Una nueva obra sobre una familia disfuncional desembarcó en la cartelera porteña. Pero no es una más, es la niña mimada de la crítica de Nueva York y Londres, ganadora de cinco premios Tony 2008 y del Pulitzer a la mejor obra dramática en el mismo año. Agosto (Condado Osage), del norteamericano Tracy Letts, recientemente estrenada en el Lola Membrives con un numeroso elenco encabezado por Norma Aleandro, Mercedes Morán, Andrea Pietra y Lucrecia Capello, bajo la dirección de Claudio Tolcachir, joven creador de puestas conmovedoras del off como La omisión de la familia Coleman y Tercer cuerpo. El encuentro con dos de sus protagonistas, Morán y Pietra, es más que bienvenido para adentrarse en este embrollo familiar de dos horas cuarenta de duración (con intervalo), que mantiene en vilo a públicos diversos. ¿La anécdota? El padre desaparece en forma misteriosa; la madre (una adicta a las pastillas a cargo de Aleandro) reúne en la casa paterna a sus tres hijas con sus respectivas familias durante un fin de semana en el que todos los trapitos salen al sol. Odios, rencores, secretos, afectos de todo tipo, verdades reprimidas, enfermedades y perversiones. Nadie se salva. Tres generaciones bajo una lupa impiadosa y una sola criatura que se distancia: Banca, la empleada nacida en la India. Todo comenzó el año pasado de manera casual, cuenta Morán, cuyo último trabajo en escena fue Pequeño crímenes conyugales, con Jorge Marrale y dirección de Rubén Szuchmacher, en el 2005. “Mi marido recibe el New Yorker y siempre me cuenta de las críticas que aparecen. Me habló de la reseña que habían publicado sobre esta obra y, al poco tiempo, vi la entrega de los Tony por televisión. Me sorprendió la cantidad de premios que se llevó y que las protagonistas eran mujeres sumamente atractivas y diversas.” Al día siguiente, en la grabación de Socias, le comentó a Pietra y poco después, el productor Daniel Grinbank, pareja de Andrea, puso el motor en marcha. Consiguieron el texto en inglés, lo hicieron traducir y no hubo vuelta atrás. “Es un material infrecuente. Ya en las primeras hojas te das cuenta de que estás frente a una historia fascinante. Simplemente te atrapa, no podés dejar de leer. Está construida desde el suspenso y, a la vez, es muy profunda”, agrega la intérprete, responsable también de la adaptación. Viajaron a Nueva York, vieron el espectáculo, y “fue constatar que esa conmoción que tuve con la lectura, también la tenían las cuatrocientas personas que estaban esa noche conmigo en Broadway”, describe. Recuerda que en el entreacto, los espectadores salían con “un estado de excitación emocional fuerte” y que ella misma dejó la sala “con la sensación de que haber tenido una experiencia emocional potente”.
Según Pietra, Letts maneja con mano maestra el suspenso, manteniendo siempre la intriga de lo que está por venir. “Constantemente el autor va dando novedades. No da toda la información de golpe. De a poco se arma un abanico de emociones y de acontecimientos, de los más variados. Amores, dolores, ternuras, zonas oscuras en cada uno de los personajes.”
–¿Cómo describen a sus personajes?
Mercedes Morán: –Bárbara es la hija mayor y llega a la casa paterna convocada por una madre terrible que lo resuelve todo desde el odio. A ella misma le pasa de todo. Está en la crisis de los 50, se sofoca, tiene una reciente separación a cuestas que decide no blanquear, una hija adolescente en plena explosión hormonal. Y esa madre loca. De las tres, es la que más se le parece y llega para hacerse cargo de la situación. No saben si el padre se fue por su voluntad o si le pasó algo.
Andrea Pietra: –Eli es la hermana del medio, la que se queda a vivir cerca de los padres. Se la ve muy vulnerable, ya no lucha por cambiar nada, pero esconde un secreto que cuando explota afecta a todos. Eugenia Guerty es Carolina la hermana menor, la que está más lejos emocional y físicamente.
–Mercedes, ¿cómo trabajó la adaptación?
M. M.: –Deslocalizando el texto, sacando las referencias a Estados Unidos para potenciar su universalidad. Creo que así la identificación gana. Pero hay cosas que permanecen. Agosto, por ejemplo, era el mes preferido del padre, que era poeta. Nos interesó mantener ciertos rasgos: sucede en una casa del interior, en un mes de calor. Creo que conmueve tanto porque te conecta con emociones primarias.
–¿Cuál es el tono dominante del espectáculo?
M. M.: –Es un planteo naturalista y realista pero, en cierto momento, se quiebra y va hacia otro lado. En ese punto tiene algo de realismo mágico. Logra una gran cercanía con el público, como si el espectador estuviera dentro de la casa espiando.
A. P.: –La escenografía misma es el interior de una casa con tres pisos. Y en ciertos pasajes, hay acciones simultáneas y el público elige qué ver. Pasan cosas todo el tiempo, es muy dinámica.
M. M.: –Es paradójico porque es un drama, pero la gente se ríe y se conmueve de principio a fin.
–¿Cómo las afecta el hecho de que afuera el espectáculo es un boom?
A. P.: –Ya de por sí, el texto es tan poderoso que si asumís la responsabilidad de hacerlo bien y lo encarás de la mejor manera, como creo que lo estamos haciendo, estás tranquilo. No me preocupa el exterior, sino cómo nos va a nosotros.
–¿Y trabajar con Norma Aleandro?
M. M.: –Para mí es un sueño. En dos oportunidades íbamos a actuar juntas, pero finalmente no se dieron. Tenía muchas ganas porque la admiro profundamente. Cuando leímos la obra, enseguida pensamos que Violeta, el personaje de la madre, era para ella. Le dimos el texto, cruzamos los dedos y le pasó lo mismo que a nosotros. Se enganchó de lleno. Lo que está haciendo arriba del escenario es tremendo. Nos potencia a todos, nos hace crecer. Al lado suyo hasta lo difícil se vuelve más fácil.
A. P.: –Norma es lo que Maradona es al fútbol. Se sube al escenario y tiene una presencia única. Está siempre conectada y viva, buscando más cosas, muy curiosa, como si recién arrancara.
Las intérpretes subrayan la “sabiduría” del director: la capacidad de estar atento a las propuestas creativas del actor, valorarlas y potenciarlas sin imponer criterios. “Lo hace casi en forma etérea, con un compromiso total. Y encima somos trece actores que venimos de horizontes distintos”, asegura Morán. Tolcachir recibió la invitación de Grinbank, quien había visto La omisión de la familia Coleman y Tercer cuerpo en la sala Timbre 4 que el director tiene en Boedo. “Me puse muy contento; era un desafío importante con semejante elenco, tantos actores y un texto potente”, recuerda. Aceptó y se zambulló en tres meses de ensayos intensos (seis días a la semana, seis horas), enfrentándose con “personajes muy humanos, con historias profundas, muy alejados de los gags”, y que exigían una composición compleja. En soledad, fueron horas y horas de lectura para descubrir los matices, los colores de cada uno, las transiciones emocionales. Y con todo ese bagaje ir “al encuentro del actor”.
–¿Y con qué se encontró?
Claudio Tolcachir: –Con coincidencias y con sorpresas. Norma no deja de sorprenderte nunca. Lo mismo Mercedes: su Bárbara se reconoce en ciertos aspectos parecida a su madre y está muy desbordada por más de que no lo demuestre tanto. Son personajes que rechazan composiciones planas. La madre no sólo genera odio, también ternura. Es muy potente, irónica, manipuladora y carga con su propio dolor. No puede dejar de consumir pastillas y su ánimo depende de ellas.
–Usted tiene experiencia en dramas familiares: protagonizó Un hombre que se ahoga, versión de Tres hermanas que dirigió Daniel Veronese; La omisión de la familia Coleman también lo es. ¿Qué tiene Agosto de singular?
C. T.: –Es muy explosivo. Todo está muy concentrado. Es una olla a presión en la que saltan todo los fusibles. Lo que nunca me preocupó es la duración, porque el texto es un imán. Es una obra de sucesos. Ya en los ensayos estábamos pendientes de lo que pasaba en escena. Nadie descansaba, todos miraban.
Mientras que Tercer cuerpo hace temporada en Santiago de Chile y La omisión... prepara las valijas para Alemania, Tolcachir completa un ciclo que arrancó hace ocho años, cuando audicionó para integrar el elenco de El juego del bebé. Fue seleccionado y trabajó con Aleandro, con quien lo une un gran afecto. Ella lo dirigió en De rigurosa etiqueta. Ahora, le llegó su turno.
Fuente: Página 12