lunes, 29 de octubre de 2001

Violentos sueños teatrales

Una escena de la profunda obra de Veronese

"Mujeres soñaron caballos." Autor y director: Daniel Veronese. Intérpretes: Jimena Anganuzzi, Fernando Llosa, Osmar Núñez, Silvina Sabater, Marcelo Subiotto y Julieta Vallina. Diseño de luces: Guillermo Arengo. Diseño de escenografía: Daniel Veronese. Vestuario: Roxana Bárcena. Asistente de dirección: Felicitas Luna. En el Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: viernes y sábados, a las 23.
Nuestra opinión: muy bueno.

"Hay un nuevo tipo de violencia en el aire" dice, sobre el final del espectáculo, uno de los personajes. Es Lucera, la que observa, la que no tiene clara su historia personal, la que perdió a su familia y está inserta en otra, que no entiende. "¿Hay una sola forma de violencia?", se pregunta. Y anuncia que está embarazada y no puede con la vida y lleva la acción a un desenlace trágico.

Esa mujer -tan pequeña en el cuerpo de la actriz Jimena Anganuzzi- es tal vez la gran síntesis de este nuevo trabajo de Daniel Veronese. El autor se introduce en un mundo familiar tan vacío que se torna siniestro.

Tres hermanos y sus respectivas esposas comparten un momento en la pequeña casa de una de esas parejas. Cada uno carga con una historia demasiado patética como para cruzarse con el otro y hablar de la felicidad. No hay posibilidades ni opciones concretas de eso. Sólo hay palabras de unos que se mezclan con las de los otros. Sólo hay picos de tensión que estallan en golpes, carcajadas forzadas, juegos de fuerza entre hombres, llanto en las mujeres. Así son las relaciones familiares en estos tiempos, parecería decir Veronese. Lo suyo, ese mundo familiar que expone, tiene mucho que ver con el de algunos otros autores locales -Federico León, Bernardo Cappa, Jorge Sánchez, por ejemplo-. En las familias hay demasiada rutina y hay, por sobre todo, una tradición que ya no une, sino que paraliza y destruye.

Variados elementos en juego

En "Mujeres soñaron caballos" operan, además, muchos elementos en contra. Un enfermo terminal, violento cuando explica que está mejor; un negocio familiar que debe cerrarse porque su economía está en crisis; una mujer cuyos padres desaparecieron; un guión de cine habla de otra mujer que confía y siente cariño por unos policías "profundamente asesinos". Y todo eso se dice como al pasar, como si no interesara, pero a la vez todo eso genera violencia y lo expresan los tonos de voz, los cuerpos, la agresión con la que se entra y se sale de continuo de esa casa, casi habitación -la única que se puede tener para vivir en estos tiempos-. Así de empobrecido está todo.

De a ratos, también, esas mujeres hablan de caballos, de animales, briosos, bellos, de animales a los que se puede montar para escapar, de animales que en tropel pueden venirse encima de uno. De animales que parecen una salida posible.

Veronese, desde la dirección, trabaja un registro naturalista muy extraño. Sus actores distancian a sus personajes, están todo el tiempo como mirándolos transitar ese espacio tan pequeño como singular en el que desarrollan sus acciones, y con el cuerpo en primer plano. Y así logran que el público llegue a la conmoción.

Desde una pasividad extrema ese grupo de intérpretes -Jimena Anganuzzi, Fernando Llosa, Osmar Núñez, Silvina Sabater, Marcelo Subiotto y Julieta Vallina- consigue una potencia asombrosa. Cada uno, además, tiene su momento particular. Allí intenta definirse; para ello puede utilizar las palabras o simplemente una acción. En ese acto está su vida, así de pequeño, y allí, la síntesis de la individualidad argentina de este momento.

"Mujeres soñaron caballos" seguramente va a transformarse en uno de los trabajos más significativos en la carrera de Daniel Veronese. Demuestra una madurez particular al mirar la historia y el teatro de esta Argentina de hoy. Hay mucha profundidad en esa mirada y una inteligente síntesis creativa sobre el escenario.

Carlos Pacheco
Fuente: La Nación

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