martes, 1 de noviembre de 2005

“Tiendo a transmitir ilusión”

“Las obras de Liscano tienen una atmósfera de libertad sin límites”, dice Javier.
TEATRO › FRANCISCO JAVIER Y LAS CLAVES DETRAS DE “CUESTION DE ESTILO”

El director elaboró su obra sobre cinco escritos breves del dramaturgo, ensayista y novelista uruguayo Carlos Liscano, militante tupamaro, preso político de la dictadura de su país.

Por Hilda Cabrera

¿Cómo hallar la forma de integrar cinco piezas breves que enlazan humor y densidad dramática cuidando que cada intérprete pueda elaborar un trabajo interesante? Este fue el primer interrogante del director Francisco Javier cuando decidió llevar a escena cinco textos del dramaturgo, novelista y ensayista uruguayo Carlos Liscano bajo el título de Cuestión de estilo.


La estructura creció sugerida por el ámbito en el que se encuentran los personajes de uno de estos escritos: “Un lugar abandonado para charlar y pasar el tiempo”, como apunta el director y dramaturgista de este nuevo espectáculo que se presenta en el Actor’s Studio, de Corrientes 3565, los viernes a las 21 y sábados a las 19.

En el imaginario de Javier, esas personas se reúnen para “hacer teatro”. “Esta idea centralizó todo, y Liscano estuvo de acuerdo”, aclara este conocedor de la ópera y la música clásica, con formación teatral en la Sorbonne de París; profesor en el Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía de la UBA y puestista de infinidad de obras, entre las últimas Dibujo sobre un vidrio empañado, Informe del Dr. Krupp y Sangre huesos piel y alma (presentada en uno de los ciclos de Teatro por la Identidad), todas piezas de Pedro Sedlinsky; Novecento, monólogo del dramaturgo, ensayista y novelista italiano Alessandro Baricco –el mismo de Seda, Océano mar y de un extraordinario libro sobre música titulado El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin–, y semimontados de autores contemporáneos franceses, como Philippe Minyana (André, Volcán y La casa de los muertos).

Su fascinación por el teatro de Liscano nació de un intercambio de traducciones al francés con la investigadora teatral Françoise Thanas, quien trasladó a ese idioma numerosos textos del autor montevideano que sufrió prisión por su militancia en Tupamaros. Liscano padeció ocho años de cárcel de los doce que duró el gobierno militar uruguayo instaurado tras el golpe de Estado de 1973. Emigró luego a Suecia y actualmente vive en Uruguay, donde colabora en el Semanario Brecha. Sus trabajos fueron publicados en varios países, incluido Suecia.


Recientemente se editó en Francia una compilación de obras (traducidas por Thanas), su novela El camino de Itaca y El informante y otras historias (relatos). Autor de Ejercicio de impunidad. Sanguine-tti y Batlle contra Gelman (editado por Del Caballo Perdido), participó del último Festival Internacional de Teatro y Exposición por la Memoria (Montevideo) en un coloquio sobre “El dramaturgo, el actor y la escena” que compartió con Eduardo Pavlovsky y Carole Nadeau (de Canadá). Según una declaración suya, se conectó con la disciplina teatral durante su exilio en Suecia, donde en 1992 fue contratado como traductor por el Teatro Real de Estocolmo para acompañar a la Expo de Sevilla un montaje de Peer Gynt, de Henrik Ibsen, realizado por Ingmar Bergman.

Reinventar escénicamente algunos de los monólogos y diálogos de Liscano es ahora la propuesta de Javier y el Grupo 8, intérpretes de la premiada La indigna señora B (sobre el relato La vieja dama indigna, de Bertolt Brecht). Integran este equipo Alicia Bellán, Brigitte Cordovero, Livia Fernán, Teresa Gómez, Titina Makantassis, Gabriel Rossi, Esther Shaper y Carlos Silva. Cuestión de estilo incluye No sé para qué estamos aquí, La subvención, La irreverencia, Cambio de estilo y El guardián, esta última referida a un mendigo que cuenta su disputa con un guardián que no lo deja pedir en el lugar que él quiere: “Un monólogo que abrí para que lo compusieran dos actores”, aclara Javier.

–¿Qué lo sedujo de estas obras breves de Liscano?

–La calidad narrativa. Me ocurrió algo semejante con Novecento, de Baricco. Me pregunté por qué no contar un cuento (o varios) en escena, siendo el cuento una de las expresiones más cercanas al ser humano. Es el primer contacto del niño con el mundo de la ficción y con ese raro estadio de la imaginación que le hace creer firmemente en lo que se le estácontando. Estas obras poseen también humor, y eso me atrae. Soy de los que viven el humor como algo propio. Una característica que, creo, tiñe mis espectáculos. Alguien me dijo que este nuevo trabajo tiene alguna ligazón con ¡Qué porquería es el glóbulo!, una puesta que hice tiempo atrás con el grupo Los Volatineros. Aquélla era también una obra de un autor uruguayo, el maestro José María Firpo.

–¿Ese sería el humor con contenido o el humor con doble filo?

–Sí, y es que las obras de Liscano lo permiten. Tiendo a transmitir aquello que fomenta ilusión, optimismo y favorezca un desarrollo positivo. Con el Grupo 8 mantenemos la crítica de costumbres y del sistema social incluso, pero sin abandonar el humor. La primera pieza, por ejemplo, plantea el tema del racismo. El espectador ve a una actriz de raza blanca y a un actor de raza negra que, supuestamente, hablarán sobre los negros. Confieso que estos “juegos” sobre los absurdos de la realidad me estremecen. Liscano invierte las situaciones y los personajes cambian imprevistamente sus roles, pasando de víctima a victimario y a la inversa.

–¿A qué responde la selección?

–Descarté las terribles, un poco para ayudar al espectador a desenvolverse en esta existencia tan difícil. Por eso me alegró cuando supe que algunos relacionaban este trabajo con ¡Qué porquería es el glóbulo! (antología de dichos y escritos de alumnos que publicó De la Flor). Quiere decir que resisto, porque si bien tengo mis malos momentos, apenas aparece en mí un signo de depresión empiezo a tejer ideas y armar proyectos que me empujan hacia delante. Esta puesta me ayudó también a reflexionar sobre el punto en que se encuentra hoy el teatro.

–¿Y cuál es su conclusión?

–Enlacé esta atmósfera de libertad sin límites que tienen las obras de Liscano con la sensación que tengo del teatro que hacemos en Buenos Aires, donde, creo, no hay barreras. Los actores pueden hoy desempeñar papeles femeninos sin necesidad de imitar a una mujer y las actrices componer a varones sin estar obligadas a parecerse a ellos. Se proponen además ámbitos abstractos, poéticos, no convencionales. Esto es una invitación a trabajar y plantearse cómo seguir

Fuente: Página 12

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