sábado, 13 de febrero de 2010

Cuando la fiesta es siempre de los otros

Del otro lado de la puerta, un huracán de diversión ajena

Muaré aborda un mundo de sensaciones en los cuerpos de dos mujeres que no se animan a cruzar el umbral

Muaré. Interpretación y dirección: Natalia López y Marina Quesada. Música y diseño sonoro: Jorge Grela. Diseño de iluminación: Eduardo Pérez Winter y Adrián Grimozzi. Escenografía: Juan Cruz García Gutiérrez y Javier Drolas. Vestuario: Julieta Harca y Eliana Kuriss Dick. Domingos, a las 21. Duración: 50 minutos. El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.
Nuestra opinión: buena

No es la primera vez que Natalia López y Marina Quesada se inspiran en un texto de Clarice Lispector. En 2008, las actrices y bailarinas presentaron su primera obra conjunta, Angela Pralini , a partir de la novela Un soplo de vida , de la autora brasileña nacida en Ucrania.

Ahora es un epígrafe ("El mundo es siempre de los otros") lo que llega de la escritora hasta Muaré , el trabajo de danza teatro de esta joven dupla que por segunda temporada se presenta en la sala del subsuelo de El Camarín de las Musas. Y esa frontera, división entre lo de uno y lo de los demás, está planteada en escena.

Abrigadas

Las protagonistas -intérpretes formadas tanto en las artes del movimiento como el dramático- están de este lado de una puerta que comunica el cuarto de los abrigos, con la fiesta propiamente dicha. Las dos, la de rojo y la de verde, vestidas para la ocasión de los pies a la cabeza, quedan apartadas, en esa habitación-guarida, donde un sillón cubierto de sacos y camperas, y una mesa metálica sirven de apoyo a sus inestabilidades.

De la fiesta, que está ahí, a un umbral de distancia, se colará por las rendijas la música, las luces, el bullicio y un baldazo de diversión ajena plasmado en papel picado y espuma. Cruzar el umbral social o no: esa parece ser la cuestión.

Por dar una definición simple, moiré o muaré es un patrón de interferencia que se forma cuando se superponen dos rejillas de líneas con cierto ángulo, o cuando tales rejillas tienen tamaños ligeramente diferentes. De muchas maneras, los cuerpos y las sensaciones que habitan estas mujeres -muñecas desvencijadas- se desdibujan, se separan y se superponen.

Así, el movimiento es la matriz de este trabajo, que se vale de la gestualidad e incluye breves diálogos que encienden la trama y algunos parlamentos más extensos que, hacia el final, desinflan un poco la tensión de la obra y vuelven más explícito un mundo (el de ellas) construido con sugestivas formas e imágenes (nadadoras contra la corriente, pueden surcar un mar de nylon plateado y salir airosas de tal revuelto).

Ambas con gran expresividad, cada una de las intérpretes tiene su rasgo sobresaliente. Muy plástica, López se agrieta con una actuación tomada por cierta fobia festiva. Más osada, Quesada se luce con un personaje exuberante y eléctrico.

Constanza Bertolini

Fuente: La Nación

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