miércoles, 7 de octubre de 2009

Regalo de dos noches de belleza

BRILLO EN CORDOBA. LOS PERUANOS DE CUATRO TABLAS, Y UN TEXTO DE ARGUEDAS.

Propuestas de Alemania y Perú "Máquina Hamlet" y "Los ríos profundos", puntos altos del Festival del Mercosur.

Por: Marta Platía
Córdoba. Corresponsalía

La feroz, restallante lucidez que compartieron sin jamás conocerse el escritor alemán Heiner Müller y el indigenista peruano José María Arguedas, regalaron al Festival del Mercosur dos noches de intensidad y belleza en las que el público nadó en sus cosmovisiones, ardores existenciales y vidas entretejidas en obras que marcaron al siglo XX.

Müller desde el Norte y su monólogo de Máquina Hamlet hecho a cincel y bisturí: "Yo fui Hamlet. De pie ante la costa conversaba con el oleaje, bla bla, detrás de mí yacían las ruinas de Europa/ Como una joroba, arrastro el peso de mi propio cerebro/ Soy el payaso suplente en la primavera comunista/ Hail, Coca Cola/ Mi reino por un asesino/ Los lobos de Zhivago/ La esperanza no se cumplió". Un Müller que gestó un gigantesco, aterrador cadáver exquisito en el que arrojó, como en una máquina de moler carne, al príncipe danés de Shakespeare, con las esquirlas de la Segunda Guerra, las rebeliones, su propia desazón política, referencias a Charles Manson, el asesino de Sharon Tate Polanski; alusiones a Boris Pasternak y a un Muro de Berlín que se haría pedazos.

La puesta en el Teatro Real del director y actor búlgaro Dimiter Gotscheff fue todo lo minimalista que reclama un texto que brilla por sí mismo y que él interpreta como ninguno: mastica cada palabra, la murmura arrojándola al silencio en un suministro casi intravenoso, sin tregua.

Con subtítulos, el público siguió cada línea de la obra que el director interpretó en alemán, declinando -por momentos- en búlgaro e inglés. Ofelia y dos presentadores lo siguieron en castellano y portugués. Pensamientos como panzers en una pieza que Müller escribió tomando retazos de clásicos y de mundana trivia, a la manera de un Andy Warhol en blanco y negro. La post historia y la muerte de la utopía.

Desde el sur, los peruanos del elenco Cuatro Tablas, fueron el reverso de esa medalla: la vitalidad preñada de esperanza de los textos de José María Arguedas, un autor "casi tabú por lo que Sendero Luminoso se atribuyó de él", explicó el director Mario Delgado, trasladaron el paisaje del Cuzco y la selva peruana a la Ciudad de las Artes.

La obra Los ríos profundos que presentaron es la primera parte de una trilogía que el elenco está preparando con una minuciosidad que, aunque loable, por breves momentos atenta contra el ritmo de la historia. Se trata la niñez de Ernesto, que no es otro que el alter ego del propio Arguedas, quien vivió trashumante y huérfano de madre, con su papá abogado.

Los tejados del Cuzco, la Plaza de Armas, la catedral que los españoles levantaron sobre el palacio arrasado del Inca, las piedras que todavía cantan y el descubrimiento del mundo a través de los ojos un chico de 11 años que ve cómo su padre es rechazado por terratenientes que se apropiaron de la tierra. La sonoridad del río Urubamba y los pájaros de los pueblos se entrelazan con los juegos y los dolores de Ernesto; mientras emerge una incipiente conciencia de clase y etnia que sería indeleble en la obra del autor que se suicidó en 1969, y que es considerado uno de los escritores indigenistas más importantes de Latinoamérica.

En el elenco, integrado por el propio director-apuntador-dramaturgo, se destaca la voz espléndida de Flor Castillo Alama, un diamante que los cordobeses no se cansaron de aplaudir. El estreno peruano, en la madrugada del martes, tuvo un extra que maravilló y valió todo un festival: los actores y el director convocaron a los mozambiqueños Lucrecia Paco y Chenywa Gune, y juntos ofrecieron una batucada en la cual los ritmos de los tambores y las danzas africanas, se mixturaron con las del Perú.

Es el Tercer Mundo que se celebra en el placer de existir, hecho de baile, canto y maravilla.

Fuente: Clarín

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