miércoles, 10 de febrero de 2010

Claudia Lapacó: agradecida de un rechazo

Intentó ingresar al teatro Colón, pero no pudo. De ascendencia francesa, a los 18 se fue a estudiar a París.
Por: Juan José Santillán

Fui la única de mi familia que nació en la Argentina. Mamá era francesa, papá, ruso, y mi hermana nació en Francia. El francés fue mi primera lengua y al castellano lo aprendí en la calle y en el colegio. Papá insistió en que no debíamos perder el idioma. Fue tan fuerte ese mandato que con mi hermana todavía hablamos francés entre nosotras.

Empecé a estudiar con Sara Bianchi a los 13 años. Luego, mis padres me llevaron al taller de formación actoral de Hedy Crilla. Ellas fueron mis maestras. Insistían en la verdad, en que realmente uno sacara de adentro y que nada fuera exterior. También hablaban sobre el manejo del cuerpo. Yo estudié baile y expresión corporal desde los 5 años. Pienso que un actor tiene que conocer su cuerpo y manejar su voz, aunque no baile o cante. Con esto siempre les insisto a los actores jóvenes.

A los 69 años tengo una enorme suerte. Participo en una obra musical como Las mil y una noches, donde puedo mostrar un amplio arco de cosas que todavía estoy en condiciones de hacer. De pronto, ven que en una coreografía levanto una pierna y me preguntan cuánto ensayé. Les digo que no se empieza ensayando dos meses para levantar las piernas, tenés que haber practicado de niña. Pienso que el cuerpo tiene memoria. Todo lo que aprendiste está en cajoncitos dentro tuyo para en algún momento florecer.

Al rechazarme en la prueba de ingreso al teatro Colón me hicieron un favor. Tenía trece años, vivíamos en Morón, y mi mamá me llevaba a las clases de Michel Borowsky en el centro. Para mí era terriblemente cansador hacer eso. Después de un día en el colegio debía tomar el tren, y trabajar en salón de estudio. Eramos 350 las que nos presentamos y tomaron sólo a diez. Siempre agradeceré que no me hayan tomado porque la vida de una bailarina es muy corta. Y yo a través de la actuación hice de todo.

A los 18 años me fui a estudiar al Centro de Arte Dramático de París. En Buenos Aires me decían "la franchuta" y cuando llegué a París pensé que estaba en el lugar donde tendría que haber nacido. Pero allá me decían "la sudaca". Eso me marcó. Y me dije: voy a volver al país donde nací y nunca más me voy a ir. Estoy muy agradecida a la Argentina. A Francia no he regresado nunca más.

En París fui muy amiga de Copi. Era un ser muy especial, bastante introvertido, al menos cuando yo lo conocí. Cuando lo iba a buscar al Barrio latino, yo le gritaba desde la calle ¡Copi, Copi! y él se asomaba a su balconcito y me decía Estoy muy deprimido. Eso me causaba mucha gracia.

Salí de París con una gira junto a un ballet de folclore de Angel Elizondo. En un momento, me vi bailando en una discoteca de Beirut, en el Líbano y me dije ¿Qué estoy haciendo acá? Esta experiencia ya fue suficiente. Y volví a Buenos Aires.

Ahora toda la publicidad está hecha sobre gente que no lo merece. Muestran horas y horas de romance, peleas o que tal mujer se puso tanto de busto. Es triste.

Me casé muy enamorada de Rodolfo Bebán, en quien vi el talento, la fuerza. Reconozco en él al único hombre que marcó mi vida. Al mes y medio del casamiento nació nuestro primer hijo.

Durante mi segundo embarazo, en el ´67, tuve la mayor cantidad de trabajo que hice en mi carrera. Decidí que esa vida no era para mí. Cuando mis hijos eran chicos no quería perderme su hora del baño o de la cena. Los chicos crecen rápido y ese tiempo no vuelve. .

Ahora si tengo ganas de actuar no dejaría de hacerlo un solo día. Nunca envidié el lugar del otro. Pensé que mi lugar todavía me está esperando y que las cosas llegan. Tengo a mis hijos, nietos y además poseo la gloria de hacer cosas que yo considero importantes en un escenario. Eso me da mucho placer y no necesito nada más para transitar la vida con alegría.

Fuente: Clarín

No hay comentarios: