jueves, 4 de marzo de 2010

Pepe Soriano

Reverencia de los días Está en proceso de autocrítica por "Contrapunto", su última obra. Lúcido y áspero, como siempre.

Por: Juan José Santillán

Nací en esta casa, donde estamos hablando ahora hace ochenta años. Acá vivo ahora. Tengo tres hijos. Estoy muy contento de haber vuelto a Colegiales: mi lugar es éste. El vínculo con mi barrio nunca podía fallar. Voy a la feria y a la placita Mafalda, charlo con la gente. Esa es hoy mi vida.

Mi viejo escribía teatro. Hizo dos sainetes que no se han estrenado nunca. Fue amigo de José González Castillo y del vecino que estaba del otro lado de esta pared: Raúl González Tuñón. A mí lo que más me marcó de Tuñón era su dignidad como persona. Hoy lo veo más digno aún porque tengo el reflejo de una sociedad desmedida, llena de puñales, donde todos se codean por una aspiración a la referencia y no a la pertenencia. Raúl era un hombre sencillo, no un transa. Creo en eso.

Estoy harto de la exhibición. ¡Lo único que le falta a la gente es mostrar los genitales en público, lo demás lo han mostrado todo!

Evalúo siempre mi último trabajo porque tengo que hacer una autocrítica. A Contrapunto no la puedo evaluar porque todavía la tengo muy encima. Durante el tiempo que hago la obra, trato de trabajar como cuando tejés: corrijo un poco el rumbo o agrego pequeños puntos al dibujo total. Pero luego de bajar el espectáculo tenemos que pensar por qué la elegimos, cuál fue el resultado, cómo nos hemos sentido.

Hace diez años que no hago televisión. No me interesa. Considero que la televisión tiene una propuesta, aún a la que venden como "lo mejor", absolutamente mediocre. No hay tiempo para trabajar ni tampoco libros sólidos. Hoy todos los recursos técnicos de la televisión no van a modificar los métodos de trabajo y la ideología de mediocridad. Y ojo, pienso que la tele tiene una importancia capital en la vida de un país. Lo que te discuto es el modo de empleo.

Hace tiempo que no programo con antelación mis trabajos. La Argentina es un tanto imprevisible. Por lo tanto, ¿cuál sería la previsibilidad del trabajo en el mundo actoral, donde, además, tenemos una desocupación brutal de actores?

¿Cómo hacemos para recuperar la impresión que tenía el público en la década del cuarenta de ir a ver cine argentino? Hoy la pega Campanella y el resto de las producciones pasan al olvido. Tenemos que hacer una gran asamblea y saber qué responsabilidad nos cabe a los realizadores, productores, actores y guionistas. ¿Sabemos qué piensa el hombre medio argentino de la vida? ¿Nos ocupamos de eso o hacemos lo que a nosotros nos gusta y nada más?

¿Cómo puede ser Anthony Hopkins como actor? Formado en el teatro inglés, con una trayectoria firme. Yo, a lo más que llegué, fue a España que tampoco es el paradigma del actor.

Para mí cada noche en el teatro es como hacer una relación de amor nueva, efímera. Es como si me encontrara con una linda mina a la que tengo que agasajar con un vinito, más o menos bueno, y velas. Voy a intentar hacer bien el amor porque tenemos esta noche y nada más.

En España interpreté a Franco y me quedó un gran dolor. Franco enanizó al país, lo dejó a la medida de él como el lecho de Procusto. Y no hay un país a la medida de su dirigente.

Trabajo con actores jóvenes para no perder el tren. Si me juntara con todos los viejos como yo del teatro, ¿sabés cuánto tiempo hablaríamos? Los nuevos actores me dan la mirada de esta época.

Tuve un cáncer hace cuatro años. Estuve 45 días internado, salí en silla de ruedas, estuve con andador y ahora bailo. El fenómeno de la muerte es difícil de transmitir. Te imaginás algo parecido al segundo en que te cae de golpe el apoliyo. Lo demás son especulaciones. Y todas valen.

Fuente: Clarín

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