miércoles, 23 de junio de 2010

El Teatro General San Martín cumplió 50 años

Celebración tibia, con Macri en la platea

Fue una fiesta sencilla e íntima, aunque extensa y algo desordenada

Con pena, aunque con mucha gloria, el 24 de mayo pasado, el edificio actual donde se erige nuestro tan querido Teatro San Martín, cumplió 50 años. Los fondos del gobierno porteño fueron destinados en su totalidad a la reinauguración del Colón, y el San Martín fue el gran relegado. La fiesta por sus 50 años tuvo que esperar y fueron su director general, sus empleados y sus actores quienes pudieron llevar a cabo un festejo al que la política económica porteña le negó un mayor brillo.

Se decidió que anteayer, se realizaría la primera de las tres funciones en conmemoración del 50° aniversario del Teatro San Martín (la siguiente fue ayer y la próxima, el martes 29, a las 20). Esa primera fecha estuvo dedicada a invitados, funcionarios, artistas, periodistas y representantes del personal. Y poco antes de las 20, ya se agolpaban en el hall del teatro todas y cada una de las figuras de nuestra farándula cultural. Allí se entremezclaron artistas, políticos, funcionarios, ex funcionarios, productores y gestores culturales, con decenas de empleados del Complejo Teatral de Buenos Aires. El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, entró con el ministro de cultura porteño Hernán Lombardi y, luego de las fotos y las cámaras, se ubicó en una de las primeras filas.

Veinte minutos más tarde de lo previsto, se levantó el telón para que, sin demasiado preámbulo, comience el espectáculo diseñado por José María Paolantonio y coordinado por René Aure. La bailarina Elizabeth Rodríguez abrió la propuesta con Alina , coreografiada por Mauricio Wainrot, un impecable solo de danza, con música de Arvo Pärt. Luego fueron sucediéndose en forma interminable, nueve escenas de nueve clásicos de la dramaturgia nacional e internacional, interpretadas por actores que alguna vez pasaron por ese teatro. Algunas de ellas, muy desprolijas, otras descollantes. Entre estas últimas: las encarnadas por Alicia Berdaxagar y Sergio Surraco, en El reñidero ; y por Luis Brandoni y Horacio Peña, en un momento clave de Un enemigo del pueblo , de Henrik Ibsen, cuyo paralelo con la política actual llenó de euforia a los espectadores.

La intervención del Grupo de Titiriteros del San Martín, con escenas de El gran circo y El maravilloso viaje del maese Trujamán y su inolvidable compañía ; y el cierre del Ballet Contemporáneo, dirigido por Mauricio Wainrot, con un segmento de Carmina Burana , estuvieron entre los mejores momentos; así como Rodolfo Mederos, ofreció intimidad con su bandoneón.

Sandra Guida y Alejandra Radano, con Diego Vila al piano, interpretaron "Moritat" y "Alabama Song", en idioma inglés; y fueron protagonistas del cuadro más aplaudido, una peculiar interpretación de "El Choclo" y "Caminito", alarde de talento y creatividad.

Aunque algo desordenado, largo (más de dos horas) y por momentos aburrida, la celebración tuvo su momento emotivo al final, cuando todo el staff técnico y artístico del teatro se abrazaron sobre el escenario de la Martín Coronado, con unas sencillas palabras de Kive Staiff y un aplauso larguísimo. En ese punto uno comprende que el festejo fue íntimo, conmovedor para la gente del San Martín, realizado con lo que se pudo, en casa, con más voluntad y amor que con pasión. Ojalá las autoridades hayan percibido algo de ese sentimiento, para poder lamentarse por lo que debió ser y no fue, sólo por dinero.

El texto de Kive Staiff que abre el espectáculo es contundente: "Algunos investigadores han querido ver en la trayectoria del Teatro San Martín la búsqueda y consolidación de un modelo cultural que, por los resultados, aparece como funcional a las expectativas de la sociedad. Si así fuera, todo el trabajo valió la pena, aunque implique asimismo y otra vez, un desafío: el de perfeccionarlo y profundizarlo, el de plasmar finalmente la transformación social posible y todavía pendiente".

Pablo Gorlero
Fuente: La Nación

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