sábado, 27 de junio de 2009

La Banda no le tiene miedo a Brecht

La Banda de la Risa le da vida al dramaturgo alemán en el Teatro de la Ribera

El grupo que dirige Claudio Gallardou se animó a meterse en un universo ajeno y logró volverlo propio

Un hombre es un hombre
. De Bertolt Brecht. Por La Banda de la Risa. Dirección general: Claudio Gallardou. Dirección de actores: Cristina Moreira. Intérpretes: Claudio Gallardou, Cristina Fridman, César Bordón, Gustavo Ferreira y Mariano Engel. Voces en off: Juan Manuel Tenuta y Laura Aprosov. Música: Paul Dessau. Arreglos musicales: Federico Mizrahi. Iluminación: Jorge Merzari. Escenografía: Marcelo Valiente. Vestuario: Renata Schussheim. Asistencia de dirección: Miguel Garzón. Duración: 100 minutos. En el Teatro de la Ribera.

Nuestra opinión: buena

La Banda de la Risa se metió de lleno y sin pudores con Bertolt Brecht y dejó -afortunadamente- su impronta mezclada con la del dramaturgo alemán. Así, en esta propuesta distanciada de Un hombre es un hombre se vuelve un juego encantador buscar y encontrar esos particulares sellos del grupo que dirige desde hace casi 25 años Claudio Gallardou.

La historia está lejos de ser una comedia, y sin embargo más de una vez el espectador se sorprende sonriendo ante la resolución escénica que encontraron los intérpretes de la mano de Cristina Moreira (a cargo de la dirección de actores). Hay música, poesía, máscaras, clowns con rojas narices y bailes en un contexto que da miedo: un pequeño pero letal escuadrón de ametralladoristas ha convertido al pacífico changador indio Galy Gay en el brutal asesino que es Jeraiah Jip. Poco más que unas cervezas y unos cigarros bastaron para que Galy Gay se olvide de su mujer, del pescado que salió a comprar y, sobre todo, de quién es.

De la misma manera que se reconoce a La Banda... sobre el escenario, también está presente el espíritu brechtiano en su interpelación al público, en su desaforada necesidad de romper -o mostrar- el ardid teatral para que quien está en la platea pueda reflexionar fríamente sobre lo que allí sucede.

Una puesta sencilla -en la que la luz de Merzari y el vestuario de Schussheim cumplen un rol fundamental- pone casi todo su peso en las actuaciones de un gran grupo de actores (Claudio Gallardou, Cristina Fridman, César Bordón, Gustavo Ferreira y Mariano Engel), a tal punto que es difícil distinguir a uno por sobre el otro. Entre todos ayudan a llevar adelante una historia fragmentada que, sin embargo, discurre con fluidez y buen ritmo. Los quiebres entre drama y humor son fulminantes y orgánicos, a pesar de las fuertes expresividades que imponen las máscaras.

Verónica Pagés

Fuente: La Nación

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