sábado, 25 de julio de 2009

Cuentos con acrobacia y humor

Anita Martínez, Diego Ramos y sus compañeros, en un alarde de creatividad Foto: LA NACION

Doña Disparate y Bambuco combina el absurdo con una puesta atractiva

Por Ruth Mehl

Doña Disparate y Bambuco , de María Elena Walsh, con dirección general y diseño de luces de Juan Bautista Carreras. Coreografía: Verónica Pecollo. Música: Martín Bianchedi. Vestuario: Alejandrina Molinero Calderón. Escenografía: Cecilia Erratchul y Moira Mulvhill. Animaciones: Facundo Pires. Sonido: Daniel Uhalde. Luces: Fabián Cuello. Intérpretes: Anita Martínez y Diego Ramos, Analía Riamonde, Mane Stancato, Laura Pereyra, Esteban Fiocca, Andrés Kyle, Raúl Aquino, Adrián Kiss y Sebastián Gutiérrez. Todos los días, a las 16.30, en el Broadway.
Nuestra opinión: excelente

Es un espectáculo placentero de principio a fin, en el cual los absurdos, cuentos y dichos de la autora se combinan con una presentación visual novedosa y atractiva que tiene la elegancia de evitar las estridencias sin dejar de pronunciarse por el disparate. Uno tiene la sensación de que la gente en el escenario la está pasando muy bien, y sabe lo que hace. Es lo que se experimenta, cuando hay oficio y la diversión es buscada desde el más importante recurso que significa estar contento y valorar lo que se hace.

La obra es como una calesita de acción continuada en la cual los protagonistas cantan las canciones, cuentan los cuentos y dicen los traviesos juegos de palabras que más de un adulto disfrutará recordando y que, a su vez, provoca en los chicos la inmediata cosquilla del absurdo.

Juegos acrobáticos

Cada tema cuenta con su propio dibujo escénico: es muy importante el aporte de los juegos acrobáticos que hacen una precisa ilustración de los textos, acompañados de un atractivo trabajo de iluminación que, a veces, los vuelve siluetas, otras, los acerca, o los aleja, mientras los protagonistas cantan y bailan, cambiando de ritmo, haciendo ellos también sus cabriolas.

Hay una pausa para leer un cuento, divertida, con muchos gags; y otra que juega con el retrato de la Mona Lisa, en la que se lucen las actuaciones.

Los temas "Canción para tomar el té", "En el Reino del Revés", "Don Enrique del meñique", "La calle del gato que pesca", "Canción de títeres", "Canción para bañar la Luna", "El show del perro salchicha", "Canción de la vacuna", "Canción del estornudo", "Manuelita, la tortuga", "Marcha de Osías" y un vertiginoso y desopilante "Twist del Mono Liso", entre otros, arman y desarman imágenes para la risa o la sonrisa, y también para el asombro.

Si bien es cierto que el material de María Elena Walsh se recibe con regocijo (al menos por las generaciones que la frecuentaron más en la infancia) este espectáculo brinda a los niños no sólo la oportunidad de conocer este humor refinado, impecable, que nace de provocar a la inteligencia a reconocer el absurdo, sino que los enfrenta también con un enorme aporte desde el trabajo actoral, el juego corporal, la presencia en el escenario, en movimientos equilibrados con rigurosa armonía pese a su constante cambio.

Fuente: La Nación

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