miércoles, 2 de junio de 2010

El telón en el living

ESCALADA Así se llama el lugar que abrió el actor Alberto Ajaka en el barrio de Villa Crespo.

Función en casa. Proliferan, como el teatro mismo. El actor y director Lisando Rodríguez rompió las paredes de su cuarto para crear Elefante teatro. Aquí, Claudio Tolcachir e Inés Saavedra relatan su experiencia.

Por Juan José Santillán

La iniciativa comenzó en los inicios de la democracia, pero en los últimos diez años ha proliferado como el teatro mismo en la ciudad de Buenos Aires. Hablamos del montaje de espectáculos teatrales en casas. Los nuevos espacios son lugares con características y modos de funcionamiento diversos que desde su gestación han pasado por diversas etapas.

Comparten, por un lado, ciertas formas autogestivas de producción de sus creaciones. En cada espacio se concibe la forma de trabajo como una zona laboratorio , donde el tiempo es un elemento fundamental para desarrollar ciertas líneas de experimentación. Hacia afuera, se caracterizan por una particular relación con el barrio. Vale recordar el cartel en la entrada de Timbre 4, la casa de Claudio Tolcachir, pidiendo encarecidamente silencio a los espectadores que acudían a La omisión de la familia Coleman para no molestar a los vecinos.

En Palermo se instaló Daniel Veronese con su estudio-teatro Fuga Cabrera que inauguró en 2008 con La noche canta sus canciones , de Jon Fosse. En el mismo barrio, la directora Inés Saavedra fundó, tiempo atrás, La Maravillosa, y el joven actor y director Lisando Rodríguez rompió las paredes de su cuarto para crear Elefante teatro. Además, Claudio Tolcachir dio forma en Boedo a la sala Timbre 4, mientras que en Balvanera se inauguró Silencio de Negras, un proyecto reciente. También, el actor Alberto Ajaka fundó Escalada, un espacio en Villa Crespo. Y por último, en La Boca, Eduardo Spíndola recicló una vieja casa de inquilinatos y dio lugar a Querida Elena Sencillas Artes.

Algunos de estos teatros surgieron a mediados de 2000 y hasta la actualidad mantienen, al igual que varias salas convencionales, una tensa relación con las habilitaciones y los requerimientos estatales. Tras Cromañón, el trámite para las habilitaciones son más severas. Cuenta Lisandro Rodríguez que “es muy difícil habilitar una sala en Buenos Aires. No dan los números, no dan las dimensiones, no dan los tiempos. Todo es muy complicado y no se contempla verdaderamente la actividad”. Elefante teatro es uno de los proyectos más radicales. Durante dos años programó allí Suiza , un ciclo de performances de 15 minutos que comenzaba alrededor de la 1 AM y se extendía hasta la madrugada. En diversos ciclos, entre otros creadores, por allí han pasado Santiago Loza y Maruja Bustamante y la sala fue apadrinada por Julio Chávez. Los espacios marcan diferencias, incluso, con la dinámica de producción de las salas alternativas del circuito porteño. Allí, los elencos deben presentar una serie de requisitos antes de ser programados.

“Elefante teatro surge como pura necesidad de estar y convivir con la idea de generar teatro”, cuenta Lisandro Rodríguez. “Para mí -agrega- era muy importante establecer una relación directa con la creación y tenerlo en mi casa me parecía mucho más factible que salir a buscarlo a otro lado. No tenía experiencia en teatros independientes, pero la sola idea de tener que presentar una carpeta a una sala o vender mi proyecto, me llevaba a pensar en un proyecto alternativo”.

Las casas-teatro se libran de estas situaciones de arranque. Elaboran otro tejido vincular tanto para los elencos como para el espectador. Hay poca cantidad de espectadores y funciones por noche. También una programación particular. Por ejemplo, Daniel Veronese en Fuga Cabrera, hasta el momento sólo ha montado sus obras. Lo mismo sucede con Tolcachir, quien además de estrenar lo suyo en Timbre 4, promociona proyectos de sus actores o de alumnos de sus talleres de actuación. Este año, sin embargo, el director amplió su teatro: una nueva sala en un terreno lindante con su casa.

En tanto que Eduardo Spíndola restauró una casona en La Boca. En la planta alta vivió con su familia. Y abajo montó la sala de teatro que convocó versiones de Strinberg y Alejandra Pizarnik, entre otros. En todos los casos, se trata de propuestas que irrumpen un espacio cotidiano en fina sintonía con las necesidades individuales de sus dueños. “Cuando me divorcié me vine a vivir a esta casa con mi hijo”, recuerda Inés Saveedra. “En ese momento ensayaba en el living Cortamosondulamos , con textos de Silvina Ocampo. Ana Alvarado (co- fundadora de El Periférico de Objetos) me dijo que debía estrenarlo ahí. Así fue”, dice.

En La Maravillosa, que funciona hace diez años, Saavedra estrenó junto a su socio creativo, César Rojas, Divagaciones, Los hijos de los hijos y Revolución de un mundo . Cada función integra un ritual con delicadezas gastronómicas temáticas (ej: los canapés Clarice Lispector) que se ofrecen al espectador antes de entrar a la sala. Por el momento, hay una prórroga para las habilitaciones de las salas.

Todos los teatros pueden funcionar porque tienen su permiso transitorio (Club de cultura). Aquellas salas que lo tramitaron en su momento extienden la habilitación hasta el 31 de diciembre de 2011. Mientras tanto, estos teatros para 30 o 40 espectadores mantienen en la intimidad y el boca a boca una revitalización espectacular.

Fuente: Clarín

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