El encuentro reúne obras de los lugares más distantes del planeta. Paraguay y Corea, Egipto y Chile, España y Costa de Marfil, entre otros países, intercambian identidades y estilos expresivos.
IVANA COSTA. Córdoba. Enviada especial
Mañana termina en Córdoba el primer Festival de Teatro del Mercosur, que desde hace nueve días conecta al público con expresiones propias y ajenas de calidad dispar. Más de 15.000 personas acudieron ya a las funciones; el Festival es un gran acontecimiento cultural en esta ciudad.
La muestra abarca 23 espectáculos de 15 países de Latinoamérica, Europa, Asia y Africa. En este marco, el teatro argentino está representado por dos elencos: la tradicional Comedia Cordobesa —que puso en escena Sacco y Vanzetti y hoy estrena Venecia— y el grupo Sísifo, de Buenos Aires, que presentó un Macbeth en la misma clave de exploración física y acrobacia de riesgo que la compañía viene trabajando desde 1997 (Ver El mundo en...).
El criterio de la selección nacional no resulta demasiado claro: sí se entiende, más allá de sus valores artísticos, la presencia de la Comedia Cordobesa en calidad de anfitriona. Pero la elección de Sísifo por Buenos Aires (o por el resto del país) no aparece tan evidente ni por representatividad ni por excelencia. Tal vez aquí se haya privilegiado, como en el resto de la muestra internacional, la posibilidad de mostrar una forma exótica de hacer teatro. De hecho, entre los espectáculos que aquí concentraron mayor expectativa figuran los de Corea, Costa de Marfil y Egipto, que fusionan elementos contemporáneos con una fuerte tradición de raíces religiosas.
"Es la primera vez que se presentan grupos de estos países en la Argentina" —dice la directora Cheté Cavagliatto, asesora del Festival y figura reconocida del teatro local—. "Y es así, definitivamente, como estamos recuperando el camino de los festivales internacionales."
Córdoba tiene una sólida tradición teatral que de 1984 a 1994 contó con una fiesta propia. Aquel Festival Latinoamericano no sólo reunía algunos de los trabajos más interesantes del teatro mundial sino que proyectaba internacionalmente a actores y directores de Córdoba. Por eso su suspensión (durante el gobierno de Ramón Mestre) se vivió aquí como verdadero duelo.
Desde esa perspectiva, entonces, el mayor logro de este primer Festival del Mercosur es recuperar ese espacio de confrontación que se creía perdido. "Esto es un brote para el teatro cordobés, y espero que vaya creciendo con los años", se entusiasma Bati Diebel, miembro de La Cochera y directora de Los Delincuentes, dos de los grupos independientes más legendarios y afortunadamente más vivos de Córdoba.
Los grupos independientes tienen muchas expectativas con este encuentro: para ellos el Festival es también una vidriera. Además de diez grupos seleccionados por un jurado nacional, 25 trabajos alternativos son centro de atención para productores y programadores de festivales de Francia, Alemania, Chile, Cuba, Colombia y España, invitados especialmente.
Elena Castro Díaz, que dirige en Cuba el área de teatro del Consejo de las Artes Escénicas y responsable del próximo Festival Internacional de La Habana, la chilena Hilda Arévalo, directora del Teatro Municipal de Valparaíso, y Juan Pagés, asesor del Festival de Nuevas Tendencias de Caracas, coincidían en rescatar, de los ya estrenados, los espectáculos Primero las damas, dirigido por Giovanni Quiroga y Guernica, de Marcelo Massa.
Entre el humor burlón del primero y la reflexión amarga y lúcida del segundo se abre un espectro amplio y muy interesante. Es una lástima que la atomizada realidad teatral argentina vuelva tan difícil la trascendencia, a nivel nacional, de trabajos como Hermanos de leche, del Teatro de la Luna (una síntesis de teatro físico y búsqueda antropológica), Por piernas y boca, reelaboración de La casa de Bernarda Alba a cargo de Los Delincuentes, o la muy curiosa "biopsia de Shakespeare" que llevan a cabo los actores de La Cochera dirigidos por Paco Giménez en Everyman.
Como es habitual, los programadores extranjeros, sobre todo los de países como Alemania y Francia, que subsidian la actividad teatral, se sorprenden de la distancia que existe aquí entre las mínimas condiciones para producir y las enormes capacidades manifiestas. Esto, si bien puede resultar un halago, abre un interrogante sobre la proyección futura de esta "metodología de supervivencia".
"Uno finalmente rescata algo agradable —dice Paco Giménez—; la tradición teatral independiente sigue en manos de otra gente a pesar de los obstáculos con los que se trabaja. Pero esto también provoca cierta conciencia sobre todo lo que nos falta."
A esa misma falta se refirió María Escudero. La directora del legendario Libre Teatro Libre hoy radicada en Ecuador, toda una visitante ilustre para los teatristas locales, comentaba con cierta melancolía: "Al teatro cordobés que veo actualmente le falta brillo, porque acepta al teatro tal como es. Y eso es lo que le impide crecer".
De los espectáculos internacionales ya estrenados, los más interesantes fueron la versión de Elektra de los españoles de Atalaya (que se vio recientemente en Buenos Aires) y La Negra Ester, del Gran Circo Teatro de Chile. El director chileno Andrés Pérez Araya, que el año pasado mostró una exquisita Madame de Sade en el Festival Internacional de Buenos Aires, trajo aquí el trabajo que hizo famosa a su compañía en todo el mundo. La Negra Ester es una explosión de ritmos, melodías y ricas historias de vida, de tres horas de duración, compuesta a partir de un poema de Roberto Parra que cuenta sus amoríos con una divina prostituta. De Chile también llegó el célebre Teatro de la Memoria, con Patas de perro. Pero la metáfora cruel que propone el director Alfredo Castro con el niño nacido mitad humano mitad perro no alcanzó la misma adhesión.
Graciela Ayame, directora general del Festival, ya consideraba cumplidos sus principales objetivos: "Las salas están en su mayoría llenas; las propuestas atraen a un público joven y todas las actividades realizadas en el interior de la provincia tuvieron una adhesión muy grande". Pero el objetivo implícito es, quizá, recuperar la mística de los festivales pasados.
"Yo no creo que se recuperen las cosas —dice Paco Giménez—. Como dice la canción, es mejor el verso aquel que no podemos recordar. Los festivales de antes son historia y los que vengan traerán lo nuevo."
Tal vez esta noche, cerca del final, con la presencia de expresiones diversas como La leyenda del Kaïdara, del grupo Ymako Téatri de Costa de Marfil, y del espectáculo de danza, música y teatro Donde las cosas suceden, del Teatro Joven de Egipto, el Festival del Mercosur abra la puerta a una nueva forma de ser Festival
Fuente: Clarín
Destinado a difundir la Actividad Cultural de la Ciudad de La Plata y promover el Intercambio Cultural
sábado, 28 de octubre de 2000
domingo, 22 de octubre de 2000
EMPEZO EL FESTIVAL DEL MERCOSUR El teatro es una fiesta en Córdoba
Murgas y batucadas, actores disfrazados, ganaron la calle. En el debut, sobresalió una obra chilena.
MARTA PLATTIA. Córdoba. Corresponsal
Viernes a la noche. La temperatura se disparó hasta los treinta y pico y no hubo quien la bajara. Ligera de ropas, la ciudad era un enorme, bullicioso hormiguero multicolor. Un hormiguero expectante. En esa tórrida noche nació por fin el Festival del Mercosur: una mega reunión de 22 elencos de cinco continentes que —hasta el próximo domingo— tratará de reavivar la llama de aquellos otros, los legendarios festivales internacionales de teatro. Esos que alumbraron los octubres de Córdoba desde 1984 hasta 1994.
Miles de personas se agolparon en la Plaza España (un espacio a puro cemento a pocos pasos del microcentro) y estiraron sus cuellos para alcanzar las cimas de las 32 columnas grises que le nacen como ramas de piedra. Allí arriba, se desplegaron ramilletes de actores representando pequeñas escenas o, simplemente, haciendo ondular trajes y bandas de telas coloridas.
Breve discurso de un sudoroso gobernador José Manuel de la Sota, que llegó con retraso y fue silbado; y adelante: música, murgas, lanzallamas, un espectáculo de luces, coros y colores sobre la plaza y el clímax, siempre efectivo, de los fuegos artificiales estallando sobre las cabezas.
Mientras muchos se integraban a las columnas, murgas y batucadas que después invadieron el microcentro, otros corrieron a los teatros. A las 22 empezaban las primeras obras. Córdoba, la anfitriona, salió al ruedo con Sacco y Vanzetti, a cargo de La Comedia Cordobesa. Italia asomó algo más que la nariz con R come recital, de los Mateo Belli; y en un club de básquet, el Hindú, se vio la llamada "perla del festival": allí, el Gran Circo Teatro, de Chile, presentó La negra Ester, basada en las décimas autobiográficas escritas por Roberto Parra, hermano menor de Violeta.
Con los chilenos llegó la primera alegría: la de una puesta tan refrescante como entrañable. Imaginen. Los personajes de un burdel de mala muerte en un puerto paupérrimo, el de San Antonio. Allí, la bella, sensual Negra Ester florece y se consume de amor por Roberto, un cantor popular de bolsillos vacíos que arde por ella pero no sabe muy bien cómo asir la flama. Cómo ser feliz en un mundo que no parece haber sido hecho para eso y se desbarranca en la miseria y la guerra de los 40.
"Sin embargo —dice el director Andrés Pérez Araya, quien adaptó los versos y le pone el cuerpo a un tierno travesti— en la obra puedes ver cómo era el Chile de nuestros mayores. Ese en el que convivían posturas contrarias que se rechazaban, pero no se anulaban ni asesinaban. El Chile que mató la dictadura."
Y allí están, entonces, la regenta Doña Berta, mintiendo 50 años; la corte de los milagros de los clientes; la picaresca del circo criollo y ambulante, las lágrimas de prostitutas hinchadas de dignidad. Y la banda. La omnipresente banda de tres músicos todo terreno que, durante las tres horas —sí tres horas— que dura la obra, avanzan como topadoras sobre boleros, baladas, cuecas y una mixtura musical latinoamericana apabullante. Eso sin descuidar los efectos de sonido de un mar embravecido, o del viento.
El resultado es una gran fiesta. Una a la que todos los espectadores están invitados. Incluso en el receso, cuando los actores convidan a las casi 600 personas "a pasar a los camarines, detrás del decorado", para ver a los actores, todos sumergidos, como están, en los espejos de los tocadores de madera donde se pegotean estampitas de vírgenes, de santos y aparecidos, estrellas rojas y fotos del Che.
Fuente: Clarín
MARTA PLATTIA. Córdoba. Corresponsal
Viernes a la noche. La temperatura se disparó hasta los treinta y pico y no hubo quien la bajara. Ligera de ropas, la ciudad era un enorme, bullicioso hormiguero multicolor. Un hormiguero expectante. En esa tórrida noche nació por fin el Festival del Mercosur: una mega reunión de 22 elencos de cinco continentes que —hasta el próximo domingo— tratará de reavivar la llama de aquellos otros, los legendarios festivales internacionales de teatro. Esos que alumbraron los octubres de Córdoba desde 1984 hasta 1994.
Miles de personas se agolparon en la Plaza España (un espacio a puro cemento a pocos pasos del microcentro) y estiraron sus cuellos para alcanzar las cimas de las 32 columnas grises que le nacen como ramas de piedra. Allí arriba, se desplegaron ramilletes de actores representando pequeñas escenas o, simplemente, haciendo ondular trajes y bandas de telas coloridas.
Breve discurso de un sudoroso gobernador José Manuel de la Sota, que llegó con retraso y fue silbado; y adelante: música, murgas, lanzallamas, un espectáculo de luces, coros y colores sobre la plaza y el clímax, siempre efectivo, de los fuegos artificiales estallando sobre las cabezas.
Mientras muchos se integraban a las columnas, murgas y batucadas que después invadieron el microcentro, otros corrieron a los teatros. A las 22 empezaban las primeras obras. Córdoba, la anfitriona, salió al ruedo con Sacco y Vanzetti, a cargo de La Comedia Cordobesa. Italia asomó algo más que la nariz con R come recital, de los Mateo Belli; y en un club de básquet, el Hindú, se vio la llamada "perla del festival": allí, el Gran Circo Teatro, de Chile, presentó La negra Ester, basada en las décimas autobiográficas escritas por Roberto Parra, hermano menor de Violeta.
Con los chilenos llegó la primera alegría: la de una puesta tan refrescante como entrañable. Imaginen. Los personajes de un burdel de mala muerte en un puerto paupérrimo, el de San Antonio. Allí, la bella, sensual Negra Ester florece y se consume de amor por Roberto, un cantor popular de bolsillos vacíos que arde por ella pero no sabe muy bien cómo asir la flama. Cómo ser feliz en un mundo que no parece haber sido hecho para eso y se desbarranca en la miseria y la guerra de los 40.
"Sin embargo —dice el director Andrés Pérez Araya, quien adaptó los versos y le pone el cuerpo a un tierno travesti— en la obra puedes ver cómo era el Chile de nuestros mayores. Ese en el que convivían posturas contrarias que se rechazaban, pero no se anulaban ni asesinaban. El Chile que mató la dictadura."
Y allí están, entonces, la regenta Doña Berta, mintiendo 50 años; la corte de los milagros de los clientes; la picaresca del circo criollo y ambulante, las lágrimas de prostitutas hinchadas de dignidad. Y la banda. La omnipresente banda de tres músicos todo terreno que, durante las tres horas —sí tres horas— que dura la obra, avanzan como topadoras sobre boleros, baladas, cuecas y una mixtura musical latinoamericana apabullante. Eso sin descuidar los efectos de sonido de un mar embravecido, o del viento.
El resultado es una gran fiesta. Una a la que todos los espectadores están invitados. Incluso en el receso, cuando los actores convidan a las casi 600 personas "a pasar a los camarines, detrás del decorado", para ver a los actores, todos sumergidos, como están, en los espejos de los tocadores de madera donde se pegotean estampitas de vírgenes, de santos y aparecidos, estrellas rojas y fotos del Che.
Fuente: Clarín
sábado, 21 de octubre de 2000
El Minestrón
Esta noche a partir de las 22 en el Teatro del Fondo, en la calle 21 Nº 1878, se ofrecerá el espectáculo "El minestrón", a lo largo del cual se presentarán números musicales, de danzas, recitales de poesía y teatro.
La parte musical estará a cargo de Hernán del César (guitarra) y Diego Graciosi (teclados); danza contemporánea por Silvia Guantay, Nidia Martínez Barbieri y Julieta Ranno; Poesía a cargo de Ratón Losada y Felipe Chorén, flamenco con Carolina Russell "Carito", Maine García, Carmen Paroli, Felipe Chorén (percusión), teatro a cargo de José Pollo Canevaro y arte digital por el Mono Cieza.
Fuente: Diario El Día
La parte musical estará a cargo de Hernán del César (guitarra) y Diego Graciosi (teclados); danza contemporánea por Silvia Guantay, Nidia Martínez Barbieri y Julieta Ranno; Poesía a cargo de Ratón Losada y Felipe Chorén, flamenco con Carolina Russell "Carito", Maine García, Carmen Paroli, Felipe Chorén (percusión), teatro a cargo de José Pollo Canevaro y arte digital por el Mono Cieza.
Fuente: Diario El Día
miércoles, 18 de octubre de 2000
"Pepino de Oro" para Roberto Conte
Los premios a la labor desarrollada por los teatros independientes platenses "Pepino 88", que otorga la comisión del Club Gente de Teatro fueron entregados en una ceremonia que se realizó en la noche lunes en el Coliseo Podestá. La única incógnita de la velada fue el Pepino de Oro que finalmente se lo llevó el actor, director y autor de teatro Roberto Conte.
Los premiados fueron: Irene Bianchi, Pablo Espinosa, Fabián Guimil,Gustavo Senese, Ana Larronde, Nora Oneto, César Palumbo, el elenco de la obra "Venecia", Noelia Mobilio, Juan Carlos de Barry, el elenco de la obra "Imágenes paganas", Nina Errecalde (premio a la trayectoria teatral), el elenco del la obra "Misterio azul", Juan Pablo Parodi, Enrique Cáceres, Luis Manfra y Chichi Labat, Mariana Woudwyk, Pollo Canevaro y Roma Mathieu.
Fuente: Diario El Día
Los premiados fueron: Irene Bianchi, Pablo Espinosa, Fabián Guimil,Gustavo Senese, Ana Larronde, Nora Oneto, César Palumbo, el elenco de la obra "Venecia", Noelia Mobilio, Juan Carlos de Barry, el elenco de la obra "Imágenes paganas", Nina Errecalde (premio a la trayectoria teatral), el elenco del la obra "Misterio azul", Juan Pablo Parodi, Enrique Cáceres, Luis Manfra y Chichi Labat, Mariana Woudwyk, Pollo Canevaro y Roma Mathieu.
Fuente: Diario El Día
Cosecharás tu siembra
SEMINARIO PARA INVESTIGAR LA VIGENCIA DE LOS PERSONAJES CLASICOS DEL TEATRO ARGENTINO
En el Teatro del Pueblo, el ciclo convocó a figuras como Jorge Luz, Lydia Lamaison, María Rosa Fugazot, Gogó Andreu o Guillermo Rico para que transmitan su herencia a las jóvenes generaciones.
OLGA COSENTIN
El actor es, tal vez, el mejor preparado de los mortales para comunicar sin solemnidad la sabiduría que le llega con los años. Es lo que vienen mostrando los veteranos que participan del seminario organizado en el Teatro del Pueblo para transmitir la vigencia de los personajes clásicos del teatro argentino.
Figuras gloriosas de la escena como Osvaldo Miranda, Marcos Zucker, Elena Lucena o Pepe Soriano se alternan sábado a sábado, desde hace dos meses, para contar sus experiencias, intercambiar bromas, evocar anécdotas, sorprender con jugosas imitaciones, improvisar situaciones dramáticas o compartir la lectura de textos clásicos de sus repertorios.
Organizado por la Fundación Carlos Somigliana para el Autor Teatral, con auspicio del Instituto Nacional de Teatro, el ciclo fue una iniciativa del director y teórico Salvador Amore, quien consiguió sumar al proyecto al dramaturgo Roberto Cossa, al crítico Rómulo Berruti y al actor Luis Brandoni. La consigna es que el público, integrado por jóvenes actores y estudiantes de teatro, roben de los maestros sus rutinas y recursos del arte de interpretar.
EL CONVENTILLO. La sesión del último sábado empezó con la lectura de un pasaje de El conventillo de la Paloma, el sainete de Vaccarezza que le permitió a María Rosa Fugazot exhibir su dominio para recrear el habla de los inmigrantes. De su boca, una gallega, una turca y una porteña de los suburbios se enredaron en desopilante discusión, afanadas por ponerle límites a Paloma, la nueva inquilina del conventillo que, sospechaban con fundamento, tenía mareados a sus maridos.
"El sainete tiene la métrica y el colorido de los inmigrantes que mezclaban sus cocoliches y sus conflictos en las casas de inquilinato", describió Fugazot después de la breve introducción en la que el crítico Rómulo Berruti aludió a la sensibilidad y capacidad de observación que ejercía Vaccarezza: "Acostumbraba pasearse por los barrios más modestos de la ciudad para ver y escuchar personajes y situaciones que después trasladaba a sus textos".
A DESENTERRAR LAS RAICES. "Nosotros venimos de ahí, son nuestras raíces y es natural que nos reconozcamos en ellos", remarcó Fugazot. Aludiendo a su propia infancia, la hija de la legendaria actriz de teatro, revista y cine María Esther Gamas y del músico Antonio Fugazot recordó: "De chica, mamá vivió en un conventillo; decía que era como la casa grande de una gran familia. Había un matrimonio siciliano y otro napolitano cuyas mujeres vivían peleando. El marido de una era motorman de tranvía y el de la otra, portuario. ¡Ah, Santa Madonna!, que al marido di questa los strafuque il tranvia e que non quede niente di niente!, exclamaba la napolitana revolviendo su negra melena. E, que il tuo marito se caiga al aqua e se ahogue, contestaba la siciliana. Sin embargo, cuando llegaba un momento difícil, cuando un hijo se enfermaba o alguno se accidentaba todos se unían para proteger al que lo necesitaba."
Algunos de los participantes completaron el improvisado elenco. Mezclando oficio y diversión, Toni Lestingi disfrutó diciendo la parte del tano y Pelusa Suero arrancó carcajadas con su caricatura del gallego. Cada uno aportó su propio oficio a la clase magistral de la actriz y alguno desnudó su emoción, como la joven Cecilia Ocampo, a la que le temblaba la voz después de leer su papel de Paloma: "Yo soy una pichi en esto y me parece maravillosa esta oportunidad de hacer un personaje junto a una actriz como Fugazot".
Luis Brandoni, como uno de los impulsores de la experiencia, consideró que hay que ayudar a los más jóvenes a que descubran lo que forma parte de sus genes. "Hoy, no sólo es difícil para los nuevos actores abordar a Vaccarezza y el sainete; es difícil hasta hacer Cossa o Gorostiza. Creo que antes nos formaban como actores para acercarnos al personaje. Ahora, pareciera que el personaje es el que tiene que acercarse al actor. Por eso todos los trabajos se parecen", diagnosticó.
¿Hoy da vergüenza la identidad?, fue una de las preguntas que llegaron desde la platea. "Lo que pasa —respondió Brandoni— es que hoy se asocia la identidad con el ranking de los países, y no pertenecer al Primer Mundo se vive como una identidad menor. Es un error; nadie puede asumir una identidad que no sea la propia."
EL SUEÑO DEL PIBE. Para el mencionado Salvador Amore, la concreción de este encuentro es "el sueño del pibe", y cuenta por qué: "Yo conocí el escenario a los 4 años, cuando me subió mi padre, Antonio Amore, que era actor de teatro criollo en una compañía itinerante. Pero mi viejo se me murió cuando yo tenía 12 años. Recién a los 19 me volví a conectar con el teatro. Me fui a estudiar a la Universidad de las Artes de Rumania, donde me doctoré, trabajé con Peter Brook, actué, dirigí hasta que volví en los 80. Aquí trabajé haciendo docencia en el interior y pude hacer la síntesis entre mi formación europea y mis raíces. Por eso ahora, en todos estos maestros veo a mi padre. Creo en la herencia y quiero estimular a las nuevas generaciones para que se apuren a robar, a apropiarse de esta herencia de nuestros mayores".
Algo que vienen cumpliendo con puntual asistencia muchos participantes que exhiben con orgullo lo que les dejó cada sesión: "Bonet es un gran desacralizador, nos ayudó a recuperar el juego que conlleva el oficio del actor", valoró uno de los asistentes, el actor Nicolás de la Rosa, entusiasmado con la gracia de un relato del maestro: ¿Saben por qué los cohetes de Cabo Cañaveral tienen todos el mismo ancho? Porque tienen que entrar en los vagones del tren que los transporta. A la vez, el ancho de los vagones depende del de la trocha y el de la trocha reproduce la separación de las ruedas del carro. ¿Y por qué esa separación? Porque es el ancho de dos grupas de caballo. Todo tiene su explicación en el culo del caballo.
EL BOTIN. El clima festivo que caracteriza cualquier rito teatral alcanzó su cima cuando, al final, se incorporaron a la charla invitados de lujo como Jorge Luz, Gogó Andreu, Osvaldo Bonet, Lydia Lamaison, Guillermo Rico y Oscar Núñez. Cada uno en su estilo respondió preguntas del público e inició un contrapunto con sus pares que pasó con agilidad de la sabia opinión al chiste intencionado (ver Palabras mayores) en un despliegue acrobático de ingenio. El que consiguió robarles algo se alzó con un verdadero botín.
Fuente: Clarín
En el Teatro del Pueblo, el ciclo convocó a figuras como Jorge Luz, Lydia Lamaison, María Rosa Fugazot, Gogó Andreu o Guillermo Rico para que transmitan su herencia a las jóvenes generaciones.
OLGA COSENTIN
El actor es, tal vez, el mejor preparado de los mortales para comunicar sin solemnidad la sabiduría que le llega con los años. Es lo que vienen mostrando los veteranos que participan del seminario organizado en el Teatro del Pueblo para transmitir la vigencia de los personajes clásicos del teatro argentino.
Figuras gloriosas de la escena como Osvaldo Miranda, Marcos Zucker, Elena Lucena o Pepe Soriano se alternan sábado a sábado, desde hace dos meses, para contar sus experiencias, intercambiar bromas, evocar anécdotas, sorprender con jugosas imitaciones, improvisar situaciones dramáticas o compartir la lectura de textos clásicos de sus repertorios.
Organizado por la Fundación Carlos Somigliana para el Autor Teatral, con auspicio del Instituto Nacional de Teatro, el ciclo fue una iniciativa del director y teórico Salvador Amore, quien consiguió sumar al proyecto al dramaturgo Roberto Cossa, al crítico Rómulo Berruti y al actor Luis Brandoni. La consigna es que el público, integrado por jóvenes actores y estudiantes de teatro, roben de los maestros sus rutinas y recursos del arte de interpretar.
EL CONVENTILLO. La sesión del último sábado empezó con la lectura de un pasaje de El conventillo de la Paloma, el sainete de Vaccarezza que le permitió a María Rosa Fugazot exhibir su dominio para recrear el habla de los inmigrantes. De su boca, una gallega, una turca y una porteña de los suburbios se enredaron en desopilante discusión, afanadas por ponerle límites a Paloma, la nueva inquilina del conventillo que, sospechaban con fundamento, tenía mareados a sus maridos.
"El sainete tiene la métrica y el colorido de los inmigrantes que mezclaban sus cocoliches y sus conflictos en las casas de inquilinato", describió Fugazot después de la breve introducción en la que el crítico Rómulo Berruti aludió a la sensibilidad y capacidad de observación que ejercía Vaccarezza: "Acostumbraba pasearse por los barrios más modestos de la ciudad para ver y escuchar personajes y situaciones que después trasladaba a sus textos".
A DESENTERRAR LAS RAICES. "Nosotros venimos de ahí, son nuestras raíces y es natural que nos reconozcamos en ellos", remarcó Fugazot. Aludiendo a su propia infancia, la hija de la legendaria actriz de teatro, revista y cine María Esther Gamas y del músico Antonio Fugazot recordó: "De chica, mamá vivió en un conventillo; decía que era como la casa grande de una gran familia. Había un matrimonio siciliano y otro napolitano cuyas mujeres vivían peleando. El marido de una era motorman de tranvía y el de la otra, portuario. ¡Ah, Santa Madonna!, que al marido di questa los strafuque il tranvia e que non quede niente di niente!, exclamaba la napolitana revolviendo su negra melena. E, que il tuo marito se caiga al aqua e se ahogue, contestaba la siciliana. Sin embargo, cuando llegaba un momento difícil, cuando un hijo se enfermaba o alguno se accidentaba todos se unían para proteger al que lo necesitaba."
Algunos de los participantes completaron el improvisado elenco. Mezclando oficio y diversión, Toni Lestingi disfrutó diciendo la parte del tano y Pelusa Suero arrancó carcajadas con su caricatura del gallego. Cada uno aportó su propio oficio a la clase magistral de la actriz y alguno desnudó su emoción, como la joven Cecilia Ocampo, a la que le temblaba la voz después de leer su papel de Paloma: "Yo soy una pichi en esto y me parece maravillosa esta oportunidad de hacer un personaje junto a una actriz como Fugazot".
Luis Brandoni, como uno de los impulsores de la experiencia, consideró que hay que ayudar a los más jóvenes a que descubran lo que forma parte de sus genes. "Hoy, no sólo es difícil para los nuevos actores abordar a Vaccarezza y el sainete; es difícil hasta hacer Cossa o Gorostiza. Creo que antes nos formaban como actores para acercarnos al personaje. Ahora, pareciera que el personaje es el que tiene que acercarse al actor. Por eso todos los trabajos se parecen", diagnosticó.
¿Hoy da vergüenza la identidad?, fue una de las preguntas que llegaron desde la platea. "Lo que pasa —respondió Brandoni— es que hoy se asocia la identidad con el ranking de los países, y no pertenecer al Primer Mundo se vive como una identidad menor. Es un error; nadie puede asumir una identidad que no sea la propia."
EL SUEÑO DEL PIBE. Para el mencionado Salvador Amore, la concreción de este encuentro es "el sueño del pibe", y cuenta por qué: "Yo conocí el escenario a los 4 años, cuando me subió mi padre, Antonio Amore, que era actor de teatro criollo en una compañía itinerante. Pero mi viejo se me murió cuando yo tenía 12 años. Recién a los 19 me volví a conectar con el teatro. Me fui a estudiar a la Universidad de las Artes de Rumania, donde me doctoré, trabajé con Peter Brook, actué, dirigí hasta que volví en los 80. Aquí trabajé haciendo docencia en el interior y pude hacer la síntesis entre mi formación europea y mis raíces. Por eso ahora, en todos estos maestros veo a mi padre. Creo en la herencia y quiero estimular a las nuevas generaciones para que se apuren a robar, a apropiarse de esta herencia de nuestros mayores".
Algo que vienen cumpliendo con puntual asistencia muchos participantes que exhiben con orgullo lo que les dejó cada sesión: "Bonet es un gran desacralizador, nos ayudó a recuperar el juego que conlleva el oficio del actor", valoró uno de los asistentes, el actor Nicolás de la Rosa, entusiasmado con la gracia de un relato del maestro: ¿Saben por qué los cohetes de Cabo Cañaveral tienen todos el mismo ancho? Porque tienen que entrar en los vagones del tren que los transporta. A la vez, el ancho de los vagones depende del de la trocha y el de la trocha reproduce la separación de las ruedas del carro. ¿Y por qué esa separación? Porque es el ancho de dos grupas de caballo. Todo tiene su explicación en el culo del caballo.
EL BOTIN. El clima festivo que caracteriza cualquier rito teatral alcanzó su cima cuando, al final, se incorporaron a la charla invitados de lujo como Jorge Luz, Gogó Andreu, Osvaldo Bonet, Lydia Lamaison, Guillermo Rico y Oscar Núñez. Cada uno en su estilo respondió preguntas del público e inició un contrapunto con sus pares que pasó con agilidad de la sabia opinión al chiste intencionado (ver Palabras mayores) en un despliegue acrobático de ingenio. El que consiguió robarles algo se alzó con un verdadero botín.
Fuente: Clarín
domingo, 1 de octubre de 2000
RICARDO III
La corrupción en tiempos de Shakespeare
El grupo La Gotera estrenó el clásico del célebre dramaturgo inglés, haciendo una revisión de lo que es y significa la estructura del poder.
Con el tema de la corrupción en el tapete, políticos rindiendo cuentas y millones de argentinos afectados por una crisis producto de un sistema perverso, tomar como tema central de un espectáculo el poder parece oportunista, sobre todo cuando se sabe que desde la ficción de un escenario, todo está permitido.
Aunque así fuera, el Ricardo III que estrenó La Gotera no es producto de la coyuntura sino de cinco años de trabajo de investigación. Los actores del elenco andaban con ganas de llevar a escena un clásico, alguien propuso que fuera el de Shakespeare y empezaron a leer.
Interrupciones, otros estrenos - varios- de por medio, el clásico cobró forma después de haber sido adaptado.
"En su versión original 'Ricardo III' dura tres o cuatro horas. Esa fue la primera adaptación. Y después, la de los personajes: hay un Ricardo central y otros cuatro que van apareciendo según la situación que se presente para mostrar todos los vínculos: el afectivo, el social, el político. Lo que nos interesaba era desarrollar el personaje en todas sus fascetas, porque todos los poderosos se manejan en distintas situaciones", adelantó el director Marcelo Demarchi.
El poder y el vínculo. Un Ricardo que se planta en escena y otro que aparece como su alter ego. El "Ricardo III" de La Gotera hace eje en el poder. El poder como estructura, cómo se mueven todos los personajes dentro de esa estructura y cómo se acomodan o eligen un lugar dentro de ella. Un modo de adaptarse -o sobrevivir- que siempre existió, que Shakespeare plasmó en su obra y que se mantiene vigente.
"El tema de la estructura es fundamental porque, dentro de una estructura corrupta, un ser humano se corrompe. Por eso no hay buenos ni malos", agregó la asistente de dirección Claudia López Lombardi.
Vigencia, universalidad, igual: clásico. Desde la palabra, desde la situación, "Ricardo III" la respeta. No así desde la imagen y la espacialidad, el vestuario y la escenografía, lugares donde ex profeso se buscó romper con la idea que el público tiene de un clásico.
En eso trabajaron Julieta Sargentoni (diseño de vestuario, diseño escenográfico y lumínico), Claudio Cogo, Marcelo Dermarchi y C. López (diseño escenográfico y lumínico), Matías Coleff (diseño de maquillaje) y Daniel Reinoso (música original).
Los actores, cuyo entrenamiento corporal estuvo a cargo de Liliana Iglesias, son Siro Colli, Alejandra Bignasco, Edgardo Desimone, Juan Pablo Pereira, Claudio Cogo, María Ibarlín, Fabián Andicoechea, Diego Aroza y Adriana Sosa. Todos ellos confoman el grupo La Gotera y todos ellos harán las veces de Ricardo y su entorno.
El grupo La Gotera estrenó el clásico del célebre dramaturgo inglés, haciendo una revisión de lo que es y significa la estructura del poder.
Con el tema de la corrupción en el tapete, políticos rindiendo cuentas y millones de argentinos afectados por una crisis producto de un sistema perverso, tomar como tema central de un espectáculo el poder parece oportunista, sobre todo cuando se sabe que desde la ficción de un escenario, todo está permitido.
Aunque así fuera, el Ricardo III que estrenó La Gotera no es producto de la coyuntura sino de cinco años de trabajo de investigación. Los actores del elenco andaban con ganas de llevar a escena un clásico, alguien propuso que fuera el de Shakespeare y empezaron a leer.
Interrupciones, otros estrenos - varios- de por medio, el clásico cobró forma después de haber sido adaptado.
"En su versión original 'Ricardo III' dura tres o cuatro horas. Esa fue la primera adaptación. Y después, la de los personajes: hay un Ricardo central y otros cuatro que van apareciendo según la situación que se presente para mostrar todos los vínculos: el afectivo, el social, el político. Lo que nos interesaba era desarrollar el personaje en todas sus fascetas, porque todos los poderosos se manejan en distintas situaciones", adelantó el director Marcelo Demarchi.
El poder y el vínculo. Un Ricardo que se planta en escena y otro que aparece como su alter ego. El "Ricardo III" de La Gotera hace eje en el poder. El poder como estructura, cómo se mueven todos los personajes dentro de esa estructura y cómo se acomodan o eligen un lugar dentro de ella. Un modo de adaptarse -o sobrevivir- que siempre existió, que Shakespeare plasmó en su obra y que se mantiene vigente.
"El tema de la estructura es fundamental porque, dentro de una estructura corrupta, un ser humano se corrompe. Por eso no hay buenos ni malos", agregó la asistente de dirección Claudia López Lombardi.
Vigencia, universalidad, igual: clásico. Desde la palabra, desde la situación, "Ricardo III" la respeta. No así desde la imagen y la espacialidad, el vestuario y la escenografía, lugares donde ex profeso se buscó romper con la idea que el público tiene de un clásico.
En eso trabajaron Julieta Sargentoni (diseño de vestuario, diseño escenográfico y lumínico), Claudio Cogo, Marcelo Dermarchi y C. López (diseño escenográfico y lumínico), Matías Coleff (diseño de maquillaje) y Daniel Reinoso (música original).
Los actores, cuyo entrenamiento corporal estuvo a cargo de Liliana Iglesias, son Siro Colli, Alejandra Bignasco, Edgardo Desimone, Juan Pablo Pereira, Claudio Cogo, María Ibarlín, Fabián Andicoechea, Diego Aroza y Adriana Sosa. Todos ellos confoman el grupo La Gotera y todos ellos harán las veces de Ricardo y su entorno.
Fuente: El Día