jueves, 25 de junio de 2009

“V” de Vagina


Húmeda, oscura y misteriosa; es sustituida por decenas de nombres ridículos y denigrantes; resguarda la memoria de momentos excitantes y desafortunados: es la vagina, inspiración para la dramaturga Eve Ensler en su más afamado monólogo.

Eve Gil

Cuando aquella amiga que a los setenta y dos años jamás había tenido un orgasmo le habló a Eve Ensler acerca de su vagina, ninguna de las dos sabía que ese era el principio de la escritura de una de las obras teatrales más exitosas de todos los tiempos. “(...) alentada por su terapeuta, una tarde volvió a su casa, encendió unas velas, se preparó un baño, puso música y descubrió su vagina. Dijo que le llevó más de una hora, porque a su edad ya estaba artrítica, pero cuando finalmente se encontró el clítoris, rompió a llorar.” Eve descubrió entonces que tampoco ella podría hablar con autoridad de su propia vagina y al intercambiar dudas e impresiones con otras mujeres de muy diversas edades, razas y estratos sociales se fue escribiendo Monólogos de la vagina, obra con la cual debutó como dramaturga en 1996 y se ha presentado en 31 países con desbordante éxito, lo mismo en Brasil que en Israel, “cada nueva historia que escuchaba era más asombrosa y ridícula”, dice, “cada una de las entrevistas se transformaba en monólogo. Hablé con decenas de mujeres, viejas, jóvenes, casadas, solteras, prostitutas, hispanas, africanas, asiáticas... al principio se mostraban reticentes a hablar sobre eso, pero una vez que empezaban nadie las paraba.”

Pero detrás de esta idea que parece tan simpática e innovadora, la de escribir una obra teatral donde las protagonistas absolutas son las vaginas —el título mismo lleva implícito el desafío: una palabra que ha sido silenciada, censurada; el programa de autocorrección ortográfica de mi computadora insiste en subrayarla, en resaltarla— se agazapa la dolorosa experiencia de su autora, narrada en la obra, que fue violada a los 13 años, algo difícil de imaginar en el pasado de esta neoyorquina guapa y simpática, de negra melenita recortada a lo Cleopatra. “Soy producto y resultado de esa violencia. La mayor parte de mi vida he tratado de salir de esa oscuridad, es más que una depresión, es odiarse a uno mismo, es perder el sentido y el valor propio, es una desesperanza, simplemente sientes que no tienes derecho de estar aquí, como mujer y creo que la mayoría de las que han sido golpeadas y lastimadas han sentido eso.”

La vagina es ese rincón húmedo, oscuro y misterioso, técnicamente, un agujero de unos ocho centímetros ubicado entre la vulva y el cuello del útero en la que no pensamos al hacer el amor pero sí cuando quedamos a merced de un pasante de ginecología carente de sensibilidad —en recuerdo a mi propio parto— llegando a sentirnos como un auto desvielado al que le abren la cajuela para quitarle piezas dañadas. La escena aquí descrita, en sí misma, ya es violenta. V de violencia, V de vagina, dice Eve. Cuando alguien le pregunta por qué el sillón de su oficina en Nueva York tiene la forma de una vagina, apunta hacia su ventana desde donde se vislumbra el Empire State y responde: “porque todo tiene forma de pene.” En el extraordinario prólogo a la versión literaria de Monólogos (Emecé, 2004, Trad. Anna Plata), la feminista Gloria Steinem comenta: “(...) después de licenciarme en la universidad viví en la India durante un par de años. En los templos y santuarios hindúes veía el lingam, un símbolo abstracto de los genitales masculinos, pero también vi, por primera vez en mi vida el yoni, un símbolo de los genitales femeninos: con forma de flor, de triángulo o de óvalo de dos puntas. Me explicaron que miles de años atrás, este símbolo había sido objeto de adoración por considerarlo más poderoso que su equivalente masculino (...) Sin embargo, la India y el culto al yoni parecía hallarse a mucha distancia de las actitudes norteamericanas respecto al cuerpo de la mujer cuando regresé a mi país. Incluso la revolución sexual de los años sesenta sólo consiguió que más mujeres estuvieran disponibles sexualmente para un mayor número de hombres.”

Eve señala que un hecho en apariencia tan trivial como omitir la palabra vagina y sustituirla por cientos de nombres ridículos y hasta denigrantes, va aunado al silenciamiento que durante siglos hemos resentido las mujeres, “(...) después de haber dicho la palabra cien o mil veces, se te ocurre que es tu palabra, tu cuerpo, tu lugar más esencial. De repente te das cuenta de que toda la vergüenza y la incomodidad que has sentido hasta entonces al decir la palabra ha sido una forma de silenciar tu deseo, de minar tu ambición.” En esta obra se habla única y exclusivamente de la vagina, sí, pero ella no solamente resguarda la memoria de los momentos excitantes (que los hay en la obra) y en los que inevitablemente sale a relucir otra palabra tabú, clítoris, fuente del placer femenino, sino también la de situaciones tan aberrantes como pudiera serlo una eufemísticamente llamada “circuncisión” femenina (aunque la práctica equivalente en un hombre, dice la doctora Nahib Toubia, sería extirpar todo el pene, sus raíces de tejido blando y parte de la piel escrotal”) y una violación, narrada en este caso por una mujer bosnia: “(...) sueño que tengo un animal muerto cosido ahí dentro con hilo de pescar negro y grueso. Y no puedo desprenderme del apestoso olor a animal muerto. Y tiene un tajo en el cuello y sangra tanto que me empapa todos mis vestidos de verano (...) Qué frío está, con el cañón de acero que me anula el corazón. No sé si van a dispararlo o a clavármelo más adentro hasta atravesar mi cerebro que da vueltas como un trompo (...)” (p.p 73 y 74). Desde la anciana que ha vivido sintiéndose culpable por “inundarse” cada vez que se excitaba, pasando por la treintañera que entre conmovida y azorada se mira la vagina por primera vez y hasta una niñita de seis años que hace saltar las lágrimas cuando dice que su vagina es un tesoro solo suyo, Monólogos de la vagina nos lleva de la hilaridad a la excitación (algunos pasajes logran que nuestra vagina se humedezca); de la ternura a la indignación; del asombro al llanto: “El corazón es capaz de sacrificarse/ La vagina también./ El corazón es capaz de perdonar y de sanar./ Puede cambiar su forma de dejarnos entrar./ Puede dilatarse para dejarnos salir./ La vagina también/ Puede sufrir por nosotras y ensancharse/ por nosotras, morir por nosotras y sangrar/ y traernos entre sangre a este mundo/ difícil y maravilloso... (p. 116).

Aunque la formula ha resultado tremendamente exitosa desde el punto de vista comercial, Eve emplea gran parte de las ganancias en programas de protección para las mujeres golpeadas. En México—donde la obra ha sido traída por Morris Gilbert, dirigida por Abby Epstein—, este fondo se destinó concretamente a combatir la violencia contra las mujeres de Ciudad Juárez. En apenas siete años ha donado para diversas causas la friolera de 25 millones de dólares. Según comenta muy atinadamente Marina Aizen, Eve recorre el camino inverso de San Agustín, a quien se le debe la idea fundadora de la represión sexual al suprimir su rebelde miembro masculino. Ella clama porque las mujeres se conozcan a sí mismas, es decir, conozcan sus genitales, que comprendan que la sexualidad sana es un camino mucho más seguro a la espiritualidad.

Las actrices más famosas del mundo se han disputado un lugar en esta obra: Glenn Close, Meryl Streep, Susan Sarandon, Wynona Ryder, Kate Winslet, Whoopi Golberg y hasta la cantante Alanis Morrissette y la escritora Erica Jong son algunas de las que han participado en la versión presentada en los escenarios off Broadway Nadie hubiera imaginado jamás que las mujeres de todo el mundo estuvieran tan ansiosas de hablar acerca de su sexo. Eve actúa su propio personaje en la puesta en escena de Nueva York: el de la mujer que fue violada en la infancia, primero por el padre, luego por un amigo de este y hasta por otra mujer. Llora siempre que lee su parlamento y el público la aplaude de pie. Actualmente tiene en cartelera la obra Good body, dirigida especialmente a las adolescentes de 13 años para arriba y donde aborda la distorsión del concepto de belleza difundida por los medios de comunicación que ha llevado a la muerte a tantas mujeres en el mundo por anorexia, bulimia, cirugías clandestinas y, en África, por empleo de químicos para aclararse la piel. “Lo más irónico es que el gusto de los hombres es muy contrario a las exigencias de la moda porque a ellos sí les gusta agarrarse de algo.”

Fuente: adonis

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