Destinado a difundir la Actividad Cultural de la Ciudad de La Plata y promover el Intercambio Cultural
sábado, 23 de febrero de 2008
El cabaret, vigencia y reciclaje
Por: Olga Cosentino
Dos obras en cartel ponen de manifiesto la actualidad de un género teatral con doscientos años de historia. Kabaret líquido, de Katja Alemann, y el célebre musical Cabaret renuevan el interés por la transgresión que –más allá de su transformación en objeto de consumo– sigue presente en este arte tan popular y rústico como inteligente.
La enumeración invita a la reflexión. Si al musical Cabaret , con más de 200 funciones en el teatro Astral, se le suman el recientemente estrenado Kabaret líquido , de y por Katja Alemann, en el Maipo Club; y el espectáculo de Mónica Cabrera, Dolly Guzmán no está muerta , que en el Centro Cultural Caras y Caretas homenajea al cabaret, se advierte una recurrencia significativa al género. Otros títulos podrían engrosar la lista si se incluyen los que acaban de bajar de cartel, como Berlín hora cero , protagonizado por Alejandra Perlusky en Velma Café; el premiado El 3340, con humos de cabaret , dirigido por el talentoso Juan Parodi; o Kagaret , del siempre inesperado José María Muscari. En los orígenes de esta forma escénica, en las transformaciones que ha sufrido y en lo que permite decir, subrayar o callar actualmente hay que buscar los motivos de este regreso.
Nacido periférico y marginal, el cabaret ganó hace tiempo la centralidad hegemónica, opulenta y tecnologizada del gran espectáculo comercial pero, también, parece seguir añorando los micro-territorios de a disidencia de lo que vieron nacer. Una doble identidad que se hace visible en opciones de la cartelera porteña de las que los títulos nombrados son solamente unos pocos ejemplos. El musical de Masteroff, Kander y Egg que con el nombre de Cabaret dirigió Harold Prince en 1966, en Broadway, y que tuvo en 1972 su ya mítica versión cinematográfica dirigida por Bob Fosse, subió al escenario del Astral a principios de 2007 con puesta de Ariel del Mastro y, con sala llena de miércoles a domingo, bajará de cartel a fin de marzo. Con deslumbrante diseño escenográfico de Jorge Ferrari, el siempre imaginativo vestuario de Renata Schussheim, radiante dirección musical de Julián Vat y una resolución coreográfica de seductora procacidad concebida por Elizabeth de Chapeaurouge, este Cabaret conquistó la adhesión de la crítica y de un público en el que hizo parte importante el turismo extranjero y del interior. Algunas figuras del elenco original fueron cambiando (Karina K. ocupó el lugar de Alejandra Radano como la protagonista Rally Bowles, la prostituta que lleva la marca de Liza Mine- lli), pero la personalísima composición de Alejandro Paker como el Maestro de ceremonias (Joel Grey, en el filme)sigue siendo uno de los puntales interpretati- vos de esta atractiva producción que no es cabaret sino que le rinde tributo.
A medio camino entre la mordacidad tradicional y cierta trivialización contemporánea, el reciente estreno de Kabaret líquido con el que regresó Katja Alemann a los escenarios, resultó una retroproyección nostálgica y algo descafeinada del under porteño de los años 80. La actriz y vedette de reductos legendarios de la vanguardia posdictadura como el Café Einstein, Cemento o Parakultural escribió los textos y canciones que interpreta. Es un espectáculo construido sobre citas evocativas del desborde erótico, la ambigüedad sexual, el cinismo, la decadencia y ciertos íconos como la vedette estadounidense (francesa por adopción), Josephine Baker. Sólo que, por ejemplo, al recrear el legendario "baile de la banana ", en el que la Venus de Ebano cubría sus muslos apenas con un cinturón de bananas, la Alemann se menea con una suerte de miriñaque de los mismos y tropicales frutos. Lo más transgresor del espectáculo no son los climas atrevidos, clandestinos o lúbricos que instala, sino la resuelta y madura belleza de la protagonista, en tácita rebelión contra el fascismo de los modelos femeninos fabricados en quirófanos.
Por su parte, el circuito experimental suele abordar el género con menos magnificencia pero, a veces, con calificados resultados artísticos. Cuatro años estuvo en cartel El 3340, con humos de cabaret , un premiado espectáculo que desde el escenario del teatro Anfitrión exploró novedosos y valientes acercamientos a una poética que enlaza el kitsch almodovariano con el arrabal criollo y que contó con elogiadas interpretaciones de, entre otros, Marina Bellati, Damián Dreizik, Georgina Rey y Mónica Cabrera. Esta última, por su parte, sigue con su Dolly Guzmán no está muerta , la historia de una actriz de cabaret en decadencia terminal. En tanto el mencionado José María Muscari montó en 2006, junto al cordobés Paco Giménez y su grupo La Cochera, Kagaret (pulsión por exhibirse) , una vuelta de tuerca cáustica, valiente y perturbadora que registra las formas contemporáneas de exposición de l a sexual i dad y su alternancia con el voyeurismo.
Al menos en su historia y en su etimología, el cabaret es un género nacido y criado en la precariedad de los tugurios capaces de cobijar en su penumbra equívoca los desbordes de diversión, erotismo, humor político y otras irreverencias proscriptas y perseguidas por los centros de poder. En épocas y geografías en que la corrección política se pretende tolerante y respetuosa de los derechos humanos, la gran industria del espectáculo se ha apropiado del cabaret llevándolo a dimensiones que modifican y hasta contra- dicen la esencia original. Porque "cabaret " deriva del diminutivo francés de chambre ( chambrette , habitación pequeña, habitáculo) que se usó para aludir a las salas de espectáculos de escasas dimensiones en el París posterior a la Revolución Francesa, donde el espíritu libertario de intelectuales y bohemios se daba cita para beber, charlar, conspirar y divertirse. Y para transgredir la hipocresía de los mandatos sociales con na
comicidad insolente y con músicos y bailarines de variado talento y pareja desfachatez.
Algunos de aquellos primeros cabarets todavía resisten, como el parisino Le Chat Noir (El gato negro), en el barrio de Montmartre, o como el Folies Bergère (nacido como music hall pero que después incorporó el género). El cabaret Voltaire, en Zurich (Suiza) sobrevive como símbolo del dadaísmo cuyo nacimiento cobijó en los primeros años del siglo XX. Ya entre las décadas de los años 20 al 30, este tipo de locales albergaron en Berlín la resistencia al avance nazi. Acaso fue Marlene Dietrich quien llevó el género a su máxima expresión y, tras negarse al deseo del Führer de conservarla como estrella germana, senacionalizó estadounidense y contribuyó a proyectar el cabaret a los escenarios y hoteles de lujo de Londres, París o Nueva York.
A pesar de las megaconversiones a que lo sometió el mercado del entretenimiento, el cabaret sigue manteniendo muchas de sus más genuinas particularidades, sobre todo en las plazas teatrales de países no centrales y en los circuitos del arte alternativo. En realidad, todas las provocaciones de las vanguardias terminan por ser procesadas por la cultura hegemónica, que incorpora y desactiva la capacidad de escandalizar que tienen originalmente las transgresiones. Sin embargo, esta licuación de su eficacia subversiva no depende sólo del paso del tiempo sino de la geografía política donde se instala.
La actriz y directora mexicana Jesusa Rodríguez y su pareja, la actriz y música argentina Liliana Felipe, han soportado censura, amenazas y violencia en su cabaret El Hábito, del DF. Porque lejos de cristalizar su estética en los estándares mundialmente exitosos del género insisten en renovar los agentes socialmente molestos que anidan en el humor, la transexualidad, el baile, la música y las lamparitas rojas.
El humor del cabaret es básicamente osado y mezcla el ingenio y la inteligencia con formas populares y rústicas, en consonancia con lo heterogéneo del público que lo frecuentó en sus comienzos. Y si en sus regresos contemporáneos se advierte a veces una pérdida de eficacia de sus códigos, o parece justo atribuirlo al envejecimiento de los mismos sino, por el contrario, a cierta voluntad de desactivarlos para reciclar el producto escénico para el consumo masivo. En los talleres que dicta la mencionada Desusa Rodríguez suele citar al humorista, médico y escritor alemán Oskar Panizza (1853-1921), de gran autoridad entre los cómicos de cabaret. Panizza ataca al Estado, la autoridad política y la Iglesia. "No te burles del presidente, de eso se encarga él solo ", aconseja.
La reivindicación de derechos suele nacer inevitablemente de espaldas a la legalidad. Y ese origen es marca de identidad del cabaret. Los sueños inalcanzados se confunden con el brillo transitorio de la purpurina y el humo tóxico de los fumadores en una mezcla que no acepta la ingenuidad como ingrediente. Durante el nazismo y las guerras mundiales del siglo XX canalizó el escepticismo ante las consignas bélicas y patrióticas del poder mundial.
Un siglo después, aquellas devaluadas consignas vuelven travestidas en apelaciones al consumo, convirtiendo en producto no solamente automóviles, vacaciones o tratamientos anti age sino información, posgrados universitarios o espectáculos de cabaret. Sólo que el género, fiel a sí mismo, sigue respondiendo con una carcajada canalla a las viejas y nuevas infidelidades que juegan su trampa arriba y abajo de todos los escenarios.
Fuente: Revista Ñ
Sin directores no puede suceder el hecho dramático
Desde el año pasado han vuelto a ser frecuentes las visitas de Francisco Javier a Viedma y Carmen de Patagones. A fines de los años '60, el director teatral marcó el quehacer cultural de la zona cuando dirigió la Escuela Municipal y luego continuó ligado a distintas puestas. Era una época donde confluyó "el interés y el entendimiento de que el teatro es un aporte que se hace a la cultura de una comunidad".
"Trabajé mucho aquí y fue muy gratificante. Me convertí en amigo de muchos; tengo un gran afecto con estas ciudades y me siento como en casa", explica Francisco Javier sobre su relación con el Valle Inferior. "Me encanta el río; yo me adapto a cualquier cosa para venir, pero eso sí, necesito una habitación frente al río Negro".
"En aquella época se hacía muchísimo teatro; los espectáculos nos daban mucha satisfacción y se veía el interés de todo el pueblo. Fue una época excepcional que tuvo una base sólida en el apoyo total de las autoridades, no como ahora que no hay interés oficial", expone el director.
Recuerda su relación con General Roca y sus periplos por todo el Valle y la Línea Sur, "detectando gente con vocación que pudiera convertirse en director". Y recuerda también que ya en ese entonces estaba sentando un precedente en la ciudad de Viedma, cuando durante un mes dictó un curso de dirección con gente que llegó de distintos lugares y que culminó con varias puestas en escena.
Más adelante, en 1982, regresó para hacer "Los casos de Juan", una puesta que se presentó en la construcción inconclusa de una disco, cuyo estreno fue el 2 de abril, día en que las tropas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas.
La problemática de la formación
Su obsesión es la formación de directores: "Para impulsar el teatro hay que formar directores, ya que sin ellos no puede suceder el hecho dramático. La formación del actor es más común, hay una gran tradición y muchos libros muy serios y buenos, pero para los directores no hay material".
"La dirección es esencialmente práctica y en las escuelas de teatro el problema es quiénes se prestan para esas prácticas del futuro director. Los estudiantes novatos son tan poco formados como él y los actores ya forjados no se prestan a trabajar para un aprendiz", analiza.
"Una opción es trabajar de asistente de un director, como hice yo de 1957 a 1960 en Francia con el gran director Jean Billard, con el cual veía la práctica todos los días. Y en el cine se da el mismo sistema: parte de la formación es ser asistentes de un gran director".
Una asociación para capacitar
A partir de una de sus visitas a la comarca Viedma-Patagones, en el año 2007, se gestó la Asociación Centro del Sur de Estudios Teatrales, de la cual Francisco Javier es asesor académico y principal impulsor y que encabezan Ana Grandoso y Regina Kluz en los cargos de presidenta y secretaria.
Actualmente están en tratativas de formalizar un vínculo con el municipio de Patagones y a punto de firmar un convenio con la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Francisco Javier expone que "es una mala táctica pedir dinero antes de hacer; hay que hacer cosas concretas y fuertes y después se consigue la financiación". Con la personería en regla y los convenios en marcha, ahora el objetivo es difundir la entidad por todo la región de la Patagonia y contactar con los interesados en la capacitación de directores, a fin de realizar un curso intensivo durante este año. A partir de este primer paso, queda abierta la posibilidad de plantear cualquier inquietud en lo referido al amplio mundo de las artes escénicas.
Asimismo, Francisco Javier utiliza el sitio web del Centro (www.centrodelsur.org.ar) para difundir una serie de escritos propios que denomina "Charlas informales", en los que aborda materias referidas a todo el proceso de creación de un espectáculo, además de una sección en la que selecciona textos de distintos autores para reflexionar sobre la actividad.
Una alternativa muy interesante de capacitación es la que propone a través de la confrontación de dos o más elencos, para ver, comentar y analizar con crítica constructiva sus propios trabajos. En setiembre pasado realizó la primera experiencia en la zona con tres grupos en el teatro El Tubo de Viedma, con un resultado que el director calificó de muy positivo, y comentó que el Centro tiene en carpeta realizar una experiencia similar en General Roca.
Un acto de creación
Frente al imperio de lo audiovisual en televisión, cine y formatos digitales, "el teatro tiene la gran fuerza de poner codo a codo a los espectadores con los actores; el actor está creando delante de tus ojos".
Javier cree en la supervivencia del teatro como manifestación artística y social: "Es una simbolización en la que el hombre necesita verse a sí mismo y su relación en el núcleo social donde vive".
Comulga con el pensamiento de Bertolt Brecht, cuando dice que "nos cabe la posibilidad de cambiar las cosas y, si mostramos una realidad, es con la idea de que eso se puede modificar y no de que es fatalmente así; el hecho teatral debe ofrecer el engranaje para desarrollar el ejercicio crítico, para que se vea la posibilidad del cambio".
IGNACIO ARTOLA
Fuente: rionegromiércoles, 20 de febrero de 2008
Desde la trastienda del pornodrama
El fenómeno del porno teatral, o Pornodrama, es el opuesto perfecto del retroceso y la baja visibilidad de los cines condicionados: una noche de jueves, sobre la avenida Corrientes, hay una cola que empieza en la puerta del Teatro Belisario y sigue hasta pasado el Paseo La Plaza. Las butacas no alcanzan y entonces se agregan almohadones para dar cabida a las parejas y los solitarios, y algunas señoras grandes que se dan pequeños empujones para entrar más rápido a la sala donde se exhibe el porno. No hay antecedentes ni experiencias simultáneas de “sexo en vivo” en la calle Corrientes, teatro off, excusa argumental. “Esto es teatro”, dice Alejandro Casavalle, el director, que imaginó la penetración de parado, de sentado y la fellatio en vivo, a metros de la fila uno, y no como sucesión de atracciones sino en el marco de una historia: una pareja visita a otra y comienzan intercambios sexuales entre hombres y mujeres.
Si bien Casavalle dice querer romper con el machismo clásico en películas, en la obra a ellas les toca complacer a los machos. La proyección de sus rostros congelados en pantalla gigante, un toque de qualité, en cuadros que parecen estar bajo influencia de Alejandro Doria en el viejo Atreverse, la música culta ilustrativa, el repentino vuelco a lo trágico sobre el final no ayudan a que la excitación fluya. Casavalle admite que una pareja del público tenía reservado el hotel alojamiento para después pero prefirió, tras la función, irse a un bar a conversar. Minutos antes de empezar, el elenco completo de Pornodrama II. Un esquimal se junta a conversar y refleja el nerviosismo de esta trastienda.
Alejandro Casavalle: –No haría nada que no sea con cuidados. Preservativos también. Pero todo lo que hago está cuidado.
–¿Llegan a orgasmos reales?
Carolina Refusta: –A veces sí, a veces no. La improvisación ayuda; hay momentitos para poder llegar a determinados estados. Estás actuando y estás viviendo. ¡Mucha presión!
Lizzy Pane: –Uno le presta el instrumento al personaje. Pero es teatro.
Juan Pablo Carrasco: –A veces nos permitimos improvisar un poco.
Pedro Di Salvia: –Pero vos vas a ver un orgasmo real, no hay duda.
Alejandro: –Estamos haciendo una función y trabajamos con la cuarta pared. El espectador quiere ver un hecho teatral. Si es sólo para ver porno, es preferible que se vayan a la calle Lavalle con una valija.
Juan Pablo: –De adolescente yo consumía mucha pornografía. Pero me cansó la escena del pizzero, y el taca taca taca. Para el hombre es más fácil porque se excita con lo visual, pero la mujer se excita con lo que siente.
Caro: –Yo he hablado con un psicólogo y es así. Es lo que nos pasa.
Fuente: Página 12
lunes, 18 de febrero de 2008
“Pornodrama II. Un Esquimal”: Toca pero no sientas
Idea: Javier Magistris Dirección: Alejandro Casavalle Intérpretes: Juan Pablo Carrasco, Pedro Ángel Di Salvia, Lizzy Pane, Carolina Refusta Vestuario: Andrés Manzur Escenografía: Silvina De Gennaro, Juan Manuel Maseda Diseño de arte: Leticia Bobbioni Diseño de luces: Leticia Bobbioni Video: Fernando Camozzi Música: Enzo Maqueira Efectos especiales: Carlos Casavalle Asesoramiento psicológico: Alberto Motkoski Asistencia de dirección: Javier Domínguez, Natalia Fried Prensa: Duche & Zárate Producción ejecutiva: Cecilia Inés Petrilli Web: http://pornodrama.blogspot.com.
Finalizó Funciones 2008 -- Belisario Club de Cultura, Av. Corrientes 1624, Teléfono: 4373-3465
Sociedad de lo obsceno, donde todo se ve. Sociedad del primer plano, casi escatológico. Nos fascina el mirar, el hurgar. Ya no es el voyeurismo, sino algo aun más mórbido. Ver, remover las sombras, hacer que todo esté a la vista. Acortar las distancias entre el deseo y su consecución; eliminar los riesgos y la posibilidad de dolor. Que todo se vuelva pasajero, intercambiable. Como las skins (“pieles”) de los softwares reproductores de música de la computadora, intercambiables.
Ella llega (Noralí), y comienza una charla telefónica. Él (Ernesto) se acerca. Ella no interrumpe la conversación y lo masturba. Posteriormente, él la penetra. Paralelamente, una cámara (elemento extradiegético, externo a la trama propiamente dicha) sigue las acciones. La conversación telefónica (con su hermana), jamás se interrumpe. Acto seguido, una discusión, porque ella no ha cocinado nada, sabiendo que ese es el día en que reciben “visitas”. Pareja swinger, ese es el día de intercambio.
Sexualidad como experimentación de placer, del erotismo. Sexualidad experimentada como intercambio de mercancías (las mujeres), diseñadas para hacer acabar a los hombres. Sexualidad donde el erotismo no tiene demasiada cabida; único objetivo, el orgasmo, repetido. Saciarse de sexo, pasarse los cuerpos como se pasa un paquete de papas fritas. El amor implica algo más, se vive como encierro. Acá la calidez no tiene lugar; se coge, se garcha, se toma lo que se desea y se lo consume, se controla a través del deseo.
El espectador es convidado con numerosos primeros planos, cual película porno. El director de cámaras decide, cada tanto, congelar la imagen que se proyecta sobre una pantalla al fondo de la escena. La cámara espía, sigue las acciones genitales, pero también aquello que los personajes eligen obviar (una mirada, un gesto), dejar que se pierda en el camino, porque prestar atención es un compromiso que pocos desean.
Ricardo y Sofía arriban. Ricardo es español (o se le ha pegado el acento), Sofía no. Algo hay en el pasado entre Ernesto y Ricardo, y entre Ricardo y Noralí. Es evidente que esta no es una noche cualquiera. Algo se ha puesto en juego, alguien no lo sabe, alguien sí. Ricardo está ahí porque quiere algo de Ernesto, pero ¿qué quiere éste de aquel?
Suerte de thriller erótico que asemeja por momentos el rodaje de una simple porno (hasta la musiquita que nos recibe es sugestiva). ¿Dónde queda el espectador? ¿Cuánto disfruta o se impresiona cada uno con la presencia de fellatios y penetraciones a gusto? Se le entregan esos cuerpos como si fuera carne, se sacrifican noche tras noche a los cuatro actores en beneficio del deleite de su voyeurismo. Detrás, una historia de venganzas, de códigos rotos.
Sade rompía las reglas sociales en pos del placer. El placer era, precisamente, producto de ese hecho de ruptura. Liberarse, liberar, dejarse llevar por el deseo. No había nada de místico en el sexo de Sade, pero tampoco de cínico o hipócrita. Cuerpos entregados al deseo, al exceso.
El sexo de “Pornodrama” es explícito, pero es puesta en escena al mismo tiempo. Es algo así como la evidencia extrema, paradójicamente, del artificio. En la película porno, media la pantalla, el tiempo (eso ya pasó, ya fue rodado, editado y corregido); acá es un “en vivo” permanente, productor, por esa misma razón, de fascinación. El espectador puede ver, se le ofrecen los primeros planos, y jamás los actores habrán de molestarlo, de insertarlo, de ofrecérsele a él/ella. ¿Cuántos de ellos ven la obra más allá del polvo? ¿Cuántos de ellos se pierden en la “posesión” de Sofía por Ernesto? ¿Cuántos se fascinan? ¿Cuántos se ofenden?
La obscenidad entendida como la visibilidad de todo, absolutamente vaciada de significado ulterior, de otro placer que no sea el de la posesión de múltiples cuerpos (el sexo entendido como poder y no como disfrute, como experiencia). El único momento en que dos de ellos conectan (o parecen hacerlo), las luces bajan, dejándolos en penumbra, para luego descubrirlos. Sus rostros denuncian la sorpresa, pero también cierta culpa, como si ese instante los hubiera mostrado débiles. Tetas, vergas, conchas, uñas para arañar, corsets para resaltar, ortos para agarrar bien; cuerpos-armadura que no sienten ni deben hacerlo. Se relacionan desde la transacción, no desde la interacción…
El tema del thriller, su resolución, no hace otra cosa que resumir todo esto otro. Todo se resume – y hasta el ojo de la cámara, retroactivamente, parece responder al dominador - a una relación de poder; quién lo tiene, quién no. Quien lo tiene, maneja la transacción…
Fuente: www.imaginacionatrapada.com.ar
viernes, 8 de febrero de 2008
Sobre cómo actuar lo pornográfico
Pornodrama II, en el teatro Belisario
Nuevo espectáculo del director Alejandro Casavalle y el grupo Dixz Teatro
En varias oportunidades, la literatura, las artes plásticas y el cine han visitado el mundo de lo pornográfico. Pero por diferentes motivos, seguramente relacionados con poner el cuerpo, el teatro local es un tanto esquivo a tratar el tema de lo porno y llevarlo a un escenario. En esa delicada línea, el director Alejandro Casavalle estrenó ayer Pornodrama II-un esquimal .
Como para dejar en claro cómo viene la mano (o simple cuestión marketinera), la información de prensa advierte que el espectáculo contiene escenas de sexo explícito y que es prohibido para menores de 18 años. El espectáculo se ofrece en una zona de la avenida Corrientes en la cual conviven el teatro oficial con las obras de picaresca, librerías, cines porno, centros culturales y bares atendidos por chicas con "ropas ligeras", como se hubiera dicho en otros tiempos.
"Tuvimos la posibilidad de presentar la obra en Espacio Callejón [típica sala del circuito alternativo de Almagro], pero preferimos el Belisario, que es un oasis en medio de la avenida Corrientes. Acá sí va a aparecer el espectador casual al cual le dan volantes de todo tipo y paga la entrada porque lee algo relacionado con lo porno. Claro que, por otro lado, seguramente vendrá el espectador más informado", apunta Casavalle, quien hace unos años presentó una obra en el baño del Malba.
Para aclarar el panorama, apunta: "Verdaderamente hay escenas que visualmente son de sexo explícito, pero tienen que ver con el terreno del teatro. Tenemos que aprender a dividir la ficción de la realidad. El teatro no es real, es teatro. Y nosotros somos gente de teatro, hacemos teatro".
Casavalle dice que llegó al tema de lo porno casi por casualidad a partir de unos ensayos con sus alumnos. Aquello terminó en un trabajo, llamado Punto genital. Pornograma 1 , que se estrenó en la sala Aktuar en 2003. "Yo pensaba que iba a venir un público de 20 y 30 años atraído por el tema del sexo. Sin embargo, comenzó a aparecer un público de 40 y 50 años, un público teatrero", cuenta mientras los actores (Carolina Refusa, Pedro Di Salvia, Juan Pablo Carrasco y Lizzy Pane) se preparan para una pasada de esta obra.
El director cree que en todo esto hay dos cosas en juego: lo erótico y lo porno. "Lo erótico está en el terreno de eros y lo porno está en el terreno de thanatos. Lo porno es la literalidad de algo, no la poesía de algo", afirma.
-¿Por qué ubicás a lo porno en el terreno de thanatos?
-Porque te vacía absolutamente y el vacío es muerte. Cuando eso se vuelve demasiado literal, es el vacío total. Y eso está relacionado con la mirada obscena, con aquello que está fuera de la escena. Esa mirada la traspasé a Pornodrama II a partir del uso de una cámara de video que está filmando en tiempo real y que se proyecta al fondo del espacio. Así es que el hecho teatral convive con una pantalla. La pornografía trabaja mucho con el plano detalle y yo necesitaba apelar a eso para hacer visible lo pornográfico.
La obra, basada en un texto original de Javier Magistris, cuenta la historia de dos amigos de unos 45 años atraídos por el universo swinger. Y, claro, aparecen ellas dos para completar la cosa. A partir de ese disparador, la pieza intenta cuestionar algunas conductas y algunos temas latentes de nuestra sociedad.
-En cierto sentido, el espectáculo necesita incomodar al público. ¿Cómo se maneja esa situación aunque se trate de una reflexión teatral sobre lo pornográfico?
-Es interesante. Quizá la gente venga con cierto morbo. Si el espectador se encuentra transformado, habremos logrado el objetivo. Si el espectador, como me pasó con una persona en Punto genital , se terminara masturbando, habría que tirar todo a la basura, porque no es lo que quiero hacer.
Por lo pronto, el proceso de ensayo de Pornodrama II no fue fácil. Por eso mismo, convocaron a un psicólogo para que los ayudara a transitar esa delicada línea roja que es parte constitutiva de esta nueva propuesta. Las cartas ya están jugadas.
Alejandro Cruz
Pornodrama II, de Alejandro Casavalle
Teatro Belisario, Corrientes 1642. Funciones los jueves, a las 22, y los viernes y sábados, a las 23. Entradas desde 15 pesos.
jueves, 7 de febrero de 2008
Pornodrama II. Un esquimal
Habrá que preguntarse el para que eligió el director Alejandro Casavalle las herramientas del film pornográfico para mostrar la relación de cuatro personas.
Tal vez porque el género “porno” permite, a través de sus códigos, su puesta y su ficcionalidad, instalar definitivamente al espectador en el rol de voyeur. También podría ser, que por su formalismo técnico, permite -utilizando primeros planos- un acercamiento a zonas, a gestos, a sonidos que en lo cotidiano se ocultan, o se acallan. O acaso porque las arbitrariedades arguméntales de dichos films, se asemejan cada vez más a las interrelaciones de nuestra época.
Lo cierto que la obra Pornodrama II. Un Esquimal, al utilizar el soporte “porno”, desnuda, -por supuesto en más de una ocasión en el literal sentido de la palabra-, la “no relación”, y las dificultades para establecer cualquier tipo de vinculo, sentimental, de amistad, y hasta comercial.
Al introducir dentro de la acción un camarógrafo que registra imágenes que son emitidas en directo en una pantalla a foro del escenario, Casavalle sublima en todo el género; con la sutil diferencia que la cámara no se detiene en genitales, aquí la imagen se detiene en rostros sorprendidos en la demudes de un gesto, porque hoy por hoy lo que se oculta, se enmascara, no se exhibe, y da pudor mostrar, no es el cuerpo, si no los sentimientos.
Las actuaciones son buenas. Salvan con holgura el gran nivel expositivo, y construyen personajes desolados y crueles. Hay que marcar que ciertas pausas que realiza el actor Pedro Di Salvia, quitan, por momentos, el ritmo dramático de la pieza.
Acertadamente ascética, funcional e impersonal es la escenografía diseñada por Estudio DGM.
El diseño de luces de Leticia Bobbioni crea climas expositivos.
El vestuario de Andrés Manzur viste el interior de los cuatro personajes. Y la música de Enzo Maqueira recrea todos los “leiv-motiv” del género.
Pornodrama II. Un Esquimal es una obra que permite varias lecturas y miradas, esperemos que se escape de las superficiales.
Gabriel Peralta
ELENCO: Carolina Refusta Pedro Di Salvia Juan Pablo Carrasco Lizzy Pane FICHA TÉCNICA: Diseño y operador de video: Fernando Camozzi Escenografía: Estudio DGM (Arq. Juan Manuel Maseda – Arq. Silvina De Gennaro) Realización escenográfica: Mariano Engel Música original: Enzo Maqueira Efectos escénicos: Carlos Casavalle – Pedro Di Salvia Diseño de luces y Arte: Leticia Bovino Vestuario: Andrés Manssur Coaching Grupal: Lic. Alberto Motkoski Fotografía fija: Agustina Trincavelli Diseño gráfico: Jimena Balañá Producción ejecutiva: Cecilia Inés Petrilli para Tonicas Prensa: Duche&Zarate Asistente dirección artística: Natalia Fried Asistente dirección escénica: Javier Domínguez Dirección: Alejandro Casavalle Teatro Belisario – Corrientes 1624- Tel: 4373-3465 Jueves 22hs. Viernes y sábados 23hs Localidades: Jueves $ 15, Viernes y sábados $ 2.
Fuente: criticateatral
sábado, 2 de febrero de 2008
Las mujeres coparon los escenarios: la mirada femenina
Por Laura Gentile
Mujeres en el baño, Secreto entre mujeres, El show de las divorciadas, Mujeres bonitas, Flores de acero, Fetiche... Esta temporada la cartelera teatral está copada por mujeres. Lo que les pasa a "ellas" ocupa gran parte de la oferta en Capital y en los grandes centros de veraneo como Mar del Plata y Villa Carlos Paz.El fenómeno, incluso, tiene su versión zafada con la comedia musical No somos santas, protagonizada por Nazarena Vélez. Según su autor, Gerardo Sofovich, un verdadero homenaje a la mujer.
¿Fiebre? ¿Plaga? ¿Acaso una liberación, ¿Tan solo una moda? ¿De qué hablan estas obras? ¿Qué mujeres exponen? ¿Qué discursos articulan?
"Venimos fuertes", se entusiasma Silvia Pérez, protagonista junto a Norma Pons y Sofía Gala de Secreto entre mujeres, obra que plantea el encuentro entre tres damas de distintas generaciones que amaron al mismo hombre.
Silvia recuerda una charla con el empresario teatral Carlos Rotemberg: "Una vez me dijo que lo que les pasa a las mujeres llena teatros. Y a la hora de la verdad es como que tenemos mucha voz. Las mujeres tienen una sensibilidad más agudizada y se permiten usarla y contar y reírse de lo que les pasa, eso me parece muy inte resante".
"Todas y en distintas edades se sienten identificadas con la obra", asegura Pérez sobre la respuesta del público. ¿En qué? "Por ejemplo en el hecho querer ser la mujer más importante en la vida de un hombre", responde la actriz. ¿Y los hombres? "He hablado con pocos -confiesa-, pero invariablemente después de decirte que le encantaron las actuaciones te agregan 'pero te hace lagrimear, eh'.
Fuente: Clarín
Sorpresivo éxito de la llamada "escena alternativa" (debieron agregar funciones), Mujeres en el baño, de la ascendente Mariela Asensio, sondea (en forma atractiva, audaz, aunque en una línea alto impacto sin tanto efecto residual) el tema de la belleza.
"Me parece que hoy existe una idea de belleza absolutamente sanguinaria que nada tiene que ver con la belleza de las mujeres reales -explica la propia Asensio-. Y lo grave es que pareciera que no fuera así. Tenemos que hacer un trabajo constante para no comprar lo que nos venden". A modo de gráfica, Asensio recuerda una propaganda de crema en la que a cada segundo se repetía la frase "no te arrugues". "¡Dejame que me arrugue! -bromea la directora-, es como que todo va en contra de la naturaleza misma de la mujer".
Lo que resulta extraño es que para mostrar esto Asensio elija cumplir con todos los requisitos que esa misma idea "sanguinaria" instala: actrices con cuerpos impecables, pieles perfectas, tacos altos, cola less, lencería sensual, lo sexy en primerísimo primer plano.
"La obra juega irónicamente con esta idea -asegura Asensio-. Hay una contradicción entre el discurso de la obra y lo que muestra. Me parece interesante la paradoja para que un lenguaje sea más arriesgado. Ves cinco culos perfectos que se ponen la cola less y después tiran las siliconas".
Entre otra decena de temas, en Fetiche -el biodrama de José María Muscari basado en la fisicoculturista Cristina Musumeci-, también se toca el del cuerpo y la comida.
Interpretado por seis actrices muy diferentes (Julieta Vallina, Carla Crespo, Hilda Bernard, Edda Bustamante, María Fiorentino y el travesti Mariana A), quienes encarnan distintos aspectos de la protagonista, es Vallina la que asume el ítem en cuestión.
"Sobre todo en este país hay una especie de locura, de exigencia con respecto al cuerpo y a no aceptar la vejez -asegura Vallina-. Hay como un retraso en ese sentido. Creo que se le da demasiada bolilla a lo que dicen los medios. Claro que también está en una dejarse influenciar".
Para la obra, por la que también desfilan temas como el mandato del casamiento, la represión sexual, la relación con el otro, Muscari realizó entrevistas a las propias actrices consultándolas sobre estos ítems. Finalmente hizo una especie de biodrama solapado de todas ellas.
"Fue interesante leer las opiniones de mis compañeras -asegura Vallina-. Por ejemplo, Hilda Bernard dijo y es algo que está en la obra: 'a mí la vejez no me importa, no me da miedo la muerte'. Todo lo contrario a mi respuesta".
Si se sigue el consejo de Rottemberg y se aborda el fenómeno de la abundancia de elencos femeninos desde una mirada empresarial, habría que tener en cuenta un comportamiento común: son las mujeres quienes eligen la obra y compran las entradas cuando van al teatro con maridos, novios, etc. De modo que la ecuación en algunas propuestas teatrales resulta simple: temas de mujeres tratados con chicas pulposas y ligeras de ropa como para que los hombres también se entretengan.
El hito de esta ecuación lo representa la comedia musical No somos santas, de Gerardo Sofovich: un homenaje a la mujer, pero especialmente dedicado a los hombres a quienes "regala" con desnudos totales, colas generosas, tetas siliconadas, bailes hot...
¿Cómo son las mujeres del planeta Sofovich? Básicamente mal habladas. Y con una visión del progreso centrada en la posibilidad de que un hombre con dinero las lleve a "comer langosta y caviar" (sic) y les compre un piso en Avenida Libertador. Eso sí, antes de que terminen la obra las chicas parecen revalorizarse.
Siguiendo con esta línea "para el corazón de la mujer y los ojos del caballero" se ubica El show de las divorciadas, en Villa Carlos Paz, con las bombas sexies María Eugenia Ritó y Carla Conte, seguidas por Mirta Wons, María Rojí y Julia Zenko. Aunque es cierto que la obra tiene otros méritos: profundiza en sentimientos como la sensación de no poder sola, la pena interminable ante el abandono, el renacer después del dolor.
Si algo recorre a todas las obras es una notoria y agradable sensación de hermandad y fraternidad en escena, como Flores de acero -la versión teatral argentina de la famosa película-, en la que la enfermedad de una de las seis amigas que comparten una peluquería las vuelve unidas y fuertes.
¿Cómo queda el hombre en estos mundos femeninos? Por lo general bien parado. La mayoría de las obras no plantean ningún ataque furibundo hacia ellos.
"Cuidamos que el material no resulte feminista entre comillas. Y también las actrices tienen mucho cuidado con que no sea ofensivo hacia el hombre -explica Manuel González Gil, autor junto a Alberto Alejandro de El show... y Mujeres bonitas-. A veces se nos escapa y ellas nos lo señalan".
Silvia Pérez coincide: "Yo no creo que la nuestra sea una obra feminista, me pareció muy interesante que el hombre pueda venir a escuchar lo que dicen las mujeres de ellos cuando no están más".
En estos dos discursos asoma quizás un síntoma de época: el error acerca del feminismo.
"Muchos creen que el feminismo es el machismo, pero al revés -señala Asensio-. Es un error. El machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres y el feminismo es la lucha por igualdad de derechos. Mil veces tengo discusiones con amigos por el tema. Yo les digo '¿ustedes creen que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre?' 'Sí', me responden. 'Bueno, entonces, son feministas'".
Fuente: Clarín