miércoles, 17 de febrero de 2010

Los intérpretes imponen su ley

UN DIOS SALVAJE. En la puesta de la obra de Yasmina Reza destaca la actuación de Gabriel Goity

Teatro / Un repaso a la cartelera

Actores y actrices notables de distintas generaciones revalorizan los escenarios teatrales de Buenos Aires. De Alfredo Alcón y Pepe Soriano a Marta Bianchi y Gabriel Goity, pasando por jóvenes de gran futuro, el talento dice presente en esta temporada.

Por Osvaldo Quiroga
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010

Si algo caracteriza a la cartelera teatral porteña es la calidad de sus actores. Y en este cálido verano los ejemplos abundan. Porque si bien es cierto que el teatro siempre ha sido territorio de buenos intérpretes, y que ninguna obra se sostiene en el escenario si no está bien representada, no es menos verdadero que a menudo los elencos resultan desparejos, o que hay notas que desafinan tanto que terminan arruinando el conjunto. Una mirada sobre algunos de los espectáculos más importantes en cartel permite apreciar hasta qué punto hombres y mujeres formados generalmente en talleres privados y que provienen, la mayoría, de sótanos y teatros del circuito alternativo, hoy son los exponentes más sólidos de lo que ocurre sobre las tablas.

El caso más emblemático es el de Gabriel Goity, más conocido como el "Puma" Goity. Él mismo ha confesado que más de una vez dejó el teatro porque estaba harto de pasar hambre. Más allá del apodo, es, sin duda, una auténtica bestia de teatro. Y si alguien quiere cerciorarse de esta afirmación, no tiene más que ir al Paseo La Plaza y ver Un dios salvaje , de Yasmina Reza, donde Goity, Fernán Mirás, María Onetto y Florencia Peña ofrecen una auténtica clase de actuación. Goity tiene una intuición descomunal para aprovechar a fondo cada situación teatral que se le presenta, pero además maneja los tiempos, las pausas y las réplicas como pocos pueden hacerlo. María Onetto hace ya bastante tiempo que es una de las grandes actrices de nuestra escena, y Fernán Mirás viene construyendo una carrera más que sólida. La sorpresa es Florencia Peña. Quizá la popularidad que le dio la televisión no le permitió demostrar el excepcional talento que tiene para las tablas. La obra de Reza no es tan excelente como el espectáculo que montó Javier Daulte. De cualquier manera, estamos frente a un texto que desnuda hipocresías y que deja en el espectador una amplia gama de interrogantes sobre lo políticamente correcto. Ver cómo un living finamente amueblado va convirtiéndose en un campo de batalla resulta una experiencia fascinante.

Agosto , que se presenta en el teatro Lola Membrives, es otro ejemplo de una realización en la que los actores son el principal sostén del espectáculo. Y no sólo por el trabajo de Norma Aleandro, sino también por el desempeño de Merces Morán, Lucrecia Capello y todo el elenco.

Pero no todo son rosas en el tórrido verano. Es una pena que siete buenas actrices apenas puedan sostener un espectáculo tan fallido como Las chicas del calendario , de Tim Firth. Ellas son Dora Baret, María Rosa Fugazot, Virginia Lago, Linda Peretz, Norma Pons, Rita Terranova y María Valenzuela. Cada una de ellas atesora buenos trabajos individuales. Ninguna tiene la culpa de que el director Manuel González Gil no se haya percatado de que la obra era interminable y poco sustanciosa. Hizo lo que pudo, pero pudo poco. Si hay algún momento bueno en este espectáculo, que se ofrece en el Metropolitan 2, es por las actrices, víctimas de un texto endeble y de una dirección errática.

Diferente es el caso de Algo en común , de Harvey Fierstein, una obra densa pero muy rica en variaciones. Una mujer y un hombre han compartido la misma pareja: ella, interpretada por Viviana Saccone, y él, en la piel de Fabián Vena, han perdido, víctima del sida, a la misma persona, bisexual u homosexual, no importa la etiqueta, lo único que cuenta es la pérdida afectiva. Y por ese camino transitan, con admirables recursos profesionales, los intérpretes. Un dato curioso: en el programa de mano no figuran los actores. Alguien dijo que Dios está en los detalles. ¿Cómo Santiago Doria, el director, permitió semejante omisión? Además de Vena y Saccone, completan el elenco, que se presenta en el Picadilly, Romina Yan y Ricky Aielo.

Un mecanismo de relojería

Anthony Shaffer, el autor de Contrapunto , que se presenta en el Multiteatro, no es Harold Pinter, pero en su obra hay bastante del autor de El montacargas . El mecanismo de relojería en el que se ven inmersos los personajes y las luchas por el poder que, en algunas escenas, rozan el teatro del absurdo los emparentan más allá de las diferencias estilísticas que existen entre una y otra dramaturgia. Contrapunto marca también el regreso de Pepe Soriano a las tablas y la presencia en la Argentina de Leonardo Sbaraglia, radicado en España desde hace varios años. Apuntala la jerarquía artística del proyecto el trabajo de dirección del maestro -¿cómo llamarlo de otro modo?- Agustín Alezzo. Gracias a los trabajos actorales de Soriano y Sbaraglia, el espectador observa cómo Andrew y Milo se acechan como dos fieras dispuestas a todo con tal de obtener su presa. La presa es una mujer, disputada milímetro a milímetro en una lucha encarnizada.

A estas alturas ya es posible afirmar que la cartelera teatral porteña es una verdadera fiesta para los amantes del buen teatro. Y uno de los platos fuertes de la temporada es Las mil y una noches , de Pepe Cibrián y Angel Mahler, en el teatro El Nacional. Ver actuar a Claudia Lapacó es comprobar todo lo que puede hacer sobre el escenario una gran actriz. No sólo encuentra el tono justo del personaje más ingrato de la obra -la madre que quiere el hijo exclusivamente para ella-, sino que además canta y baila con la gracia y la precisión de alguien que parece haberlo hecho desde el día de su nacimiento. Con buenos recursos profesionales la acompañan Juan Rodó y una joven y talentosa actriz: Georgina Frere.

El Maipo, como siempre, también tiene lo suyo. Sobre su mítico escenario, Enrique Pinti confiesa tener setenta años. Y en ese sentido, y aun cuando los textos resulten reiterativos de un espectáculo a otro, difícil será negar que su talento sigue intacto, como cuando hacía Salsa criolla . Pinti es un muchacho entrañable que despotrica en el escenario contra todo el universo, que dice cosas tan remanidas como políticamente correctas, pero que nadie podría decirlas de otro modo. Pinti es Pinti. Y Antes de que me olvide muestra su vigencia y su descomunal carisma.

En la sala más pequeña del Maipo, Ana María Bovo convoca los fantasmas de Sofía Bozán, Tita Merello, Lola Membrives, Nélida Roca y Nélida Lobato en Así da gusto , un unipersonal delicioso en el que parte de la historia de la sala es narrada por Olinda Petrungaro, asistente de vestuario que lleva años viviendo en la trastienda. Ana María Bovo, notable narradora oral, se luce en la composición de su flamante personaje.

Y en materia de unipersonales, la otra sorpresa de la temporada es El alma inmoral , de Nilton Bonder, en el teatro Payró, con dirección de Lía Jelín. Escenifica un texto filosófico, verdaderamente fascinante. Cuando Luisa Kuliok dice: "La peor soledad es la ausencia de uno mismo", o: "El poder humano está en aquel que a través de la esperanza puede iluminar la oscuridad", hay algo en ella de compromiso y de verdad que contagia al público. La actriz convierte en teatro la filosofía. Y lo hace con humor, con sentido del ritmo y con solvencia profesional.

Es probable que alguien crea que Raíces , la obra de Arnold Wesker, el autor de La cocina y el más conspicuo representante de la denominada "escuela del fregadero", haya envejecido con el tiempo. Sin embargo, en el escenario del Regina la obra levanta vuelo otra vez. Quizá porque en un mundo donde la palabra está devaluada y los ideales parecen cosa de otra época, que el dramaturgo inglés venga a postular lo contrario es un buen mensaje para los tiempos que corren. Más aún si la primera actriz es Marta Bianchi, intérprete formada en la mejor época del Conservatorio Nacional, y una de las pocas que puede pasar del teatro clásico al moderno y salir siempre airosa. En Raíces , podemos apreciar nuevamente el trabajo de nuestros actores. Porque si Bianchi es marca registrada de calidad, todo el elenco, dirigido por Luciano Suardi, se luce en sus respectivos papeles. Lo hace Melina Petriella, en el papel de la joven muchacha idealista que enfrenta a su familia, y lo hacen también Julieta Vallina, Mercedes Scapola, Pablo Rinaldi, Ignacio Rodríguez de Anca, Leandro Castello, Alejandro Ojeda y Mario Labardén.

En la misma sala, Karina K, en Souvenir , impone su histrionismo para narrar la historia de Florence Foster Jenkins, considerada la peor cantante lírica de la historia. Acompañada por Pablo Rotemberg, la intérprete logra lo más difícil para una actriz: hacer las cosas mal a propósito, y tan mal las realiza que su personaje resulta querible por su torpeza y por su negación de la realidad.

¿Son necesarios más ejemplos para demostrar que los intérpretes argentinos poseen admirables cualidades? Es imposible nombrar todos los espectáculos en cartelera un fin de semana. Pero resulta inadmisible terminar estos apuntes sin referirse al Rey Lear de Alfredo Alcón. Él pone su voz y su cuerpo para contar una historia de vida. La de un hombre que lo tenía todo y se equivocó. No supo percibir cuál era la hija que lo amaba y cuáles respondían sólo a intereses. Así se perdió a Cordelia. No es éste el momento para hablar de la monumental obra de Shakespeare. Sí para decir que la genialidad de Alfredo Alcón -no hay otra calificación posible- radica en poner al descubierto que Lear somos todos cuando caminamos ciegos hacia abismos que desconocemos. Y que un error nos puede llevar a perder a Cordelia, y que perder a Cordelia es perder la vida. Alfredo Alcón le habla al oído a cada espectador. Por eso, conmueve recordarlo en escena. Es el teatro mismo encarnado en un actor.

Fuente: La Nación

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