Un momento desestabilizador, con María Fiorentino y Ramiro Batista
Cabo verde. Autor y director: Gonzalo Demaría. Intérpretes: María Fiorentino, Rodolfo Roca, Luciano Correa, Ramiro Batista. Música original: Gerardo Gardelín. Escenografía y luces: Gonzalo Córdova. Vestuario: Cristina Villamor. Peluquería: Alejandro Granado. Chelo: María Eugenia Castro. En la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). Viernes, a las 21.30; sábados, a las 22.30. Duración: 80 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Más allá de una historia inquietante y con una fuerte carga de perversidad, Cabo verde, la nueva pieza de Gonzalo Demaría, narra un hecho ficticio, pero que puede encontrar resonancias en cierta historia del médico español Pedro Ara (aquel que embalsamó el cadáver de Eva Duarte de Perón), en una etapa en la que el profesional desarrolló una serie de investigaciones en el Hospital de Clínicas de Córdoba.
La realidad temporal que muestra la escena, ciertos signos de ira que asoman en el médico y las intrigas que se ponen en juego en algunos personajes remiten a cierta oscuridad de un mundo construido en épocas del peronismo.
La trama muestra a un médico higienista que busca a un chico ario, proveniente de un hogar humilde y que, además, sea el séptimo hijo de una familia, cualidad que le ha posibilitado ser apadrinado por el Presidente de la Nación. La mujer del mandatario, ya fallecido, busca a uno de esos pequeños con el fin de que la acompañe. El médico tendrá esa difícil misión y hasta la lleva a buen puerto, pero la aparición inesperada de la madre del joven trastoca muchos de sus planes y se descubren unas aventuras científicas sumamente crueles. Cabo verde es una pieza básicamente de personajes cuyas intrincadas conductas los acercan a unas patologías muy difíciles de desentrañar. Si bien sus pensamientos exponen una normalidad aparente, ellos esconden unas fuertes historias que, cuando comienzan a asomar, provocan cierta conmoción.
Gonzalo Demaría dirige a sus actores con mucha precisión. Esos personajes van dejándose ver muy progresivamente y, a medida que avanza la acción, ellos no sólo van adquiriendo una real entereza, sino que, además, demostrarán portar unas máscaras que, si bien al comienzo resultan algo ingenuas, al finalizar el espectáculo se habrán acercado mucho a lo siniestro.
Los cuatro actores demuestran una muy buena construcción de sus respectivas criaturas. La fuerza de una madre -de apariencia débil- por rescatar a su hijo se hace verdadera carne en María Fiorentino. El médico de Rodolfo Roca, aunque pequeño en un comienzo, va demostrando su apasionado universo poco a poco, hasta terminar próximo a la locura. La ingenuidad del discípulo que encarna Luciano Correa se torna pura fortaleza al descubrir los engaños de su tutor. Finalmente, el joven Ramiro Batista hace de su niño un ser verdaderamente desestabilizador de ese mundo que parece tan bien armado.
Resultan muy reconocibles los trabajos del escenógrafo e iluminador Gonzalo Córdova. Su espacio se multiplica en significados para transformarse en gabinete, un sendero de tránsito hacia la calle o el aula magna de una vieja facultad de medicina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario