domingo, 26 de abril de 2009

La década infame de Botana

BUENOS AIRES
Alejandro Awada y Ana Yovino ponen el cuerpo a dos criaturas pasionales


Titulares
(La voz del pueblo). De: Bernardo Carey. Dirección: José María Paolantonio. Intérpretes: Alejandro Awada, Ana Yovino, Cutuli, Manuel Vicente, Emiliano Dionisi, Carlos Da Silva, Nelson Rueda, Pablo Alvarenga, Pablo Razuk, Rubén Ballester, Mónica D´Agostino, Naanim Timoyko, Pedro Ferraro, Mariano Fernández, Mónica D´Amico, María Celeste Gerez, Juan Manuel Fernández Ariza, María Milessi, Pablo Sciolini y cuerpo de baile. Vestuario: Nené Murúa. Coreografía: Mecha Fernández. Música: Luis María Serra. Iluminación: Ernesto Diz. Escenografía: Héctor Calmet. Dirección multimedia: Sebastián Irigo. Asistencia de dirección: Ticiana Tomasi. Asistencia artística: Tatiana Santana. Diseño mural: Maydée Arigós. Teatro Presidente Alvear. Duración: 110 minutos.

Nuestra opinión: buena

Titulares no sólo narra un intenso tramo de la vida del periodista Natalio Botana, sino que, con él, también hace una pintura de época de la Buenos Aires de los años 30. Y precisamente en estos dos aspectos está lo mejor de la propuesta del director José María Paolantonio. Por un lado, el excelente trabajo actoral de Alejandro Awada, que se mete en la piel del creador del viejo diario Crítica, con una energía avasalladora que lo ayuda a ponerse al hombro una obra de casi dos horas de duración. Y por el otro, está el recorrido histórico que aparece en escena a través de diálogos, personajes y hechos puntuales, así como en los titulares (por medio de un muy buen recurso) de ese diario que supo virar y acomodarse de acuerdo con quién estaba en el poder.

Si bien es cierto que justo este punto no está del todo bien desarrollado -sólo se hace foco en el íntimo vínculo con el general Agustín P. Justo- sirve para mostrar, aunque sea superficialmente, este aspecto de la vida de Botana, que lo convirtió en un hombre controvertido, contradictorio, querido y odiado casi por igual.

De todas maneras, ni el libro de Bernardo Carey ni la puesta de Paolantonio apuntan a ser una biografía palmo a palmo de este hombre. Es un somero recorrido que plasma su pasión por el éxito y por las otras pasiones que lo llevaban de la nariz, como la que lo ataba a su mujer, Salvadora Medina Onrubia, con quien se disputaba el amor (la educación, la crianza) del hijo de ella -adoptado por él-, Pitón. En ese triángulo de afectos fuertes, está el núcleo de esta historia, y los tres actores que tienen la responsabilidad de llevarla adelante están a las alturas de las circunstancias. Como ya se dijo, Awada se mueve con comodidad entre la dureza del hombre de negocios -que sabe perfectamente a dónde quiere llegar- y el amor que le despiertan su mujer (sentimiento con muchos altos y bajos) y su hijo (uno incondicional). Ana Yovino vuelve a demostrar que es una actriz versátil y llena de sutilezas lo que le ayudan a darle espesor y volumen a su criatura, que tiene un recorrido amplio en el que siempre está esa matriz de mujer fuerte y rebelde. Emiliano Dionisi pinta muy bien a su Pitón, alocado y caprichoso, pero hay algo en la dirección que no lo ayuda a superar cierta macchietta que en el momento del drama le juega en contra. De todas formas, su trabajo físico y expresivo es muy bueno, sobre todo en las escenas de baile y fiesta.

Paolantonio elige fragmentar la historia en postales que ayudan a pintar a Botana y a su entorno, y esos recortes se traducen en escenas cortas (algunas demasiado cortas), en las que va saltando el tiempo y van apareciendo personajes famosos de la época. Tanta fragmentación le quita continuidad a lo que se cuenta y con ello impide que el espectador se involucre emocionalmente con lo que pasa; emoción que sí alcanza cuando algunas de las escenas le da un poco de tiempo. A su vez, unas pinceladas de humor permiten descubrir situaciones llevaderas.

Uno de los escollos es que se trata de un elenco enorme que no es parejo en el trabajo. Entonces, aparecen personajes que casi lastiman algunas escenas al lado de otros que hacen lo que pueden con lo que queda de ellas (Pablo Razuk, en la piel de Neruda, y Nelson Rueda, en la de Borges, están en este segundo grupo).

Y quizás ahí está uno de los inconvenientes de la propuesta y es que tiene ciertos aires de pretenciosidad y grandilocuencia. Paolantonio pone pantallas en escena que dan un marco escénico a la acción con una estética en blanco y negro, suma los titulares del diario, hay escenas de baile bien justificadas y otras (como la que antecede a la presentación del mural de Siqueiros) que no se termina de entender a qué vienen. El director se anima a un cruce de lenguajes y técnicas que por momentos abruma. Es como si se hubiera impuesto utilizar todos los recursos técnicos y todos los espacios.

De todas formas, Titulares se presenta como una más que recomendable propuesta que invita a entrar en un mundo muy reconocible y del que quedan innumerables vestigios.

Verónica Pagés

Fuente: Diario La Nación

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