La puesta del Lorange respeta la historia original, pero la envasa en una especie de “happening sofocleano” que incluye un coro de anotaciones irónicas.
Por Cecilia Hopkins
Sombreros de cowboy y botas tejanas, tutús de gasa y rastras de gaucho, son algunos de los detalles que, en indescifrable mezcla, lucen los personajes de Electroshock, la versión que el director José María Muscari realizó de la Electra, de Sófocles, actualmente en cartel en el Teatro Lorange. La obra forma parte de la primera tanda de estrenos del Festival de Teatro Griego organizado por la Fundación Konex, evento que en principio iba a tener lugar en la Ciudad Cultural Konex del Abasto, espacio que aún sigue sin conseguir la habilitación pertinente. A pesar de que el espectáculo incluye gimnastas y coreografías sobre música tecno, la versión desarrolla puntualmente la historia original.
A cargo de Carolina Fal, el personaje de Electra enfrenta a su madre Clitemnestra (Stella Galazzi) acusándola de asesinar a su padre Agamenón, rey de Micenas, en tanto propicia la venganza pidiendo a su hermano Orestes (Luciano Suardi) que haga justicia. A todo esto, Egisto (el nuevo rey, hermano del muerto, interpretado por Horacio Acosta) ocupa su tiempo en desenfrenadas bacanales. Un coro de seis actores comenta los acontecimientos en sorna y combina sus acotaciones con otras intervenciones de corte técnico, como si estuviese encargado de vigilar que la representación esté bajo control. Así, el espectador tiene la sensación de estar presenciando un alocado ensayo general. “Quise ser fiel a mí mismo y me pregunté cómo hacer una tragedia”, cuenta Muscari. “Me salió esta asociación libre, este happening sofocleano que, por otra parte, no deja de contar la tragedia tal cual fue escrita”, resume.
Al director le pareció poco menos que un despropósito la idea de realizar a lo largo de todo un año un ciclo de tragedias griegas: “¿A quién le va a interesar verlas?”, confiesa que se preguntó no bien recibió la invitación para participar del proyecto, aunque le había divertido la idea de proponer una versión de Medea, de Eurípides, con Moria Casán en el rol protagónico. Cuando los directivos de Konex le pidieron que se encargara de la tragedia de Sófocles, Muscari se aburrió en la primera lectura. Fue recién después de ver algunas de las versiones cinematográficas sobre el mismo tema que encontró las claves de su representación, especialmente desde lo visual. Junto con la estructuración de la dramaturgia general fueron apareciendo las “fantasías insolentes”, como define el director. “No suelo censurarme mucho, además sabía que tenía toda la libertad para trabajar, así que enseguida imaginé que Egisto violaba a su hija desde que era chica y que había un amor cercano a lo sexual en la relación entre los hermanos”, dice refiriéndose a Electra y Orestes, incluyendo también a Crisotemis (Julieta Vallina), hermanastra de éstos.
Los comentarios del coro mantienen un cierto nivel de frivolidad que Muscari buscó a sabiendas, con la idea de hacer trizas el tono original: “Me seduce mostrar diferentes niveles de realidad: busqué actores viscerales para que llevaran adelante la tragedia sin sumarse al humor de las interrupciones del coro. Porque me gusta que, cuando el espectador entra en un estado de emoción, alguien aparezca en escena para hacerle ver que lo que está viendo es una ficción”, señala.
–¿Por qué esta necesidad de romper con los discursos “serios” de su propia dramaturgia?
–Mi objetivo fue romper ese material y, a la vez, que personajes como Electra no se sumaran a esa propuesta. Esta necesidad de experimentar con la noción de zapping, de edición, tiene que ver con mi idea de lo contemporáneo. Hoy nuestra atención está puesta simultáneamente en varias partes. Y no sólo le pasa a los de mi generación. A la gente mayor le ocurre lo mismo, aunque tal vez tenga menos facilidad deasimilarlo. Pero esta modalidad de cortes ya forma parte de la vida cotidiana.
–El motor de la venganza de la protagonista no tiene mucho que ver con el complejo de Electra, mencionado en la introducción...
–Lo que más me impactó es que esta mujer no puede tener paz hasta que no vengue la muerte del ser querido que le mataron sin que medie razón alguna. Esto lo vemos todos los días en los noticieros: todo el tiempo salen personas que lloran en cámara pidiendo justicia por una muerte sin razón, como en el caso Cromañón. Para esta Electra, pudo haber sido el padre, el novio o cualquier otro ser querido. Porque yo creo que este personaje tiene sed de venganza de aquello que la justicia no encarrila.
–Habría que aclarar que esta necesidad de obtener justicia aparece enmarcada en un clima de frivolidad y locura muy especial...
–Sí, la familia de Electra está muy ligada a la apariencia y a la fiesta dionisíaca, porque lleva el cuerpo y el sexo muy expuesto. Y un vestuario que parece sacado de un universo trucho, menemista. Me hace acordar al modelo subvertido de la familia argentina que aparece en los medios, como se ve en Los Roldán o en los reality shows de Moria Casán.
Fuente: Página 12
A cargo de Carolina Fal, el personaje de Electra enfrenta a su madre Clitemnestra (Stella Galazzi) acusándola de asesinar a su padre Agamenón, rey de Micenas, en tanto propicia la venganza pidiendo a su hermano Orestes (Luciano Suardi) que haga justicia. A todo esto, Egisto (el nuevo rey, hermano del muerto, interpretado por Horacio Acosta) ocupa su tiempo en desenfrenadas bacanales. Un coro de seis actores comenta los acontecimientos en sorna y combina sus acotaciones con otras intervenciones de corte técnico, como si estuviese encargado de vigilar que la representación esté bajo control. Así, el espectador tiene la sensación de estar presenciando un alocado ensayo general. “Quise ser fiel a mí mismo y me pregunté cómo hacer una tragedia”, cuenta Muscari. “Me salió esta asociación libre, este happening sofocleano que, por otra parte, no deja de contar la tragedia tal cual fue escrita”, resume.
Al director le pareció poco menos que un despropósito la idea de realizar a lo largo de todo un año un ciclo de tragedias griegas: “¿A quién le va a interesar verlas?”, confiesa que se preguntó no bien recibió la invitación para participar del proyecto, aunque le había divertido la idea de proponer una versión de Medea, de Eurípides, con Moria Casán en el rol protagónico. Cuando los directivos de Konex le pidieron que se encargara de la tragedia de Sófocles, Muscari se aburrió en la primera lectura. Fue recién después de ver algunas de las versiones cinematográficas sobre el mismo tema que encontró las claves de su representación, especialmente desde lo visual. Junto con la estructuración de la dramaturgia general fueron apareciendo las “fantasías insolentes”, como define el director. “No suelo censurarme mucho, además sabía que tenía toda la libertad para trabajar, así que enseguida imaginé que Egisto violaba a su hija desde que era chica y que había un amor cercano a lo sexual en la relación entre los hermanos”, dice refiriéndose a Electra y Orestes, incluyendo también a Crisotemis (Julieta Vallina), hermanastra de éstos.
Los comentarios del coro mantienen un cierto nivel de frivolidad que Muscari buscó a sabiendas, con la idea de hacer trizas el tono original: “Me seduce mostrar diferentes niveles de realidad: busqué actores viscerales para que llevaran adelante la tragedia sin sumarse al humor de las interrupciones del coro. Porque me gusta que, cuando el espectador entra en un estado de emoción, alguien aparezca en escena para hacerle ver que lo que está viendo es una ficción”, señala.
–¿Por qué esta necesidad de romper con los discursos “serios” de su propia dramaturgia?
–Mi objetivo fue romper ese material y, a la vez, que personajes como Electra no se sumaran a esa propuesta. Esta necesidad de experimentar con la noción de zapping, de edición, tiene que ver con mi idea de lo contemporáneo. Hoy nuestra atención está puesta simultáneamente en varias partes. Y no sólo le pasa a los de mi generación. A la gente mayor le ocurre lo mismo, aunque tal vez tenga menos facilidad deasimilarlo. Pero esta modalidad de cortes ya forma parte de la vida cotidiana.
–El motor de la venganza de la protagonista no tiene mucho que ver con el complejo de Electra, mencionado en la introducción...
–Lo que más me impactó es que esta mujer no puede tener paz hasta que no vengue la muerte del ser querido que le mataron sin que medie razón alguna. Esto lo vemos todos los días en los noticieros: todo el tiempo salen personas que lloran en cámara pidiendo justicia por una muerte sin razón, como en el caso Cromañón. Para esta Electra, pudo haber sido el padre, el novio o cualquier otro ser querido. Porque yo creo que este personaje tiene sed de venganza de aquello que la justicia no encarrila.
–Habría que aclarar que esta necesidad de obtener justicia aparece enmarcada en un clima de frivolidad y locura muy especial...
–Sí, la familia de Electra está muy ligada a la apariencia y a la fiesta dionisíaca, porque lleva el cuerpo y el sexo muy expuesto. Y un vestuario que parece sacado de un universo trucho, menemista. Me hace acordar al modelo subvertido de la familia argentina que aparece en los medios, como se ve en Los Roldán o en los reality shows de Moria Casán.
Fuente: Página 12
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