Una propuesta que aborda el exilio desde una perspectiva social y a la vez íntima
Montevideo, Uruguay.- La historia de un pueblo y su recuerdo es el eje temático en torno al cual gira la trama de la puesta en escena de "Nuestra Señora de las nubes", de Arístides Vargas, obra que se ofrecerá este martes 9 de febrero de 2010 (por única vez), a la hora 21.00 en la Sala César Campodónico del Teatro El Galpón, por parte del elenco mexicano del Taller Laboratorio de Actuación de Sinaloa.
Montevideo, Uruguay.- La historia de un pueblo y su recuerdo es el eje temático en torno al cual gira la trama de la puesta en escena de "Nuestra Señora de las nubes", de Arístides Vargas, obra que se ofrecerá este martes 9 de febrero de 2010 (por única vez), a la hora 21.00 en la Sala César Campodónico del Teatro El Galpón, por parte del elenco mexicano del Taller Laboratorio de Actuación de Sinaloa.
El autor de la dramaturgia, el argentino Arístides Vargas, es considerado como uno de los más importantes escritores teatrales latinoamericanos y, a través de esta propuesta, aborda el tema del exilio desde una perspectiva social y a la vez íntima, donde el recuerdo de la vida anhelada se vuelve presente a cada momento.
La memoria, el desarraigo y la marginalidad son también elementos característicos de la escritura poética del autor, originario de Córdoba, Argentina, la cual además del humor refleja cierta amargura así como inocencia suficiente para creer en un mundo que puede ser cambiado.
La obra narra los sucesivos encuentros entre Oscar y Bruna, dos personajes que a su vez se convierten en muchos otros para contar la historia de su pueblo: un pueblo en su recuerdo, un lugar casi imaginario que bien podría ser la ciudad donde estamos viviendo o cualquier otro lugar.
Así, los dos exiliados, en el transcurso de un tiempo impreciso se ven en diferentes lugares y recuerdan episodios de sus vidas en un pueblo llamado Nuestra Señora de las Nubes.
"El exilio comienza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos. Como si el tiempo nos pusiera un cuchillo en las manos y con él, asesináramos los momentos en que alguna vez fuimos felices. No lo hacemos con saña, porque yo no creo que el tiempo se ensañe con nuestros propios recuerdos. No. Lo hacemos con suavidad. Con la misma suavidad con que los recuerdos hacen presencia y con la misma violencia que supone el después, el no recuerdo, el cómo se llamaba, el cómo se decía, cómo, cómo... "-dice Bruna en la obra.
Fuente: La República
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