martes, 24 de marzo de 2009

Con lógica propia

TEATRO: ENTREVISTA A LUIS CANO

Dirige la Maestría en Dramaturgia en el IUNA, presenta allí una obra, y prepara otra para el Complejo Teatral.

Por: Juan José Santillán

En los ochenta Luis Cano trabajaba en el teatro La Campana -actualmente Del Pueblo- y el dramaturgo Osvaldo Dragún le pidió que pasara en computadora los primeros bocetos de La balada del pobre Villon. Recuerda Cano que aquel fue uno de los encuentros claves que signaron su recorrido en el teatro. "No estudie dramaturgia -dice- y en los noventa me impuse escribir un texto por mes. No recomiendo en absoluto ese método, pero aprendí mucho".

Cano -autor de Socavón, El paciente- estrenará en julio Coquetos carnales (la Bufera)

Dirige la Maestría en Dramaturgia en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte) y el jueves pondrá en escena, junto a un grupo de actores de esa institución, la obra Mecanismo del cortejo. Este espectáculo forma parte del proyecto de graduación de un grupo alumnos de la carrera de Actuación.

La obra, por una parte, funciona como cierre de la carrera y también como tesis de los alumnos. Esta metodología suplantó a las residencias del IUNA, por el que han pasado, entre otros directores, Daniel Veronese, con Open House; y Ciro Zorzoli, con Alguien de algún modo. "Con las residencias, el director podía imprimir su estilo sobre el trabajo -explica Cano-. Ahora, en cambio, tenemos que buscar una poética propia que no es la del director convocado. En Mecanismos del cortejo planteamos que la obra no avance por la anécdota, sino por una serie de elementos que aludan al problema de la actuación. "

¿Cómo evaluás el desarrollo de tu trabajo como dramaturgo en relación a los autores consagrados surgidos en los noventa?

Todos los que fueron reconocidos supieron interpretar algo y dialogaron más vivamente con ese momento. Eso es indispensable. Uno puede plantearse quién aportó las definiciones sobre el teatro de los noventa, de dónde vinieron. En todas las épocas me sentí incómodo, nunca quise ser contemporáneo: tiendo a sospechar de la nominación de las modas. Cuando se hablaba de la "nueva dramaturgia", me cansé de preguntar cuándo van a pensar en el uso de los procesadores de palabras. Acá nace una nueva dramaturgia cuando todos usamos computadoras y muchos procedimientos tienen que ver con la herramienta.

¿Cómo pensás la figura del autor en ese marco?

Actualmente hay patrones de escritura que tienen que ver con el chateo, con el blog, con el intertexto como lógica estructurante. Pero no hay una reflexión sobre qué se hace cuando se realiza esa acción de escribir, de cortar y pegar. Ahora hay una enorme cantidad de dramaturgos y por momentos me entusiasmo con gente que reconoce que en el trabajo con la palabra se requiere cierto peritaje. No me mueve un pelo la idea de obra bien hecha. Hay un momento histórico importante en los autores cuando aparece El Caraja-ji -Daulte, Spregelburd, Tantanian- que deseaban pensarse con sus propias ideas. Otras camadas más cercanas no han encontrado un modo propio de pensarse. No pienso que el Caraja-ji haya sido un grupo políticamente interesante, pero reconozco que en ese enfrentamiento con una modalidad anterior provocaron un espacio para hablar. Creo que ahora, hace rato, hay una cadena de replicantes de esa postura.
en el Complejo Teatral de Buenos Aires. Un texto con varios años y reescrituras, que pertenece a una etapa en su producción dramatúrgica en la que "las máquinas dramáticas se me descalibraron por completo -dice-. Es una etapa que me llega hasta ahora y tiene que ver con la perplejidad respecto de la demanda que hay sobre un texto escrito para entenderlo como dramático."

Fuente: Revista Ñ

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