jueves, 31 de diciembre de 2009

El gran semillero

DOS DECADAS LLEVA AL FRENTE DEL TALLER QUE VIENE FORMANDO BAILARINES EN EL SAN MARTÍN. EL EXÁMEN DE INGRESO ES MUY DURO: SE ANOTAN 150 POR AÑO Y QUEDAN 24 AL FINAL DE PRUEBAS RIGUROSAS.

Norma Binaghi Dirige el Taller de Danza del Teatro San Martín. Cerró el año con una muestra de enorme calidad.

Por: Laura Falcoff

El Taller de Danza del Teatro San Martín, creado en 1977 por Ana María Stekelman, es sin duda la institución del país más merecidamente prestigiosa en perfeccionamiento de danza contemporánea. La muestra de trabajos coreográficos con que el Taller cerró el año 2009 en el teatro Presidente Alvear reflejó la calidad extraordinaria de esa formación. Los alumnos son jóvenes de entre 17 y 20 años de los que cierto número se incorpora, al egresar del taller, al Ballet del San Martín que dirige Mauricio Wainrot. Algunos lo hacen antes incluso antes de egresar: el formoseño Sergio Muzzio, que protagonizó recientemente la obra Voces del silencio, de Wainrot, acaba de concluir su tercer año. El Taller, ciertamente, se creó como un semillero de bailarines para la compañía oficial, pero con el tiempo su irradiación se fue proyectado mucho más allá. Este año se cumplieron dos décadas de la dirección de Norma Binaghi al frente del Taller, lo que le permite hablar de él con una amplia perspectiva.

¿Cómo evaluás el camino del Taller a lo largo de estos años?

Destacaría dos cosas: primero, la creación del Ballet Juvenil en 1994, que permitió a los estudiantes del Taller trabajar con coreógrafos reconocidos o comenzar a mostrar sus propias coreografías. El Juvenil se creó, en parte, porque el Ballet del San Martín contaba con bailarines experimentados y había escasas posibilidades de que ingresara gente nueva. Durante cuatro años, hasta que dejó de existir en 1998, el Juvenil hizo funciones en el Hall Central del San Martín, en centros culturales de Buenos Aires y en ámbitos al aire libre. Otro aspecto a destacar es que durante ese período algunos egresados empezaron a trabajar como coreógrafos en el medio independiente y hoy constituyen la mayoría de los que están en actividad. La creatividad, a través de la improvisación y la composición, se estimula y se estimuló siempre en el Taller.

Un dato interesante es que creció mucho el número de varones que estudian en el Taller.

Sí, y muchos de ellos son chicos del interior que estudiaron en general folclore; cuando vienen a Buenos Aires quieren aprender otras técnicas y se enteran del Taller. La formación que damos es gratuita y después del ciclo de tres años habrán hecho más de tres mil horas de clase sumando todas las materias.

Se sabe también que el nivel necesario para el ingreso es muy alto.

El nivel que se pide para el ingreso tiene que habilitarlos para una clase de ballet clásico, donde se aprecien sus condiciones básicas: flexibilidad, elongación, equilibrio, etc. Después se les dan secuencias de danza contemporánea para ver su disponibilidad en otros lenguajes. Y finalmente, una clase sobre aspectos rítmicos. El examen, sobre la base de estas clases, se va dando a lo largo de tres semanas con filtros sucesivos. Se postulan alrededor de 140 jóvenes y deben quedar 27, como máximo. La última semana se cierra con los postulantes que por su actitud, sus condiciones físicas y disponibilidad se acercan más a los objetivos del Taller. No buscamos sólo las condiciones físicas; también la sensibilidad y sobre todo una apertura hacia la contemporaneidad.

¿Ha ocurrido que no lograra entrar alguna chica o muchacho con muy buen nivel técnico pero que al que le faltaban estas condiciones?

Sí, y lo contrario también.

Fuente: Clarín

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