FORMADA. Estudió, entre otros, con Helena Tritek, Julio Chávez y Pompeyo Audivert. Fue nominada a los Premios Clarín Espectáculos.
Juan José Santillán ESPECIAL PARA CLARIN
María Alche envuelve todo lo que la rodea con un perfume cítrico. Un aroma que se disuelve mientras recuerda un tramo de su vida en un antiguo caserón de Barracas. Allí, vivió sola durante un tiempo. "Fue raro —rememora, entre la nostalgia y lo freak— porque estuve en ese lugar que, según dicen, perteneció a los fundadores de Casa Cuna. Un espacio lleno de leyendas donde, encima, supe al tiempo que uno de los inquilinos, que vivía antes de que yo llegara, se suicidó en una de las habitaciones".
Alche, tuerce levemente el rostro en cada reflexión. Es uno de los gestos que esgrime a modo de comodín. Ahora, vive cerca del bar donde se hace la entrevista, entre Barracas y La Boca. A pocas cuadras de aquel caserón que podría haber salido del mejor Hitchcock. La actriz, que interpretó a los 19 años el personaje de Amalia en La niña santa, de Lucrecia Martel, piensa con lentitud. Habla en un tono lánguido agudizado por la lluvia y un entorno ideal para la siesta.
Cuenta Alche, mientras bebe con módicos sorbos un lungo capuccino, que llegó a ese protagónico mediante un casting. Algo de la mirada, un sesgo extraño y por momentos inclasificable, atrajo a la directora de La ciénaga para convocarla a interpretar una adolescente en plena ebullición mística-hormonal. Vale recordar la secuencia de la película donde el personaje interpretado por Carlos Belloso, es decir, el doctor Jano, se apoya en ella en medio de un tumultuoso grupo de curiosos que se aglutinan frente a un thereming.
La niña santa, fue su primer trabajo en cine. "Después de la película —continúa— decidí que iba a tomarme todo con mucha calma. De golpe, participé en el Festival de Cannes y tuve propuestas para hacer otras cosas. Esa experiencia fue riquísima, trabajar con Urdapilleta, Belloso, Morán; todos actores que me ensañaron mucho. Pero necesitaba respetar mis tiempos".
De modo que se sumergió en el teatro, donde empezó a trabajar a los once años cuando una amiga, que integraba el grupo Catalina Sur, la convocó para realizar un número de trapecio dentro de una obra que se presentaba en el Teatro de la Ribera. "Nunca tuve un planteo demasiado armado para definir mi rumbo como actriz. De chica me gustaba imitar a mis amigos, disfrazarme. Mi mamá fue actriz y algo de ella seguro que tomé." Se formó con Guillermo Angelleli, Raquel Sockolowitz, Helena Tritek, Julio Chávez y Pompeyo Audivert (con quien prepara, actualmente, un espectáculo basado en los recitados de Alfredo Zitarrosa).
El año pasado trabajó en dos espectáculos. La partida de caza, una versión dirigida por Andrés Mangone de la obra de Thomas Bernhard; y en Rodocrosita, una creación colectiva dirigida por el cordobés Paco Giménez. Por estas dos participaciones estuvo ternada como Actriz Revelación en la última edición los premios Clarín Espectáculos.
En Rodocrosita, se desarrollaban muchos elementos biográficos de los actores. "Conté mi vida de chica. Nací y viví muchos años frente a la avenida 9 de Julio. Mi papá es geólogo y el nombre de la obra salió a partir de una de sus experiencias con la rodocrosita, denominada piedra nacional, con la que trabajó en una mina de La Rioja".
Por ahora, María Alche continuará en ese repliegue teatral. Por estos días ensaya Los padres terribles, una pieza de Jean Cocteau que estrenará el 17 de abril en El Cubo, espacio Cultural. En este proyecto también estarán Mirta Busnelli, Luis Machín, Noemi Frenkel y Nahuel Pérez Biscayart. "Pienso que el teatro es un lugar donde todo se puede mezclar. Hay actores y directores que hacen cosas en el circuito comercial, oficial y off. Cada vez hay menos espacios definidos y eso vuelve interesante lo que se produce en teatro. "