sábado, 5 de septiembre de 2009

Un poco de amor salva la vida

La mujer que encarna Adriana Aizenberg se conecta con sus objetos y vuelve a creer en su existencia Foto:Gentileza Gustavo Gorrini / TNC

Adriana Aizenberg es la intérprete perfecta para esta historia sensible

El misterio de dar
. Autora: Griselda Gambaro. Intérprete: Adriana Aizenberg. Musicalización: Claudio Koremblit, Adriana de los Santos. Iluminación: Alejandro Le Roux. Vestuario y escenografía: Graciela Galán. Asistente de dirección: Marcelo Méndez. Dirección: Laura Yusem. En el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Jueves a sábados, a las 19; y domingos, a las 18.30. Duración: 50 minutos.

Nuestra opinión: Muy buena

Un cuento del libro Lo mejor que se tiene se traslada al teatro y su autora, Griselda Gambaro, parecería redescubrir en él a su personaje: la señora Schneider. Una mujer mayor, viuda, que habita una pequeña habitación cargada de recuerdos y donde, todavía, el alma de su marido parece no haber querido dejarla sola. O, al menos ella, necesita tanto a ese hombre que lo reconstruye en su mente y dialoga con él mientras desarrolla unos actos cotidianos que parecerían tener un mayor sentido cuando cruza su pequeño devenir con los recuerdos de quien fuera su esposo.

En el presente de la escena, ella llega de la calle. Salió a cobrar su jubilación y una situación la ha dejado conmocionada. Es que se ha encontrado con una madre y su hijo y les ha dado el poco dinero que tenía y con el que pensaba manejarse durante el mes. Ese acto de dar al otro lo poco que tiene la redescubre de una manera singular, como si todo su ser se hubiera engrandecido de golpe. La vuelta al hogar, entonces, tiene otro valor tanto que, en su relación con lo pequeños objetos que la acompañan, no hará más que demostrar que su vida que, hasta ese momento era casi intrascendente, ha modificado su sentido. Una revelación parece haberle cambiado su situación en el mundo.

El texto de Gambaro es pequeño en su estructura pero es sumamente potente la construcción de ese personaje, en apariencia muy simple, que logra desandar aspectos de su realidad para, una y otra vez, demostrar que un acto poco inspirado hasta puede hacernos cambiar el punto de vista sobre nosotros mismos.

Laura Yusem realiza un trabajo muy minucioso a la hora de guiar a Adriana Aizenberg por ese camino de dar la justa entidad a esa señora Schneider que deja ver todas sus aristas a pleno. Ese personaje entrañable tiene todos los matices imaginables. En apenas 50 minutos la actriz nos hace conocer su pobreza, su humor, su ira, su entera pasión por continuar transitando la vida y, a partir de este momento, dejándose llevar por esas sanas intenciones que, es cierto, la conmocionan, pero que a la vez le aportan una nueva forma de creer en la existencia.

Magnífica labor de Adriana Aizenberg, que juega con ese personaje a fondo para develarnos aspectos siempre sorpresivos y desde la pura sensibilidad.

La escenografía de Graciela Galán es de una intensa belleza. Con pocos elementos ha diseñado un cuarto donde la magia se impone con fuerza. A su vez, la iluminación de Alejandro Le Roux hace que esa magia se torne conmovedora.

Carlos Pacheco

Fuente. La Nación

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