miércoles, 1 de abril de 2009

La danza de punta a punta

Sasha Waltz presentó su obra “Körper” interpretada por su compañía Waltz & Guests en la nueva edición de Santiago a Mil.

XVI Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil 2009

Una cartelera de 53 producciones de distintas disciplinas marcaron este festival donde la danza estuvo representada por la coreógrafa alemana Sasha Waltz, el coreano Shin Jong Chul y tres creadores chilenos.

Mabel Diana | Chile

Este año, el Festival Santiago a Mil programó una extensa cartelera de 53 producciones, espectáculos de teatro, danza, música, teatro de calle y nuevo circo. La danza estuvo representada por “Körper” de la coreógrafa Sasha Waltz de Alemania, “Eyes” del coreógrafo Shin Jong Chul de Korea y tres espectáculos de creadores chilenos, “Beige” de Alejandro Cáceres, “Guerra” de Nelson Avilés y “Pies Pa’ Volar” de Andrés Cárdenas y Analía González.

El toque germano

Sasha Waltz comparte la autoría de “Körper” con los bailarines que forman la compañía Waltz & Guests. “Körper” es la primera parte de una trilogía, escrita en 2000 como encargo de la Schaubühne am Lehniner Platz de Berlín (de la que fue codirectora entre 1999 y 2004) y coproducida por la Ville de París. La segunda parte se titula “S” donde se aproxima al cuerpo desde una perspectiva sexual, de los orígenes humanos. La tercera “Nobody”, una investigación del cuerpo y la muerte. El montaje se hizo en el edificio del Museo de los Judíos de Berlín. Este espacio, con pasillos y áreas vacías, influyó en la creación de “Körper”. Ella define el espectáculo como “un enlace entre arquitectura y cuerpo”.Y el tema base es el cuerpo.

El videoartista Hans Peter Kuhn compuso una admirable banda sonora y es responsable de la instalación “multisorround” para que el sonido viaje en el escenario. El espectáculo está sostenido por intérpretes exquisitos, por la banda sonora y el uso del espacio.

Cada escena transporta a los espectadores de una imagen a otra por senderos de desnudez dramática, de humor acre, de cuerpos trastocados, manipulados, exigidos. Muro de cuerpos, grupos de cuerpos, líneas de cuerpos, desplazándose y cambiando lugares en el espacio.

Una avalancha de imágenes, conseguidas a partir de cuerpos muy trabajados, que narran sin seguir una melodía. Gritan en silencio. Y las palabras que emiten van en discordancia con los movimientos.

Sasha Waltz, directora, mueve a la compañía al son que ella imagina, haciendo que los bailarines creen manejados hábilmente desde su batuta.

Corea presente

Establecido en 1984, Milmul Modern Dance Company se ha esforzado en contribuir al desarrollo de la danza moderna en Corea. La compañía consta de 12 miembros regulares y 20 miembros auxiliares, y tiene más de 300 obras en repertorio.

Tomando como tema el Hangeul (alfabeto coreano) han realizado 18 obras diferentes. La Hangeul Dance ha utilizado las formas de este alfabeto para crear un lenguaje de movimiento. Esta acción ha ayudado a avivar el orgullo por la cultura coreana en un área dominada por las culturas extranjeras.

Las formas de las letras del Hangeul están hechas de acuerdo con las teorías del Yin-Yang y de los cinco elementos de los principios cosmológicos en los que se basa el concepto oriental del universo y aplica los principios de arriba-abajo y la simetría bilateral.

La Milmul Modern Dance Company se presentó en el Festival Internacional Santiago a Mil 2009 con la obra “Eyes” del coreógrafo Shin Jong-chul. La presentación consta de dos partes. En la primera, Sun & Moon, en danza de parejas, tríos y grupos, donde muestran la oposición y el complemento de estas dos energías. Realizan diferentes escenas que llevan a los espectadores a la cultura ritual, cuidada y sutil de la lejana Corea.

Las bailarinas comienzan con movimientos simétricos de brazos y sentadas sobre sus talones, como las imágenes ceremoniosas de Oriente. Telas y abanicos, primero cerrados y luego abiertos, utilizados con energía y destreza.

En el ciclorama, utilizado como pantalla, se despliega de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo una cascada de palabras en su alfabeto, mientras suceden las acciones.

Los intérpretes, todos muy bien entrenados, se mueven con precisión, están muy concentrados en sus personajes, cumplen con lo propuesto, pero visto desde la perspectiva latina les falta pasión. Son acrobáticos, limpios, perfectos.

En la segunda parte, “Eyes”, también quiere mostrar la dualidad de los humanos, pero ahora desde la perspectiva actual, donde todo se juzga por lo que se ve. Una iluminación por áreas, con cenitales blancos y los intérpretes vestidos en blanco y negro. La música va pasando de sonidos reconocibles, agua, voces que dicen las vocales, a música clásica o música contemporánea. Utilizan proyecciones de imágenes en movimiento, todo perfectamente sincronizado.

El espectáculo se desarrolla cumpliendo etapas, pero no sorprende, es reconocible y no alcanza el clímax en ningún momento. Llama la atención que utilicen un lenguaje de movimiento acorde con las escuelas europeas y americanas a pesar de su búsqueda de identidad coreana a través del alfabeto Hangeul.

Los chilenos

Alejandro Cáceres y Mario Ossandón, en esta creación colectiva, validan el concepto que dos son más que la suma de uno más uno. Una pantalla en medio del escenario. En ella una imagen de agua con reflejos de sol. Se ve un cuerpo en el agua, está vestido; tiene un agujero de bala en su espalda, flota como muerto. Se escucha el sonido de la caída y luego silencio. La imagen se esfuma.

Se enciende una luz cenital y un hombre, vestido con un abrigo azul celeste, se deja ver al fondo de la escena. Se mueve y cae. Se apaga la luz. Entra otro hombre, está vestido igual pero en amarillo. Los movimientos de ambos son rápidos, iguales. Se van intercalando y cambiando de posiciones. En la pantalla la imagen sigue flotando. La pantalla se divide en dos, en cuatro, cambia constantemente. Existe una pantalla adelante y una atrás que forman un cubo transparente. A la vez crean un espacio intermedio y espacios laterales donde suceden las escenas.

Se diferencian los movimientos que se proyectan en la pantalla de los hechos en vivo por ser estos cortados. “Beige” está muy bien estructurada. La unión del audiovisual con los movimientos en vivo; el diseño escénico y la elección de los colores y el sonido hacen que la obra se convierta en un continuo devenir que mantiene al público atrapado.

La metáfora del color beige que tiñe todo de conformidad, se opone al constante enfrentamiento entre lo bueno y lo malo, la alegría y el enojo, la obligación y la independencia. Entre el azul celeste benévolo y el amarillo irascible, se advierte el beige, emblemático del no conflicto.

El trabajo hecho dentro de la piscina donde se grabaron las imágenes del video, concreta la idea de la obra. Esos hombres presionados por el deber ser, ahogados por el entorno, jugando entre la vida y la muerte.

Los distintos planos en los que juega la realidad y la imagen de la realidad, al estar definidos por las pantallas translúcidas, adquieren diferentes significados.

La obra cuenta con el apoyo del FONDART del Gobierno de Chile.

Con idea y dirección de Nelson Avilés, el Colectivo de Arte La Vitrina montó la obra “Guerra”. Ellos tienen un espacio en medio de una bodega de abarrotes al que saben sacarle partido. Lo modifican y acomodan según la obra. Son firmes en sus convicciones y no dejan de señalar en sus creaciones lo que piensan del mundo y fomentan la reflexión en torno del arte.

Ahora a partir del tema de la propia muerte surgieron los textos y las acciones del montaje. Los intérpretes –creadores–, se entregaron a las manos de Nelson Avilés para llevar la obra a las profundidades. Cada uno de ellos imaginó su muerte y de esa manera le entregaron al coreógrafo el material con el que trabajó.

El público fue convocado a vestir a los intérpretes, a participar leyendo textos, a trasladar sus bancas de lugar, a participar de la procesión, a cantar, a tocar la flauta, a abrazarse con sus vecinos.

El coreógrafo a través de un megáfono, que hace sonar su voz como en las arengas militares, comienza a leer un texto lleno de referencias a las desigualdades sociales, a las poblaciones marginales, a los conflictos que existen en la tierra, a la necesidad de recuperar la dignidad y el coraje que para salir del letargo individualista y consumidor, entre muchas cosas más.

Con la frase “El otro soy yo”, los bailarines invitan a bailar al público, y con luces rojas como ambiente, finaliza la obra.

La invitación a vestir al desnudo, a abrazar al desvalido, a cantar a los muertos dio un resultado inquietante. Hacer consciente la necesidad de las acciones solidarias, es un logro poco frecuente en una obra de danza. Otra obra que contó con el apoyo del FONDART del Gobierno de Chile.

“Pies pa' volar” nació de un proyecto de investigación de la Compañía de Danza Nandayure de la Argentina y fue el resultado de un trabajo conjunto entre Analía González y Andrés Cárdenas, novel coreógrafo chileno. Se utilizó como tema Frida Kahlo, su vida, su entorno y su circunstancia.

La coreografía, para un elenco de once bailarines, se ambientó en un espacio tradicional, un gran cuadrado donde se desarrollan las escenas en que se dividió la obra.

Cada una de ellas es una pequeña pieza que muestra alguna de las características de Frida o los ambientes que la rodearon. En la obra, todos son Frida. Los personajes pasan de la cantina a la casa, de la calle a los sueños. De las marchas a la danza.

Son hombres y mujeres que se relacionan como tales, desde sus peculiaridades hasta sus coincidencias. Andrés Cárdenas remontó la obra con la Compañía de Papel. El grupo de bailarines elegidos, jóvenes y muy buenos intérpretes, le responden como una sola persona y se muestran comprometidos y entregados a la propuesta. Ellos son Bárbara Achondo, Marisela Arias, Francisco Bagnara, Pablo Barckhahn, M. Betania González, Francisca Las Heras, Yasmín Lepe, Roberto Parra, Camila Scholtbach, Daniella Soto, Pablo Tapia y Pablo Zamorano.

El coreógrafo los mueve al unísono, con rigor y exactitud. La obra se lee con claridad. Vemos Frida niña, Frida compañera, Frida militante, Frida sufriente, Frida amante.

El vestuario de Daniel Bagnara y los peinados de Carmen Paz Muñoz remiten a la época. La música es un acierto y les da soporte y estímulo a los movimientos.

Es una puesta en escena convencional en su desarrollo, bien estructurada y con una dramaturgia definida y atractiva. Se presentó con el apoyo del FONDART del Gobierno de Chile.

Fuente: danzahoy

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