sábado, 7 de marzo de 2009

Las aguas bajan turbias


"La pesca", celebrada obra de Ricardo Bartis, vuelve a la cartelera porteña luego de triunfar en el exterior. Una metáfora del país tras la dictadura

Jorge Dubatti

La semana pasada, en el Sportivo Teatral (Thames 1423), se inició su segunda temporada "La pesca", el espectáculo del director Ricardo Bartis multipremiado en 2008 (obtuvo, entre otros, el Premio Clarín Mejor Obra del Circuito Off). Indicador del prestigio internacional de Bartis, en 2008 La Pesca viajó durante dos meses por Europa, y se presentó en festivales de Italia, Francia, Alemania, Bélgica y España.

Si algún argentino todavía no la vio, no puede perdérsela. Bartis propone en esta primera parte de su trilogía escénica sobre los deportes (ya vendrán sus otras dos pasiones: El boxeo y El fútbol) una metáfora política potente sobre la degradación política potente sobre la degradación de la Argentina, consecuencia de la dictadura militar del 1976.

Tres grandes actores -Luis Machín, Carlos Defeo y Sergio Boris- componen tres amigos que bajan al sótano de una fábrica abandonada para pescar en las aguas podridas del Maldonado, el antiguo arroyo natural que cruzaba Buenos Aires, y que en los años 40 fue entubado para transformarlo en una cloaca. Mientras confrontan sus sueños políticos del pasado con la insatisfactoria realidad presente, evocan las acciones del grupo de pescadores "La Gesta Heroica". Décadas pasadas el Maldonado -metáfora del país- desbordaba con ferocidad en las inundaciones; ahora ha perdido su rebeldía, y sus peces han degenerado por las ingestas tóxicas en criaturas monstruosas, las tarariras Titán.

Uno de los grandes hallazgos de Bartis radica en el diseño del espacio: ha roto el piso del Sportivo Teatral (la vieja casa del barrio de Palermo que funciona como teatro y estudio, para construir una pileta que genera la ilusión -bien naturalista- de una conexión con el torrente del arroyo entubado. Para presentar la obra en Europa, arquitectos y escenógrafos franceses viajaron especialmente a Buenos Aires y realizaron la réplica casi exacta de la sala porteña, que se trasladó por las rutas europeas en grandes camiones.

"La pesca" constituye una inolvidable ejecución del concepto bartisiano del teatro de estados, que el director opone al teatro de representación. El teatro de estados es un teatro de cuerpos actorales afectados por el acontecimiento teatral, por la acción poética. Un teatro en el que valen más las presencias reales modificadas por la voluntad de ser y hacer teatro, que las ausencias de la ficción.

En el teatro de Bartis la selección de los actores es clave, así como el descubrimiento de sus posibilidades expresivas y de sus saberes, de su plástica y de su música corporal. Bartis ya había trabajado con Luis Machín ("El pecado que no se puede nombrar", Teatro proletario de cámara) Sergio Boris ("El pecado...") y Carlos Defeo ("De mal en peor"). Conoce en profundidad a estos tres actores excepcionales y los deja "opinar". Bartis no proletariza a sus actores sometiéndolos a una forma impuesta o a un texto previo que debe ser representado: sus actores son la materia y el fin de su teatro. "El texto es el vampiro del actor" -dice Bartis en su libro "Cancha con Niebla" de 2003-, por eso el actor bartisiano rasga, violenta, pulveriza los textos literarios con su cuerpo para fundar su propio texto desde el acontecimiento corporal.

Otro secreto del trabajo de Bartis son los largos procesos de ensayos, contra las demandas del mercado y el capitalismo. Desde su primera puesta, hace más de veinte años, Bartis ha estrenado apenas una docena de espectáculos, todos insoslayables en la historia del teatro argentino: Telarañas (1985), Postales argentinas (1988), Hamlet o la guerra de los teatros (1991), Muñeca (1994), El corte (1996), El pecado que no se puede nombrar (1998), Teatro proletario de cámara (2000), La última cinta magnética (2002), Donde más duele (2002), De mal en peor (2005) y, finalmente, La pesca (2008). El promedio es llamativo: un espectáculo cada dos años.

Bartis persigue en sus obras la emergencia de núcleos de sentido relacionados a la sociabilidad argentina: mitos, relatos, situaciones, imágenes que expresan una cultura nacional presente, pero también arraigan en una cultura argentina transhistórica, en moldes arquetípicos. Pasado, presente y futuro se conectan por la cultura nacional, un imaginario nacional, un destino y un sentido nacionales, que encarna mediúmnicamente en el espesor de sus obras.

Pero además el secreto está en su teatralidad poética, que surge de la radical oposición a la teatralidad social de los políticos, los religiosos mediáticos, los conductores de noticieros y comunicadores sociales. Bartis sabe que su teatro debe brindar una experiencia y un lenguaje únicos. Y transforma así el teatro en territorios de subjetividad alternativa. Los espectadores agradecidos.

Fuente: revista ñ

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