las giras por España, París y Estados Unidos, Gardel grabó otras composiciones entre las que se encuentran: El bulín de la calle Ayacucho, Leguisamo solo, A contramano, Bandoneón arrabalero, Barrio viejo y Malevaje.

Como autor y en imponente dupla compositiva con Alfredo Le Pera, el vocalista creó reconocidas piezas del dos por cuatro de la talla de Volver, Sus ojos se cerraron, Mi Buenos Aires querido, Soledad, Por una cabeza y Cuesta abajo.
El cine también lo tuvo como principal protagonista como actor y productor, participando en once películas que lo llevaron a acrecentar su fama en América Latina y Estados Unidos, donde llegó a fundar una sociedad -“Exito Spanich Pictures”-, y que eran distribuidas por la Paramount.
Fuente: Hoy

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