El encuentro reúne obras de los lugares más distantes del planeta. Paraguay y Corea, Egipto y Chile, España y Costa de Marfil, entre otros países, intercambian identidades y estilos expresivos.
IVANA COSTA. Córdoba. Enviada especial
Mañana termina en Córdoba el primer Festival de Teatro del Mercosur, que desde hace nueve días conecta al público con expresiones propias y ajenas de calidad dispar. Más de 15.000 personas acudieron ya a las funciones; el Festival es un gran acontecimiento cultural en esta ciudad.
La muestra abarca 23 espectáculos de 15 países de Latinoamérica, Europa, Asia y Africa. En este marco, el teatro argentino está representado por dos elencos: la tradicional Comedia Cordobesa —que puso en escena Sacco y Vanzetti y hoy estrena Venecia— y el grupo Sísifo, de Buenos Aires, que presentó un Macbeth en la misma clave de exploración física y acrobacia de riesgo que la compañía viene trabajando desde 1997 (Ver El mundo en...).
El criterio de la selección nacional no resulta demasiado claro: sí se entiende, más allá de sus valores artísticos, la presencia de la Comedia Cordobesa en calidad de anfitriona. Pero la elección de Sísifo por Buenos Aires (o por el resto del país) no aparece tan evidente ni por representatividad ni por excelencia. Tal vez aquí se haya privilegiado, como en el resto de la muestra internacional, la posibilidad de mostrar una forma exótica de hacer teatro. De hecho, entre los espectáculos que aquí concentraron mayor expectativa figuran los de Corea, Costa de Marfil y Egipto, que fusionan elementos contemporáneos con una fuerte tradición de raíces religiosas.
"Es la primera vez que se presentan grupos de estos países en la Argentina" —dice la directora Cheté Cavagliatto, asesora del Festival y figura reconocida del teatro local—. "Y es así, definitivamente, como estamos recuperando el camino de los festivales internacionales."
Córdoba tiene una sólida tradición teatral que de 1984 a 1994 contó con una fiesta propia. Aquel Festival Latinoamericano no sólo reunía algunos de los trabajos más interesantes del teatro mundial sino que proyectaba internacionalmente a actores y directores de Córdoba. Por eso su suspensión (durante el gobierno de Ramón Mestre) se vivió aquí como verdadero duelo.
Desde esa perspectiva, entonces, el mayor logro de este primer Festival del Mercosur es recuperar ese espacio de confrontación que se creía perdido. "Esto es un brote para el teatro cordobés, y espero que vaya creciendo con los años", se entusiasma Bati Diebel, miembro de La Cochera y directora de Los Delincuentes, dos de los grupos independientes más legendarios y afortunadamente más vivos de Córdoba.
Los grupos independientes tienen muchas expectativas con este encuentro: para ellos el Festival es también una vidriera. Además de diez grupos seleccionados por un jurado nacional, 25 trabajos alternativos son centro de atención para productores y programadores de festivales de Francia, Alemania, Chile, Cuba, Colombia y España, invitados especialmente.
Elena Castro Díaz, que dirige en Cuba el área de teatro del Consejo de las Artes Escénicas y responsable del próximo Festival Internacional de La Habana, la chilena Hilda Arévalo, directora del Teatro Municipal de Valparaíso, y Juan Pagés, asesor del Festival de Nuevas Tendencias de Caracas, coincidían en rescatar, de los ya estrenados, los espectáculos Primero las damas, dirigido por Giovanni Quiroga y Guernica, de Marcelo Massa.
Entre el humor burlón del primero y la reflexión amarga y lúcida del segundo se abre un espectro amplio y muy interesante. Es una lástima que la atomizada realidad teatral argentina vuelva tan difícil la trascendencia, a nivel nacional, de trabajos como Hermanos de leche, del Teatro de la Luna (una síntesis de teatro físico y búsqueda antropológica), Por piernas y boca, reelaboración de La casa de Bernarda Alba a cargo de Los Delincuentes, o la muy curiosa "biopsia de Shakespeare" que llevan a cabo los actores de La Cochera dirigidos por Paco Giménez en Everyman.
Como es habitual, los programadores extranjeros, sobre todo los de países como Alemania y Francia, que subsidian la actividad teatral, se sorprenden de la distancia que existe aquí entre las mínimas condiciones para producir y las enormes capacidades manifiestas. Esto, si bien puede resultar un halago, abre un interrogante sobre la proyección futura de esta "metodología de supervivencia".
"Uno finalmente rescata algo agradable —dice Paco Giménez—; la tradición teatral independiente sigue en manos de otra gente a pesar de los obstáculos con los que se trabaja. Pero esto también provoca cierta conciencia sobre todo lo que nos falta."
A esa misma falta se refirió María Escudero. La directora del legendario Libre Teatro Libre hoy radicada en Ecuador, toda una visitante ilustre para los teatristas locales, comentaba con cierta melancolía: "Al teatro cordobés que veo actualmente le falta brillo, porque acepta al teatro tal como es. Y eso es lo que le impide crecer".
De los espectáculos internacionales ya estrenados, los más interesantes fueron la versión de Elektra de los españoles de Atalaya (que se vio recientemente en Buenos Aires) y La Negra Ester, del Gran Circo Teatro de Chile. El director chileno Andrés Pérez Araya, que el año pasado mostró una exquisita Madame de Sade en el Festival Internacional de Buenos Aires, trajo aquí el trabajo que hizo famosa a su compañía en todo el mundo. La Negra Ester es una explosión de ritmos, melodías y ricas historias de vida, de tres horas de duración, compuesta a partir de un poema de Roberto Parra que cuenta sus amoríos con una divina prostituta. De Chile también llegó el célebre Teatro de la Memoria, con Patas de perro. Pero la metáfora cruel que propone el director Alfredo Castro con el niño nacido mitad humano mitad perro no alcanzó la misma adhesión.
Graciela Ayame, directora general del Festival, ya consideraba cumplidos sus principales objetivos: "Las salas están en su mayoría llenas; las propuestas atraen a un público joven y todas las actividades realizadas en el interior de la provincia tuvieron una adhesión muy grande". Pero el objetivo implícito es, quizá, recuperar la mística de los festivales pasados.
"Yo no creo que se recuperen las cosas —dice Paco Giménez—. Como dice la canción, es mejor el verso aquel que no podemos recordar. Los festivales de antes son historia y los que vengan traerán lo nuevo."
Tal vez esta noche, cerca del final, con la presencia de expresiones diversas como La leyenda del Kaïdara, del grupo Ymako Téatri de Costa de Marfil, y del espectáculo de danza, música y teatro Donde las cosas suceden, del Teatro Joven de Egipto, el Festival del Mercosur abra la puerta a una nueva forma de ser Festival
Fuente: Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario