viernes, 30 de abril de 2010

La obra de Susana Torres Molina indaga en los años ´70, con artillería simbólica.

GRANDES MOMENTOS DE UNA OBRA QUE INDABA EN UN TIEMPO HISTÓRICO Y SE ALEJA MUY BIEN DE UN CRITERIO PEDAGÓGICO.

"Esa extraña forma de la pasión" : La década candente

Por: Hernán Firpo

Primero gracias, porque detrás de la fachada gravosa que suponen los años setenta, esta puesta descomprime con una agilidad casi pop que nos permite escapar de la atmósfera de muerte de tres historias vinculadas a la militancias política y a la Dictadura.

En Esa extraña forma de pasión, una obra escrita y dirigida por Susana Torres Molina, se logra una distribución espacial con acciones simultáneas que cuentan: 1) lo que le pasa a una pareja en la clandestinidad de un hotel alojamiento. 2) los avatares de una militante judía en un centro de detención y 3) la entrevista de un periodista, hijo de padre desaparecido, que visita a una escritora y sobreviviente.

Todo, con un criterio de edición veloz y desenfocado, que le da al argumento un respiro. Bueno, esto si nos permitimos no discutir con el fondo y elegimos enredarnos con las formas y los modos estilísticos. Ahora, si somos esa clase de gente que sólo se deja golpear por la fuerza del discurso, la obra tiene pasajes de a ratos enfáticos, de a ratos declamatorios sobre los matices del terrorismo de Estado y la construcción de la memoria.

Decíamos que había tres historias que sobrevienen de manera fragmentada y complementaria. Es más, si no supiéramos por el programa de mano los nombres de cada uno de los personajes, podría resultar un lindo ejercicio lúdico imaginar que se trata de una misma historia contada en tres tiempos.

Dos de los tres relatos nos llevan directo al pasado. El tercero, el de la periodista y la escritora, se cuenta en presente. La que sucede a la izquierda del escenario retrata la situación de clandestinidad de los jóvenes revolucionarios, tan temerosos como temerarios. En el centro, dos integrantes de un grupo de tareas mantienen una relación extraña y neurálgica con una detenida. Quizás en la artillería simbólica, en la manera en que la autora dispuso el artificio de la transgresión, pueda estar el verdadero impacto de la obra. Como dice el texto prudente de la escritora ubicada a la extrema derecha de la escena: Es más importante lo contenido que lo que se dice. Y sí, la eficacia de lo inexplicable está muy por encima del impacto real que señalan las palabras y las cadenas de mensajes recetados.

Hay momentos súper logrados donde el teatro pedagógico y político se auto-persuade de lo remanido y prefiere alinearse saludablemente por el lado del mal. Eso pasa cuando el género falsea su esencia y nos hace desconfiar; cuando se convierte en un teatro sin escrúpulos que nos libera de las certezas y los aprendizajes. ¿Un ejemplo? La idea de desaparición que se resignifica en boca de un milico dándole un rasgo sentimental e incómodo. Los '70 siempre son espesos y la excitación, digamosló, es un mohín algo gastado por el peso mismo de la historia. Por suerte, y Torres Molina lo sabe, el movimiento se demuestra andando.

Fuente: Clarín

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