jueves, 4 de marzo de 2010

La política del cuerpo

Faizal Zeghoudi (chaqueta roja) durante un ensayo de la obra. Foto: Diana Sánchez

En el Festival Iberoamericano de Teatro

Por: Sara Araújo Castro

El francés Faizal Zeghoudi trabaja en ‘La consagración de la primavera’, una obra de danza sobre la independencia.

Un viejo teatro en remodelación en el barrio La Candelaria aloja al grupo de bailarines que repiten una y otra vez la coreografía. La música que suena es el tema que Igor Stravinski compuso en 1913, La consagración de la primavera. Quien escribe sobre el cuerpo de los bailarines, el coreógrafo francés Faizal Zeghoudi.

El francés de orígenes argelinos supo de Colombia por dos bailarines del Colegio del Cuerpo que recibieron una beca de un año en su compañía de danza. Al final del tiempo los contrató. Posteriormente conoció a Raúl Parra, director de artes escénicas de la ASAB (Academia Superior de Artes de Bogotá), quien lo invitó a dictar clases en el último año. Ahí nació un proyecto de colaboración entre Francia y Colombia que ha ya visto algunos resultados académicos y que mostrará un espectáculo de primer orden en el Festival Iberoamericano de Teatro y posteriormente en La Ópera de Burdeos.

“Desde un principio supe que quería trabajar sobre un tema político, pues el cuerpo es un instrumento político; se modifica en función de cambios de este tipo. Los ciudadanos de una país colonizado y los de un país colonizador se mueven de manera distinta y las confrontaciones entre ambos crean una particularidad evidente en la danza”, explica Zeghoudi, durante el intermedio del ensayo en el que participan alrededor de ocho bailarines colombianos que compartirán escenario con dos franceses.

Con esta idea, Zeghoudi escogió desarrollar el tema de la independencia con la música de La consagración de la primavera, pues considera que esta obra habla mejor que ninguna otra sobre las guerras territoriales y la necesidad de recuperar la tierra. “Stravinski habla de los ancestros, de la adoración a la tierra y de los sacrificios para la nueva primavera, en 1913. Cincuenta años más tarde, empezaron las guerras por la independencia, como la de Argelia (1962), y este tema vuelve a tomar fuerza”, continúa Zeghoudi, quien ve en la danza un poderoso instrumento de comunicación de mensajes no solo estéticos, sino sociales e intelectuales.

Tras su experiencia en Colombia, que empezó en Francia con bailarines colombianos y continuó el año pasado como docente invitado de la ASAB, está convencido de que a pesar de que en el país hay grandes bailarines, existe todavía la idea de que es necesario copiar modelos norteamericanos o europeos. “Cada pueblo tiene una propia forma de moverse; es increíble todo lo que yo aprendo de esta experiencia. El problema es creer que hay que hacer las cosas como en Europa. Eso sólo perpetúa el modelo colonizador”.

Este bailarín, que además del ballet clásico se formó en karate y actuación en el Actor’s Studio de Nueva York, nunca pensó que llegaría a dedicarse a la coreografía. Sin embargo, su naturaleza intelectual y reflexiva lo llevó a escribir sobre el cuerpo y esto en danza se traduce en volver movimiento las propias ideas. “En la danza, el coreógrafo hace las veces de escritor y director. Los bailarines deben comprender en sus mentes el mensaje de los movimientos para poder transmitir algo con ellos”, concluye Zeghoudi, quien sabe que sobre el cuerpo se libran todas las batallas, hasta las más intelectuales.

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