miércoles, 29 de julio de 2009

Entre tantas porteñas... un aguafuerte platense

Roberto Arlt, a 67 años de su muerte

Periodista y escritor en los 30 le dedicó parte de su aguda mirada a la moderna capital provincial. Descripta como "el paraíso de los vagos", y como un lugar de gente amable y mujeres hermosas, la tituló Elogio de la ciudad de La Plata

Inventor fracasado, astrólogo autodidacta, periodista por el pan, escritor incomprendido. Esos y varios títulos más ostentó Roberto Arlt. Vivió intensos 42 años y dejó un marca en la literatura argentina que a esta altura nadie se atreve a discutir. Hasta el cansancio se ha dicho que “era un loco” que “escribía mal”: condiciones que él mismo se encargó de alimentar.

En sus novelas más leídas: El juguete rabioso, Los siete locos, Los lanzallamas y El jorobadito se cuela ese dejo de tristeza y locura que se transmitía hasta en su mirada. Pero lo que lo transformó en un mito nacional fueron sus Aguafuertes porteñas: publicadas desde el 14 de agosto de 1928 en el joven diario El Mundo y hasta el 26 de julio de 1942, día de su muerte.
Con estas crónicas urbanas pintó a la Buenos Aires de su época como nadie se animó. De esas vueltas por la ciudad de las luces para ver qué pasaba y luego volver a la redacción para escribir con un pucho entre los labios y un café sin azúcar, el poeta de los suburbios se llegó un día hasta nuestra ciudad. Promediaba la década del ‘30 y Arlt, con su particular visión de la vida, publicó su Elogio de la ciudad de La Plata.


Transcripta (en parte) a continuación, la aguafuerte es analizada por el doctor en Letras y ex decano de la facultad de Humanidades José Luis de Diego; y por el docente de la UNLP y autor del libro Astrología y fascismo en la obra de Arlt: José Amícola.

El elogio

Cada vez que a un vago amigo le he preguntado dónde trabajaba, me contestó: -Tengo un empleo en La Plata.
Y tan frecuentemente he recibido esta contestación que llegué a formarme la idea de que la benemérita ciudad de La Plata era algo así como el vaciadero de toda la atorrancia porteña (...) Ayer, después de arduas cavilaciones, resolví hacer un paseo hasta la ciudad ignota y desconocida. (...) Por lo que pude inspeccionar la ciudad a mi antojo y sabor, es decir, darme cuenta con mis propios ojos de lo que, sin tratar de parecerme a los viajeros distinguidos, llamaré “magnífica ciudad”. Y lo es sin vueltas.
“Como muchos porteños de aquella época, Arlt demuestra un prejuicio sobre la ciudad de La Plata que lo corrige desde el primer párrafo”, José Amícola.


El paraíso de los vagos

¿Cómo iniciaré el elogio de esta ciudad? ¿La llamaré la preferida de Dios, la elegida del Señor, el refugio de la Sulamita (hay muchas y estupendas), el jardín de la “fiaca”? ¿Cómo iniciaré el elogio de esta ciudad magnífica, amplia, limpia, arbolada, soleada, asfaltada, sin mujeres feas, con edificios maravillosos, con tranvías que paran a mitad de la calle, con agentes que bien podrían ser caballeros y que lo son por los modales? ¿Cómo elogiaré esta ciudad de cafés con mozos cordiales, con gente que camina sin apuro, con comerciantes que se recrean leyendo los letreros de sus comercios, con plazas sin atorrantes (...), con mujeres tan lindas que se piensa que a las feas las tienen secuestradas bajo siete candados para que no estropeen la armonía de ese paisaje que lo constituye el todo y las partes de ese inefable paraíso de silencio?
(...) Me he quedado encantado con esta ciudad. Alguien me dice que esta ciudad es de estudiantes... ¡Puede ser! Yo no he visto estudiantes en ninguna parte, sino gente pacífica, tranquila, que en los cafés hace rueda desde temprano, como si su ocupación fuera balconear la vida
y a los pájaros que picotean sus sombras en
las veredas.
“Sinceramente tengo mis dudas de que Roberto Arlt haya estado en La Plata. Tranquilamente él podía escribir una aguafuerte de estas características si se la contaba un amigo, alguien que haya estado aquí”, José Luis de Diego.
“Cuando Arlt en sus aguafuertes habla de la vagancia nunca lo hace de manera negativa. En este Elogio... el escritor la nombra como algo idílico, destacable”, Amícola.
“Irónicamente incluye entre los vagos a los estudiantes y los empleados de dependencias públicas”, de Diego.

El espectáculo

Le inquiero al boletero del tranvía la dirección de una calle e inmediatamente un bombero, una señora anciana, un caballero mulato, el motorman, un cabo de vigilantes y un vigilante, espontáneamente, se ofrecen a darme cuanto dato pido. Me quedo asombrado al comparar, instintivamente, la grasería porteña con la amabilidad de esta gente.
(...) El sol abundante y beneficioso sobre sus amplias espaldas. El silencio llueve sobre las plazas adornadas como para un día de fiesta. No se ven atorrantes ni para remedio.
“Destaca esa amabilidad de la gente que -por lo visto- a Buenos Aires ya le estaba faltando. Esa cualidad de gran observador que tenía Arlt ya nos habla de un estrés porteño que en La Plata no existía”, Amícola.

Cafés y vigilantes

Los cafés están repletos de gente que hace filosofía al margen de una tacita de achicoria. Los mozos parecen conocer a todo el mundo, porque veo que la gente se levanta de las mesas sin pagar y, en vez de ocurrir una tragedia como ocurriría en esta ciudad de filisteos (...)
Si me tocase la lotería o un empleo fácil y sustancioso me vendría a vivir a La Plata. Mi espíritu se regocijaría ante el panorama que contemplarían mis ojos, y éstos estarían de garufa corrida, pues, cuando no mirasen al cielo, que es lindo y azul, mirarían a las mujeres ¡que son más lindas todavía!

“Para Arlt esta es una ciudad para la garufa, un lugar para venir a no hacer nada. Me extraña que no haga referencia explícita a edificios como la Catedral, la Municipalidad, lo que me lleva a creer que la escribió sin haber venido, al menos para hacer esta aguafuerte”, de Diego.
“Su sensibilidad, su mezcla de lunfardo encuentran en esta y otras aguafuertes
lo que sólo Roberto Arlt podía llegar a ver”, Amícola.
“En 1933, Ezequiel Martínez Estrada escribió su libro Radiografía de la Pampa en el que la gran ciudad era el mal absoluto. En este escrito Arlt demoniza a la Capital y rescata los valores de La Plata, lo que me hace pensar en la influencia de Martínez Estrada”, de Diego.

Por Ulises Rodríguez

Fuente: Hoy

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