miércoles, 17 de febrero de 2010

Mauricio Dayub

Mauricio Dayub. Foto: Guillermo Adami

Frase de cabecera "Ser feliz es ser de grande lo que uno se imaginó que iba a ser ser cuando era chico", dice el actor y dramaturgo.

Por: María Ana Rago

Empecé trabajando como cualquiera en esta profesión. Pero en el camino encontré algo mejor que es la vocación, entonces me incliné más por crear, que por laburar. Porque estar en proceso es una experiencia más rica para mí, lo malo es que es mucho menos rentable.

Cuando era chico, un día estaba en la plaza de Paraná, de mi pueblo, y vi pasar a un tipo. Yo estaba en bicicleta con varios amigos. Y dije: "Cuando sea grande quiero ser igual que ese tipo". Yo tendría 10 años y ese hombre estaba vestido de jean, tenía barba y pelo largo. Creo que vi a un tipo libre. De grande, un día, en los tiempos en los que estudiaba en Santa Fe, recuerdo haberme visto parecido.

Siempre tuve y tengo la sensación de que para tomar decisiones importantes en mi vida tengo que volver a Paraná. Y en mi imaginación volví muchas veces a la barranca desde donde veía el río de chico y eso me hace estar seguro frente a una decisión. Sigo siendo ese mismo de antes.

Hay una frase en El batacazo: "Ser feliz es ser de grande lo que uno se imaginó que iba a ser cuando era chico". Y eso lo siento. Más allá de los avatares del momento, soy feliz porque hago lo que me gusta, lo que siempre quise hacer, lo que me imaginaba cuando era chico.

A veces la timidez o la inseguridad hacen que me comporte de un modo que no es el natural. He hecho cosas o me he mostrado de manera tal que he dicho: "Este no soy yo". Pero es más fácil andar por la vida como uno es.

No empecé en un programa de éxito de la TV. No fui una criatura de Pepe Cibrián. No comí con Coppola. No soy social, ni simpático, más bien he sido huraño y solitario. Con estos datos, creo que debo considerarme un triunfador.

Ser actor es tenerse fe. Hacer teatro es intentar subir lo que uno siente al escenario. Ser actor es andar flojito por la calle y tratar de que todo lo que ves se te contagie rápido. Ser actor es lo mejor que hay en el mundo. De todos los rubros que hago, el que más me gusta es del actor. Genera un desgaste hermoso.

Para mí, es mejor no estar tan expuesto. Porque la condición del actor consiste más en observar que en ser observado.

Hace poco leí un reportaje al gerente de El gato negro, la casa de especias. Y decía que son tiempos propicios para la adulteración y que un negocio como el de ellos corría riesgo de perderse, porque la gente no distingue lo auténtico. Lo leí y pensé que lamentablemente pasa también en el arte, la diferencia no se nota y entonces, ¿para qué?

El amateur son dos palabritas mágicas que en algún momento del día alguien me dice, siempre con alguna razón potente.

Hasta hace un tiempo la seducción era un arma secreta que se llevaba a cualquier encuentro por las dudas, por si hacía falta. Ahora el que llega primero dice: "Arriba las manos, estos son mis atributos". Me gustaba más como era antes.

Si sos emprendedor, seguro que no te librás de que digan tres cosas: que sos un soñador. Que sos todo un empresario. Y que sos... un hijo de puta...

Cuando llegué a ser adulto me di cuenta de que estaba en un problema. No me gusta la vida de los adultos, no me gustan la resignación, los cumplidos, los bancos, los remedios. Me gusta la ilusión, la euforia, la expectativa, la posibilidad. En eso ando.

Quiero creer que tenemos varias vidas, porque yo con una no hago nada. A mí lo que me gusta, me gusta muuucho. Con una canción de un disco, o media página de un libro, estoy meses. Le doy vueltas para arriba, para abajo, en distintos momentos del día. Si hago cuentas, me han gustado 20 o 30 cosas, no más, de la vida, porque a cada una le dediqué mucho tiempo. Por eso me pierdo miles que no alcanzo a disfrutar. Quiero creer que hay más de una vida para cada uno, o al menos para los que son como yo.

Fuente: Clarín

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