lunes, 19 de mayo de 2008

“Quiero trabajar en puente con Buenos Aires”

TEATRO › ENTREVISTA AL ACTOR, DIRECTOR Y REGISSEUR ALFREDO ARIAS
El artista argentino, radicado en Francia desde hace casi cuarenta años, presentará hoy y mañana, en Villa Ocampo, lecturas escenificadas sobre Alabama Song, novela del francés Gilles Leroy premiada con el Goncourt

Por Hilda Cabrera

El actor, director y régisseur Alfredo Arias inicia la entrevista desplegando sobre la mesa unas fotos que hablan de su más reciente estreno en París. Las imágenes descubren una escenografía minimal, geométrica, que despierta interés. Una puesta que quizá pueda verse en Buenos Aires, porque este artista argentino radicado en Francia desde 1969 no ha cortado lazos y regresa siempre con ánimo creativo, ahora por varios meses. En principio para realizar dos funciones, hoy y mañana, de lecturas escenificadas en Villa Ocampo sobre Alabama Song, novela del francés Gilles Leroy premiada con el Goncourt 2007, y continuar con los preparativos para el rodaje de Choripán, película con producción de Lita Stantic, cuyo título –según Arias– es un símbolo argentino.

Estilista de la escena, aun en su faceta más provocadora, nostálgico en algún punto y con afinado sentido del humor, el director describe, en diálogo con Página/12, algunas de las secuencias capturadas en esas fotos que trajo de París. Pertenecen a La isla flotante, dramaturgia sobre un texto de la novelista y ensayista francesa Chantal Thomas (que estuvo en Buenos Aires en 2007), donde esta autora sublima una protesta de su infancia. Entonces, la pequeña Chantal y una amiga decidieron alimentarse sólo de “comidas blancas”, una forma de oponerse al mundo de los adultos. En la parisiense puesta de Arias, una actriz cumplió el papel de las dos niñas y Arias, el de la pantalla de una lámpara con la cual dialogan las infantas. El final guarda otra sorpresa: la invitación al público a degustar la comida de color blanco elaborada por el chef Alain Passart, dueño de L’Arpège, famoso restaurante vegetariano de París. Así, de una de las salas del Teatro de Chaillot, donde se ofreció La isla... el director pasa a otra sala de la residencia de estilo francés de Villa Ocampo (Elortondo 1837, Beccar) para presentar Alabama Song.

Arias cuenta que el acercamiento a la literatura de Leroy se intensificó luego de una convocatoria que hizo en París junto a la actriz Marilú Marini, que pidió a escritores contemporáneos, sobre todo novelistas, que se acercaran al teatro. El propósito era experimentar otras dramaturgias. “Gilles posee una escritura densa y poética, y como a otros autores, le pedí que desarrollara una idea –apunta el director–. Comenzamos a trabajar sobre una posible adaptación de la novela Nôtre Dame des Fleurs, de Jean Genet. Poco a poco, Gilles me dijo que quería independizarse de la responsabilidad de adaptar a Genet y escribió una obra que parte de algunos personajes de este escritor, pero vuela por sus propios medios. Es difícil de trasladar a la escena, porque está más allá de todas las reglas conocidas en el teatro.” La obra se llama Ange Soleil, nombre de un condenado a muerte mencionado en Nôtre Dame... a la manera de un “asesino héroe”. La acción se ubica en la noche que precede a la ejecución de Soleil, que finalmente es indultado. “La estrenaremos en Francia y en algún momento en Argentina”, sostiene Arias.

El intercambio artístico es característico en este director, recientemente invitado a dictar un seminario en el Conservatorio Nacional de París: “Mi idea es trabajar en puente con Buenos Aires. Pensé en un trabajo paralelo, con alumnos de una institución de Argentina”. Este deseo de abarcar territorios e incrementar el diálogo lo anima y acepta con alegría la invitación hecha por la coreógrafa Diana Theocharidis, encargada de la programación de los ciclos de música, teatro y danza que se realizan en Villa Ocampo: “En esa casona empezamos dos años atrás leyendo en escena el relato La sala de espera, de Eduardo Mallea; y presentando en 2007 Invenciones del recuerdo, sobre poemas de Silvina Ocampo”. En cuanto a la novela de Gilles, cuyo título es el mismo de la canción compuesta por Kurt Weill para Mahagonny, de Bertolt Brecht, seleccionó fragmentos que permiten dar idea del conjunto. En París, la lectura fue hecha por Fanny Ardant.

–¿Qué destacaría de la novela?

–Es un libro muy sensual. La relación de Zelda Fitzgerald con Francis Scott Fitzgeral es erótica, y aunque el texto muestra la progresiva degradación mental de Zelda, también rescata su lucidez. Ella fue atrapada por la escritura y el narcisismo de Scott; es la sacrificada, la que hace posible que la obra de él exista. El no le permitía escribir: era desposeída de cada iniciativa. Su casamiento fue el de un camino poblado de cruces, muy violento. Gilles rescata en la novela una frase de Zelda: “No es la locura la que nos separa. Nos separa la lucidez”. No debe ser el único caso, pero el suyo es poético, porque atravesó con bastante libertad su vida y no sé cuántos psiquiatras debieron asistirla. Francis Scott muere primero y Zelda, arruinada, vuelve a la casa de su madre. Su final es morir incendiada en el psiquiátrico donde estaba alojada.

–¿Realizó cambios para la lectura en Villa Ocampo?

–Adaptamos un poco el libro. Gilles avanzó la traducción para que pudiéramos hacer estas lecturas. Hice el montaje con Alejandra Radano y Sandra Guida. Imaginé una trama musical para la presentación.

–¿Le interesa especialmente mezclar texto y canto?

–En este caso, en que el contenido es tan intenso, pienso que “las playas musicales” permiten un tiempo de reflexión a la persona que escucha. He asistido a lecturas literarias abortadas por acumulación.

–¿Se trata de música creada para la ocasión?

–No. Pregunté a Gilles qué música podía haberlo inspirado en esta escritura y me respondió que muchas y muy diferentes. Finalmente, lo dejó a mi gusto. Gilles vive muy retirado, en el campo, en una casa con jardines. En los últimos meses el Premio Goncourt lo está llevando por el mundo.

–¿Halló una forma inmediata de acercar al público personajes tan complejos?

–Imaginé un diálogo entre dos niños que piden auxilio. Me pareció que podían ser Zelda y Francis Scott, niños perdidos en el mundo. En realidad, ellos eran celebridades. Gente con talento, bella y famosa.

–¿Fue un fenómeno de época? ¿Cómo es en ésta?

–Eran los “años locos”, desmesurados. La única persona que conocí de cerca y que se acercaba a eso fue Françoise Sagan, que escribió su primera novela, Bonjour tristesse (1954), a los 18 años. Hubo un momento en que proyectamos trasladar al teatro un libro suyo de 1987, donde ella simula dialogar con Sarah Bernhardt. No se pudo llevar a escena porque el éxito de Mortadela nos impidió ocuparnos de otro espectáculo. Sagan se reunía con gente de poder, con políticos, artistas... Llevaba una vida social intensa, utilizaba coches de alta velocidad; frecuentaba los casinos, donde hubo que prohibirle la entrada...

–¿Regresa a París o se queda?

–Voy a estar por un largo tiempo aquí, porque estoy ocupándome de Choripán, y si todo va bien, comenzaremos a filmar en octubre. Pospuse o dejé de lado todo lo que me ofrecieron en Francia para este año, porque necesito tiempo para la película.

–¿Qué opina del título?

–Adhiero. Ese nombre representa a la cultura pop argentina. El choripán es simbólico, constituye una identidad.

* Funciones: hoy y mañana a las 20.30, en Elortondo 1837 (Beccar), Altura Libertador 17.400

Informes: 4732-4988. Entrada: 50 pesos. Venta: Chacabuco 459, San Isidro, 4742-1297, y Thames 1762, Palermo, 4833-6637.

Fuente: Página 12

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